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Revolución moral en tiempos de pandemia

 

Sócrates (470 – 399 a. C.) puede ser considerado desde la perspectiva más purista un auténtico anti político. Pero más bien, se debe considerar que el célebre griego se aparta de los estándares políticos de su época y propone una revolución total.

Sugiere que el auténtico político es aquel que actúa sobre el alma de los ciudadanos, para provocar en ellos una revolución moral. Permite esta máxima llevar a filosofía y política al culmen de su conexión.

En su época propuso a su ciudad un comportamiento ético máximo, con el objetivo de que los ciudadanos no sean ricos en bienes materiales; pero sí, que logren su culmen en una verdadera justicia. Derivado de esto, existen sus tesis éticas trayendo a este ruedo el hecho, de que se debe evitar que se cometan ilegalidades e injusticias, en resumen: evitar hacer el mal.

Tomando en cuenta estos postulados y haciendo que viaje en el tiempo hasta nuestra época, surgen preguntas obligatorias que tienen que ver  con nuestra clase política:

¿Los políticos salvadoreños, provocan una revolución moral en los ciudadanos salvadoreños?

¿Los ciudadanos salvadoreños que ejercen la política, impulsan a la población a evitar hacer el mal?

En lo particular, respondo a estas preguntas y lamento hacerlo de manera negativa, sobre todo en tiempos en donde una pandemia ha generado crisis en diversos estamentos.

El virus SARS-CoV-2, que provoca la enfermedad conocida como COVID 19, ha puesto a todo el mundo en una situación inusitada, generando a nivel mundial millones de contagios, muertes que ya se cuentan por los cientos de miles y pérdidas económicas tras tocar directamente a todo el tejido productivo de cada país. Con ciertas diferencias cada nación ha tomado acciones para contrarrestar este problema de salud, algunos teniendo éxito y otros teniendo fracasos en su aplicación, pero aquellos en donde la respuesta ha sido efectiva, guardan en común el hecho de haber sumado esfuerzos conjuntos en los tomadores de decisión, de forma de actuar coherentemente y quitando ideas partidaristas de por medio. O como lo ha expresado la Organización de la Naciones Unidas, las decisiones pueden respaldarse en una gama de posibilidades dentro de nuestros sistemas democráticos.

En El Salvador, hay que reconocer que se tomaron medidas de confinamiento social desde mucho tiempo antes que el virus circulara en nuestro territorio. El cierre de fronteras, la suspensión de actividades educativas y de aquellas que generen aglomeraciones, fueron medidas totalmente acertadas y que permitían que con tiempo ganado a favor, los políticos se sentarían a tomar decisiones en conjunto para bien del país.

Pero es preocupante ver que a más de un mes de iniciado este periodo de crisis, no hemos observado a uno solo de los políticos, proponer un espacio donde se pueda generar acciones concretas, que vayan encaminadas a la protección de la población de forma conjunta, no aislada. Al contrario de esto, nos desayunamos cada día con una lluvia de discusiones vía twitter, descalificaciones, desacuerdos, estira y encoge que lejos de dar un clima de estabilidad, ha hecho que estemos en la mira de la comunidad internacional, no precisamente como ejemplo, si no hasta el grado de tener llamados de atención de organizaciones de derechos humanos e inclusive como niños, jalones de oreja del hermano mayor al norte del continente. Y aunque los políticos lo nieguen de forma tajante, están con el pensamiento de forma total en las elecciones a realizarse en 2021. Al final todo redunda en búsqueda de cuotas de poder.

Nuestra forma de gobierno implica tres órganos bien definidos, con su jurisdicción clara, que establece un régimen de pesos y contrapesos según el espíritu del legislador constitucionalista, con el fin de salvaguardar la autonomía de poderes y evitar el lastre de gobiernos dictatoriales que tanto daño nos hicieron desde nuestra fundación como país. Pero es evidente que como pueblo olvidamos nuestra historia.

Aún con más preocupación y acudiendo al artículo 168 de la Constitución de la República, el ciudadano Presidente tiene dentro de sus atribuciones promover la armonía social y conservar la paz y tranquilidad. Pero hemos sido testigos de una escalada beligerante desde el ejecutivo, que llama a la confrontación, al insulto, a la agresión verbal a todo aquel que difiera en el pensamiento, inspirando a una serie de seguidores del partido de gobierno a actuar de la misma forma. Lejos ha quedado el poder exponer argumentos de altura para llegar a acuerdos, tomando como premisa que no se es dueño de toda la verdad.

Esta crisis debe despertar en nuestro país esa revolución moral a la que se hacía mención al inicio de estas letras. Aún estamos a tiempo de tomar decisiones como país, pues saltan a la vista errores cometidos que traerán sus consecuencias, siendo el talón de Aquiles el manejo de los ciudadanos en centros de contención, donde se han expuesto a contagio y complicaciones tras una mala logística de los mismos; actos arbitrarios en la restricción de movimiento de las personas; no tener la disponibilidad de escuchar a expertos que han podido aportar en el tema epidemiológico y de atención en salud; pero es aún más preocupante, no dotar de todas las condiciones necesarias al equipo de salud para un adecuado manejo de los casos. No basta con llamarlos héroes, hay que ser coherentes entre el discurso y los hechos.

Hipócrates decía “La vida es tan corta y el arte es tan largo de aprender” y ahora más que nunca nos damos cuenta de lo efímero que es nuestro paso por este mundo. Pero esta oportunidad de oro, nos puede hacer aprender un arte nuevo, el arte de ser humanos, el arte de hacer de este país un país de oportunidades, que dé la verdadera importancia a lo que siempre ha ignorado: La salud, la educación, el verdadero desarrollo humano.

Eliseo Antonio Guzmán Cisneros

Doctor en Medicina.

Nefrólogo – Internista.

 

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