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Sobrevivientes de la masacre del Río Sumpul, en Chalatenango, observan fotografías de familiares asesinados el 13 de mayo de 1980. Foto Diario Co Latino/Luis Ponce.

Reparación a víctimas inicia con la verdad y aplicación de justicia

Gloria Silvia Orellana
@SilviaCoLatino

Fiel a su convicción, Blanca Miriam Ayala de 52 años de edad, originaria de Las Minas, Chalatenango, reafirmó en el acto del Trigésimo Noveno Aniversario de la Masacre del Río Sumpul, su decisión de luchar por las víctimas y sobrevivientes.

“Vengo siempre y lo hago  en memoria de ellos (las víctimas). Tanta gente inocente que no podemos dejarla en el olvido y por eso estoy en el Comité de la Asociación Sumpul, porque hay mucha gente que ha perdido la esperanza de obtener justicia, pero creemos que si podemos lograr establecer la verdad y tener justicia”, dijo.

Documentado en el Informe de la Comisión de la Verdad, la Masacre del Río Sumpul, ocurrió el 14 de mayo de 1980, cuando contingentes del Destacamento Militar #1, la Guardia Nacional (GN) y un grupo de paramilitares de ORDEN causaron la muerte de 300  personas no combatientes, quienes intentaron cruzar el río para  huir y llegar a Honduras.

De su testimonio reseñó, de su vida en el campo, que compartió con su padre Leonardo Ayala,  asesinado por la Guardia Nacional el 13 de abril 1980, a la una de la tarde, en el caserío Los Ramírez, junto a otras seis personas, quienes eran vecinos del municipio de Las Vueltas. Su madre María Antonia del Carmen Mejía, ahora de 81 años de edad, y sus trece hermanos, cinco mujeres y nueve hombres, sobrevivieron. Gerardo Ayala, fue torturado y asesinado y Emilia Ayala, quien falleció en la masacre de río Sumpul.

“Soy sobreviviente del río Sumpul, tenía 13 años, recuerdo que eran las siete de la mañana, era el 13 de mayo de 1980, cuando allá por un cafetal siete camionadas de soldados del ejército, llegaron a buena mañana y como era mayo, todos los hombres salían a sembrar a los terrenos, fue allí que los soldados se encontraron con don Salvador Orellana, iba con su mochila que llevaba su comidita y lo mataron y luego pasaron al caserío de Los Ortiz y mataron a toda la gente que estaba en sus casas. Cuando pasó gente por nuestra casa y nos dijeron que nos saliéramos, que venían los soldados matando a todo el que hallara en el camino. Entonces con mi hermana (Emilia), dos años mayor, salimos con toda la gente de inmediato a la calle y nos fuimos corriendo hacia (cerros) Jícaro, la Cimarrona, Los Naranjos y por todas las quebradas, era una gran persecución detrás de nosotros y en el camino la gente que iba lo mataban los soldados cuando lo alcanzaban, porque no todos aguantaron ir debajo de la lluvia, porque amaneció bien oscuro y lloviendo. Además, estaba lodoso por toda la lluvia de la noche anterior, fue una gran matazón en Chalatenango, que fue increíble la crueldad”, recordó. Entre los antecedentes documentados, en el Informe de la Comisión de la Verdad, se registra que el incremento de acciones militares anti-insurgentes, generó el éxodo de la población campesina hacia Honduras. Que el gobierno salvadoreño consideraba esa zona (Las Aradas) base y refugio de la guerrilla. Y que el 5 de mayo de 1980, nueve días antes de la masacre, autoridades militares de Honduras y El Salvador, se reunieron buscando mecanismos de protección entre sus fronteras frente a la guerrilla.

Familiares de sobrevivientes y sobrevivientes de la masacre del Río Sumpul, en Chalatenango participan de una conmemoración de este asesinato sumario ocurrido el 13 de mayo de 1980 cometido por el ejercito de entonces.
Foto Diario Co Latino/Archivo.

“Yo recuerdo que allá por los cerros deje las yinas, así que me fui descalza y cuando llegué a Las Aradas, llevaba hinchados  los pies. Al llegar a Los Naranjos, la niña Magdalena nos ayudó, nos dio un ratito para estar allí, con una tortilla y un pedacito de dulce de panela, pero venía el ejército  y huimos de allí. Recuerdo que mataron al esposo de ella, dos hermanos y otros señores por habernos dado alojamiento a nosotros, a ella la estuvieron atemorizando por mucho tiempo. La gente que se iba quedando eran las mujeres embarazadas, unos niños nacieron en esos cerros, pero nos fuimos a Las Aradas, donde iba a ser la masacre.

Cuando llegamos allí, creímos que íbamos a descansar, habían gentes de otros lugares, que eran perseguidas también, cuando se oyó el gran tiroteo y la gente dijo -hoy si nos matan- y fue cierto, muchos murieron allí, los pusieron en fila y les dispararon a muchos porque ya no aguantaban correr. Mi hermana en la sofoca se lanzó al río para cruzarlo y  se ahogó, con  mucha gente más, se miraba el puño de cabezas en el agua, pidiendo auxilio.

Yo me lancé al Sumpul, también y me estaba ahogando, cuando pasó un muchacho y nos guindamos de él cuatro mujeres conmigo, nos decía que lo soltáramos porque se ahogaría, pero me agarré fuerte a su pelo y nadie lo soltó, nos sacó a todas y al salir, sálvese quién pueda, tenía muy hinchados los pies, sin uñas y la piel caí en jirones, comencé a correr  buscar donde esconderme de nuevo”, relató. Sobre la investigación efectuada por la Comisión de la Verdad, que recibió los testimonios de víctimas y sobrevivientes y documentación disponibles, concluyeron que los días 13 y 14 de mayo, efectivos militares, Guardia Nacional y gente de ORDEN, con apoyo de la Fuerza Armada, cometieron la masacre del río Sumpul.

“Me escondí tras un matocho y vi como los guardias hacían tres pedazos a la gente y la tiraban al río, burlándose -así se mueren los hijos de los guerrilleros- una señora con sus siete hijos, fueron asesinados bajo una ceiba, no sé cómo fue que no enloquecí. Por eso trabajo en el Comité, para que esta historia no se pierda y que las nuevas generaciones sepan la verdad, que no se vuelva a repetir esta barbarie, es mi compromiso con las víctimas y sobrevivientes”, puntualizó.

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