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Relatos de un púber en plena guerra civil salvadoreña

Óscar sánchez
Investigador

académico [email protected]

Principios de los ´80 del siglo recién pasado. Antonio paulatinamente se va adaptado a la ciudad, cialis únicamente recordando y añorando las fragancias y las actividades propias de un niño en la campiña: cortar leña de los árboles de carbón; lidiar los cultivos de maíz, troche frijoles “monos”, pipianes y ayotes; recoger semillas de aceituno para elabora artesanalmente los jabones con el mismo nombre; juntar las hojas de orégano, cuyas hierbas aromáticas utilizadas como condimento, crecían de manera silvestre y cuyas hojas secas de esta planta se vendían donde los “especieros” en los mercados de Santa Rosa de Lima y San Miguel; colectar las “cutucas” o frutos del jícaro que al romperse y lavar su pulpa se extraen las semillas  que sirven de base para elaborar la horchata de morro típico refresco salvadoreño; el secar las pozas de las quebradas para sacar pescados y chacalines, entre otras actividades.
Una mañana de agosto de 1982, a medio camino regresando de la escuela hacia la casa, Antonio es reclutado por estructuras paramilitares conocidas en las milicias como patrullas cantonales y popularmente como “la descalza”.
•    Te hemos agarrado cipote… a partir de ahora vas a prestar servicio militar.
•    Soy estudiante, vengo uniformado, acá están mis cuadernos  argumentaba Antonio de manera esperanzadora.
•    De esos son los que queremos, estudiados, porque son los que responden mejor.

Arriba, en la cama del camión militar el joven notó que no era el único estudiante ni el único adolescente que había sido privado de su libertad; su corazón latía más que de costumbre, le angustiaba pensar que su madre estaría preocupada porque no llegaba a casa. Ella podría pensar lo peor, es decir, ser considerado como un desaparecido más, ya que este tipo de situaciones eran características de la misma dinámica política –social existente.
Llegando a la Tercera Brigada, siempre en la ciudad de San Miguel, le dieron un paquete conteniendo un par de botas tipo “Jungla”, camiseta y pantalones con camuflaje boscoso, tipo militar, una toalla y un juego de higiene personal. Posteriormente le asignaron el camarote 47 de una de las principales barracas o albergues castrenses, en medio de un mar de camas; el olor del lugar era típico  a un reservorio humano hacinado y falto de higiene (combinación de olores a sudor, exudaciones de pie de atleta y humedad).Los exámenes de salud y la cabeza rapada fueron de rigor a las primeras horas de incursión.
La mañana siguiente los ejercicios de rutina fueron agotadores, unas tortillas con frijoles, arroz y una puñada de sal fueron el menú del mediodía. Posteriormente le asignan unas palmas secas de coco para que sirvieran como escoba.
Acá viene el drama de Antonio, su desplome, su sensibilidad, su parte humana; recogiendo   las hojas secas estaba cuando a lo lejos ve una mujer con un vestido azul con figuras florales que le parece conocido; mientras se limpia el sudor de la cara sube su mirada y reconoce que esa mujer es su madre. Antonio se estremece ver, entre la malla ciclón que dividían las áreas deportivas y de visita,  a su madre implorando, rogando, llorando, pidiéndole a un militar con aparente jerarquía la libertad de su hijo. Antonio jamás podrá olvidar los regaños, la gesticulación, las humillaciones que el oficial daba a su madre y las condiciones que éste le ponía asegurándole que una segunda vez la “platada” o servicio militar será obligatorio e irreversible por mucho llanto le acompañe.
Pasada la tarde, preparándose para la cena estaba cuando otro militar lo llama por su nombre completo y de manera burlona le dice que puede irse, que su “mamita” le  espera con su “pachita”; sólo que entregue el uniforme y pase a recoger sus pertenencias.
Ese maltrato, ese autoritarismo, crea en Antonio una repulsión, un mecanismo de defensa, una resistencia y un desprecio por la institución armada. Con su poco nivel de raciocinio, propio de su edad, no entendía por qué sólo los pobres estaban recluidos, por qué no estaban los hijos de los ricos y por qué los pobres tenían que defender los intereses de los ricos.
Con una especie de paranoia, de delirio de persecución y cuidándose hasta de su propia sombra para no volver a ser reclutado, culmina su tercer ciclo. Le impactaba de gran manera saber sobre conocidos asesinados, de familias enteras que migraban y de matanzas o masacres suscitadas en todo el país.
A principios de los 80 del siglo recién pasado, los espacios informativos eran muy limitados. En la zona oriental y el resto del país el contrapeso de los sucesos relacionados con la guerra lo hacía la radio Venceremos –RV-, voz oficial del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).
Como la RV se escuchaba en banda corta, Antonio se había ideado escucharla usando su radio de baterías en frecuencia de Amplitud Modulada (AM), enrollando los cables de la antena de televisión sobre los transistores de la radio. Los techos de las casas de la zona oriental, en ese entonces, se caracterizaban porque parecían plantaciones de antenas colocadas con una gran variedad de estilos, alturas y formas, las cuales estaban empotradas y sujetas por cables o alambres. Otras familias eran más creativas y las colocaban sujetadas a los árboles.
Para ese entonces no había mucha interferencia para la RV porque las antenas repetidoras y las estaciones de radio locales no trabajaban  ya que los  principales departamentos de la zona oriental casi siempre carecían de energía eléctrica; lo anterior como producto o resultado de los atentados dinamiteros  a la red de del sistema eléctrico de alta tensión.
Estos atentados o formas de sabotaje tenían por finalidad socavar la economía del país, más mostrar el nivel de poderío del FMLN a nivel nacional e internacional. Para ese entonces casi para todos era conocido que la Administración Reagan asignaba más de un millón de dólares diarios en actividades de contrainsurgencia, armamento militar y de esa manera “detener” la amenaza del expansionismo comunista en la región centroamericana. Este financiamiento hizo que la gobernanza de este país fuera regida por los altos mandos de la Fuerza Armada la cual, cada vez más, incidía a nivel económico, político y social.
Continuaremos en la próxima edición sabatina.

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