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Preguntas sin respuesta

Myrna de Escobar,

Escritora

Esperar por atención médica en las Unidades de Salud en nuestro país requiere paciencia. Pero, es interesante. Uno escucha historias entretenidas, como ésta que les comparto, llama la atención por su cálida sencillez e inocencia. Los protagonistas sentados a mi lado esperan ser atendidos, igual que yo.

—Mamá, hoy tengo miedo. Quiero saber muchas cosas.

—Dime, ¿Qué quieres saber?

—¿Por qué la costa ayer estaba allá y ahora está allí?

— No es la costa, mi niño. Es el horizonte.

— Pero mira… van y vienen las olas, tiene monstruos flotantes y     árboles sobre la arena.

— No es la costa mi hijo. Son sólo volcanes

— ¡No! son dragones, dice mi hermano, escupen fuego cuando   despiertan… a propósito, ¿cuándo despiertan?

— No lo sé…  Algún día.

— Yo me despierto cada día. ¿Eso sí lo sabes? ¿Verda, mamá?

— Sí.  Así es.

—¿Dónde se fue la noche?  no la veo… Y las estrellas y la luna. ¿Dónde están?

— No lo sé. Pronto volverán.

—¿Por qué el día es largo y la noche tarda tanto en llegar?

— No lo es. Ya podrás cobijarte en ella y ver las estrellas entrar por tus ojos.

—¿De verdad?

— Sí, te lo prometo.

— Tú… ¿no tienes una?

—¿Una? … ¿Qué?

— Una estrella

—¿Por qué lo preguntas?

— Porque a diario lloras por papá. ¿Quién es? ¿Un monstruo?

—¡No, no digas eso! ¡Es tu padre! Los monstruos están dormidos y distantes

— Como papá. Por eso lloras.

— Calla por favor. Es hora de ir a la escuela

—… ¿Puedo quedarme contigo?

—¡No!

— Por qué

— Debes prepararte, pronto serás grande.

— Soy grande… Mira, no me queda el pijama

— Ven, es tarde. Te envolveré de espuma y te asolearé en la pradera y verás mariposas al azar. Te cantaré una canción y te vestiré de amor. ¿Te gusta?

— Me encanta. Siempre lo haces… Mamá, ¿Cuándo llegué a ti?

— Hace cinco años

—¿Cómo fue? ¿Estuviste sola?

— No. ¿Por qué?

— Porqué vivimos solos

— Tú estás aquí. Eres la fuerza de mil guerreros si estas a mi lado.

— ¡Sí!  Soy tu campeón.

— Sí. Además, eres mi hijo.

—Dime. ¿Qué es lo que se levanta allá en la mar, grande y amarillo?

— Es el sol, ya viene de nuevo.

—¿Dónde andaba?

— Con la noche, su cómplice secreta.

—¡Ay! ¡No puedo ver! ¡Está caliente!

— ¡Sí!  Ven. Se nos hace tarde.

— Mamá allá esta la mar y sus olas de nubes, vamos a danzar bajo el cielo. Está muy cerca.

— No hijo, no lo están. El cielo está sobre ti y el mar está muy lejos. Tú y yo estamos aquí.

— Sí. Pero yo quiero ir allá

—¿A dónde?

— Donde estuve antes de conocerte

— No digas eso

—¿Por qué?  ¿Cómo llegue a ti?

— Es una historia larga que no vas a entender

— Cuéntame. ¿Cómo salí de ti?

—… ¡te lo dijo la maestra!

— Sí pero no lo entiendo. Soy tan grande para caber en ti.

— Has crecido ya.

— Entonces por qué no me cuentas

— No lo entenderás

—¿Cuándo?

— Mañana.

— Dime. ¿Qué más sabes ahora?

—¡Qué te amo!

— Sí…

— ¿Cuánto?

— Mucho.

Se hizo tarde, ambos se fundieron en un abrazo con la luna a cuestas y una estrella indiscreta que aún sonreía en el ocaso. Ella no había logrado superar sus expectativas, mientras él aun discurría sus fantasías en la quieta arena de su playa en el horizonte.

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