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Francisco Javier Bautista
La violencia social, viagra la delincuencia común y el crimen organizado son preocupación creciente. Junto a exclusión, corrupción e impunidad, generan tragedias, como la desaparición y asesinato de 43 jóvenes mexicanos, se agregan al terror, síntoma visible de un problema profundo. La tasa de homicidio en 2013 fue de 19 x 100 mil habitantes (cinco años antes, era 13 x 100), murieron casi 23 mil personas por la violencia delictiva. Su causa radica en tres factores que se conjugan: i) economía grande que crece desigual, ii) gran déficit social e insuficiente desarrollo humano y, iii) fragilidad institucional.
Cuando la economía se expande, “el pastel de la riqueza” se hace más grande, hay abundancia, tanta como para que un mexicano sea el hombre más rico del mundo, o que la primera dama se compre una lujosa mansión valorada en siete millones de dólares. En el país se rebalsa la riqueza, pero, como erradamente se pensó, no se distribuye equitativa, no como pasaría con un tanque de agua, el líquido fluye en los lugares bajos, la riqueza, busca los más altos, no hay rebalse posible que contribuya a la equidad. El incremento del PIB es evidente, a veces se desacelera, en 2004 alcanzó un billón de dólares, en 2013, 1.34 billones, 4.7 veces el de C.A. ¿En manos de quien cayó la riqueza que genera la economía mexicana? Cuando el desarrollo humano es deficitario y existen muchas personas en pobreza y pobreza extrema, a pesar de la abundancia, son altas y aumentan las necesidades sociales. México (119 millones de hab.), 2.6 veces mayor que Centroamérica, casi un tercio de la población de A.L., es líder en desigualdad de ingreso entre los países del OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico), integrada por 34 miembros, entre ellos Chile, España, Alemania, Francia, Finlandia y Austria. Políticas asistencialistas y de desarrollo humano son insuficientes, la brecha de ingreso entre los más bajos y más altos se expandió, 57 millones de personas (48%), sobreviven sin capacidad para cubrir las necesidades básicas, es más que toda la población centroamericana. Cuando el Estado, creado para gestionar el “interés común”, es frágil y vulnerable, conformado intencionalmente para preservar el estatus político y económico de quienes gozan de abundancia, maquilla las penurias, es incapaz de asegurar su presencia reguladora y redistributiva, esta premeditadamente ausente, justifica y permite que poder y riqueza caigan donde siempre, la institucionalidad por el “bien común” es minusválida. México tiene la menor carga tributaria de A.L., 10.1% del PIB, inferior que Haití y Guatemala y que la media regional (19.5%), otros países están encima, Nicaragua y El Salvador (15%) y, arriba del 20% (nivel mínimo a partir del cual es posible desarrollo social e institucional), Costa Rica (21%), Uruguay (26%) y otros. Hay desesperanza, en el continente de la esperanza.
¿México se jodió? por igual razón que hace que en A.L. la desigualdad haya sido rígida y persistente cincuenta años, porque la mayoría de estados tienen limitada capacidad para ejercer su función fundamental. Los bajos recursos disponibles para la funcionalidad estatal, la vigencia del modelo fiscal regresivo, la baja capacidad recaudatoria y la corrupción pública y privada, limitan atender a sectores vulnerables, la salud y la educación pública, la infraestructura social, la justicia, la seguridad, la regulación y el control. La “viveza histórica excluyente” de grupos de poder político y económico promueve la marginalidad, insostenible desde cualquier punto de vista, la riqueza concentrada es pecaminosa, perniciosa y contaminante, causa principal de violencia.
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