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Poemas de Álvaro Darío Lara

ÁLVARO DARÍO LARA: El Salvador (1966). Poeta, doctor académico y periodista cultural. Licenciado y Profesor en Letras, ed con especialidad en Literatura por la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA). Ha ejercido la docencia media y universitaria en instituciones educativas nacionales.

Ex-Director de los suplementos culturales Astrolabio (Diario El Mundo 1995-1998) y Tres Mil de Diario Co Latino (2001-2003). Productor y conductor actualmente de los espacios culturales: En Voz Alta de Radio Clásica de El Salvador.

Ponente invitado a Congresos Internacionales en Israel, order Nicaragua y Guatemala.

BIBLIOGRAFÍA: Vitrales (poesía, 1987); Estaciones (poesía, 1994); Este reloj marca soledad (poesía, Nicaragua, 1995); Violeta de Contracorriente (poesía, 1998); Minotauro (1998); Los Vecinos de la Casa (antología de poetas jóvenes, 2001).

Obra suya aparece en antologías norteamericanas, españolas, latinoamericanas y europeas. Traducido al inglés por la doctora Elizabeth Gamble Miller; y al francés por Marie Poumier.

 

RETRATO DE OTROS FOLIOS

 

 

A Carlos Balaguer

(1997)

“La tierra tiene sus llaves”

  Emily Dickinson

I

Quizás otros espacios

un cielo crepuscular

en la efusión del recuerdo

mi nuevo peinado de fin de semana

las flores de mamá

y su vestido para el bautizo

del árbol genealógico.

Quizás otros espacios

menos este grito anudado en el tiempo

el volver a casa

exactamente igual que en la madrugada.

Un espejo que cae

haciéndose pedazos en el retrete

el teléfono por octava vez desconectado.

Se mueven adolescentes los pinos

hierve la leche

nadie comenta la cena

atrás queda mi madre

el verano

el joven almendro.

 

II

Necesitamos huir

del cuadrante universal de la tristeza.

Escupida mortal.

Maldición al otro lado de la calle.

Las bicicletas resplandecen al mediodía.

¿Por qué no quieres ir?

 

III

Apagamos la radio.

Cambiamos los canales

del imposible aparato de imágenes.

Domingo estrangulador.

Los locutores deseaban continuar

recetándote canciones.

Había un libro

un ejercicio

todavía sin resolver.

Mañana exigirán las respuestas

sin importar

tu rota ventana

el tren que ya no pasa

la canción que no programaron.

 

IV

Aparece

y desaparece

detrás de las columnas.

Su figura se esconde. Cabello único.

Rostro en mis manos.

Pienso en tus pecas. Es inútil

disolver tu presencia.

Sigues escondiéndote

detrás de tu traje blanco.

¿Te golpea aún el sol?

 

V

Debo merecer algo de odio.

De un odio íntegro y débil.

Bestialmente implacable

cuando me observa

en los espejos.

Mortal en su afilado cuchillo

y a pesar de todo… fugaz.

 

VI

Quieren brillar las estrellas

sobre la ciudad.

Pero la gente no llega a ellas.

Gente del infeliz circuito.

La gente.

VII

Volvías a ver en dirección

de la antigua carretera.

Sólo sequedad. Alta temperatura.

Un pájaro yacía abierto del pecho,

cubierto de polvo

increíblemente muerto.

 

VIII

Sí, muerto como el pájaro.

Desanimado ante la luz  de la mañana.

Prolongando la normalidad del sueño.

El abandono del yo mismo.

Agua que corre a la deriva de los días.

Nahuales marchitos.

Algo tuvo que suceder hace ya mucho tiempo.

Seguramente algo debió suceder.

 

IX

Se leyeron todas las bibliotecas.

El laberinto infinito y circular

de los secretos saberes.

Había luces, colores, perfumes inciertos.

A medida que invadía el Reino de las Palabras,

la felicidad era patrimonio

de aquel viaje solitario

extraordinario

íntimo.

 

X

¿Quién te conoce, felicidad?

Dicen que eres una mujer, un hombre,

un hijo maravilloso

esperado

en el Edén de la dicha matrimonial.

Otros te buscan en los tronos, en la posesión,

en el placer –río ilimitado y paradójico- .

En la muerte.

¿Quién eres,  felicidad?

Máscara implacable.

Vena abierta.

Acaso piedra filosofal

de aquéllos

que jamás reconocieron

el color del agua

que corría

al fondo de sí mismos.

 

 

 

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