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Periodismo: Rubén Darío y García Márquez

Caralvá

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Suplemento Tres mil

 

“Todos los observadores y comentadores de la vida han sido periodistas. Ahora, si os referís simplemente a la parte mecánica del oficio moderno, quedaríamos en que tan sólo merecerían el nombre de periodistas los repórters comerciales, los de los sucesos diarios; y hasta estos pueden ser muy bien escritores que hagan, sobre un asunto árido, una página interesante, con su gracia de estilo y su buen por qué de filosofía. Hay editoriales políticos, escritos por hombres de reflexión y de vuelo, que son verdadero capítulos de hombres fundamentales, y eso pasa. Hay crónicas, descripciones de fiestas o ceremonias, escritas por repórters que son artistas, las cuales aisladamente, tendrían cabida en libros antológicos, y eso pasa. El periodista que escribe con amor lo que escribe, no es sino un escritor como otro cualquiera. Solamente merece la indiferencia y el olvido, aquel que, premeditadamente, se propone escribir, para el instante, palabra sin lastre e ideas sin sangre. Muy hermosos, y muy útiles, y muy valiosos volúmenes podrían formarse con entresacar de las colecciones de periódicos la producción escogida y selecta de muchos considerados como simple periodistas”. En Rubén Darío, Obras completas / Alberto Ghiraldo y Andrés González-Blanco – Madrid: Imp. G. Hernández y Galó Sáez, 1917? – 248 p

García Márquez  fragmentos: “Hace unos cincuenta años no estaban de moda las escuelas de periodismo. Se aprendía en las salas de redacción, en los talleres de imprenta, en el cafetín de enfrente, en las parrandas de los viernes. Todo el periódico era una fábrica que formaba e informaba sin equívocos, y generaba opinión dentro de un ambiente de participación que mantenía la moral en su puesto. Pues los periodistas andábamos siempre juntos, hacíamos vida común, y éramos tan fanáticos del oficio que no hablábamos de nada distinto que del oficio mismo. El trabajo llevaba consigo una amistad de grupo que inclusive dejaba poco margen para la vida privada.”. 52a. SIP, en Los Angeles, U.S.A., octubre 7 de 1996.

El periodismo en estos maestros es fuente de vida, oficio, hora de cierre de edición, etc., no obstante su calidad de comunicación reside en la proximidad con el lector, ese puente que para Darío es: “palabra sin lastre e ideas sin sangre”  para Márquez: “… la educación general, pervertida por la masificación de escuelas que siguen la línea viciada de lo informativo en vez de lo formativo”.

El objetivo es la palabra perdurable, sobreviviente a las redes sociales, la tecnología instantánea… “Bienvenido sea el maestro, bienvenido sea al que lleva por donde va la armonía de la palabra, el que hace que triunfen las ideas grandes y nobles…” R. Darío.

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