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OTAN, Rusia, UE: Trump enturbia las aguas entre amigos y enemigos

Washington / AFP

Jerome Cartillier

Para Donald Trump, «los peores enemigos» de Estados Unidos son a menudo quienes «se dicen sus amigos».

La semana que comienza dará la oportunidad al presidente estadounidense de poner en práctica esta sorprendente doctrina diplomática, con el riesgo de profundizar aún más las tensiones con sus desorientados aliados.

Trump irá primero a Bruselas a la cumbre de la OTAN, luego hará una escala en Londres y viajará a Helsinki para encontrarse con su par ruso Vladimir Putin. Un derrotero tan espectacular como altamente riesgoso.

La secuencia G7/Singapur está en todas las mentes, cuando, en unos pocos días, trató al primer ministro canadiense Justin Trudeau de «deshonesto» y al líder norcoreano Kim Jong Un de «muy dotado».

Numerosos analistas temen que ahora suceda algo similar. «Se pelea con los aliados y se abraza con el adversario», dice de Trump un diplomático europeo.

¿Hasta dónde llegará el intempestivo inquilino de la Casa Blanca? La pregunta se la plantean políticos y observadores a ambos lados del Atlántico.

Esos «tontos que pagan todo»

Este presidente que prefiere ir al choque para galvanizar a su base y que parece dispuesto a llevar muy lejos su consigna de «Estados Unidos primero», ¿conseguirá transformar radicalmente la alianza atlántica, piedra angular de las relaciones internacionales desde hace más de medio siglo?

Si se les cree a los integrantes de su gobierno, la cumbre de Bruselas de la OTAN será clásica, armoniosa y sin sobresaltos.

«El tema central será la unidad y la fuerza» de la alianza, afirmó por ejemplo Kay Hutchison, embajadora de Estados Unidos ante la OTAN, aludiendo a la solidaridad entre los 29 integrantes de la organización y a los intentos de Rusia de «sembrar la división» con «actos nefastos».

Sin embargo, desde hace varios meses Trump, que pretende desmarcarse a todo precio de sus predecesores, tanto demócratas como republicanos, transmite un mensaje muy diferente.

Esta semana, ante una enfervorizada multitud reunida en el estado de Montana, Trump reservó sus ataques más agresivos a los aliados de la OTAN, que «deben -dijo- comenzar a pagar sus facturas». Estados Unidos está harto de ser «el tonto que paga todo», agregó.

Tampoco se privó de lanzar nuevos ataques a «Angela» (Merkel, la jefa del gobierno alemán).

Cuando mencionó a Putin, en cambio, ninguna crítica salió de sus labios, ni siquiera respecto a Ucrania o Siria. Sólo la esperanza, reiterada mil veces, de llegar a tener «una buena relación» con el líder ruso.

Trump obliga muy seguido a sus colaboradores a contorsiones particularmente difíciles, como cuando destaca las declaraciones de Putin negando toda interferencia en la elección presidencial de 2016, pareciendo darle la razón al hombre fuerte del Kremlin y desmentir a las agencias de inteligencia de su propio país.

En los temas más sensibles, cultiva sin ambages la ambigüedad. Interrogado unos días atrás sobre un eventual reconocimiento por Washington de la anexión de Crimea por Rusia se limitó a responder con un lacónico «veremos», forzando a la Casa Blanca a corregir el tiro en un tema como éste, particularmente explosivo.

Hostilidad abierta hacia la UE

Su hostilidad hacia la Unión Europea, que por un tiempo fue palpable pero no desembozada, ahora ya es declarada. En un discurso en Dakota del Norte llegó a asegurar que la UE había sido «por supuesto» creada «para aprovecharse de Estados Unidos».

Alemania es, entre sus aliados, el país que más ataques recibe, con el trasfondo de una guerra comercial de alcances insospechados.

«Los europeos tienen buenas razones para sentirse preocupados» por la próxima cumbre bilateral Trump-Putin,  dijo a la AFP William Galston, de la Brookings Institution.

«¿Puede pensarse que en Helsinki haya una declaración que contenga anuncios que Trump no haya discutido con sus aliados europeos durante la cumbre de la OTAN? Por supuesto que sí», remarcó.

«De manera general, el presidente se siente más cómodo en sus relaciones con los autócratas que con los demócratas», agregó, y recordó la «escasa estima» del magnate por los organismos multilaterales.

Hace un año, durante su primera cumbre de la OTAN, Trump se presentó como el defensor a ultranza del contribuyente estadounidense y acusó a algunos de sus aliados de deber a su país «enormes sumas de dinero».

Esa vez prefirió, no obstante, olvidar por un momento sus planteamientos más provocadores sobre la utilidad de la OTAN o el futuro de la UE.

Hoy, la situación ya no es la misma.

Alentado por los buenos indicadores de la economía de su país y por la convicción de que debe permanecer fiel a su discurso rupturista, y luego de haberse desprendido de todos aquellos colaboradores que consideró molestos, Trump aparece cada vez más enardecido.

Entre su arribo a Bruselas, en la noche del martes, y su partida de Helsinki seis días más tarde, el presidente de Estados Unidos podría rediseñar una buena parte de las relaciones de su país con el resto del mundo.

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