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Nueva política económica para un nuevo país (y II)

Ricardo Olmos
Economista

Cuando se habla de izquierdas, éstas están más relacionadas frente al régimen político y no al posicionamiento ante el régimen económico social y de manera genérica frente a la integralidad del sistema económico de un país determinado.  En otras palabras, aquellas izquierdas que suelen “bañarse de un ropaje” democrático o moderado son solamente las que pretenden mantener el sistema capitalista de explotación de la clase trabajadora sin mantener en su programa político, la visión del cambio económico que se exige para eliminar efectivamente la dominación, pobreza y marginación de las clases dominadas.

Hay izquierdas que si bien son importantes en una democracia política de un país determinado, son realidades a veces sociales que a veces contribuyen y promueven la democracia política, la democracia participativa, en donde el instrumento más idóneo lo constituye las elecciones periódicas. Pretenden de esa manera que desde el gobierno se inicien las transformaciones sociales manteniendo el sistema y procurando la reducción del desempleo y la pobreza con un Estado fuerte, visión de la cual no escapan los partidos denominados, además de izquierda, de América Latina, Europa, etc.

¿Escapa por cierto de esta visión, la del gobierno de El Salvador? ¿Se posee una política económica de izquierda y adecuada para un nuevo país cuando se aplican programas sociales que no combaten la pobreza sino que solo la mitigan? Este tipo de comportamiento político es propio de determinadas izquierdas existentes en el país, comportamiento que se observa en las democracias políticas establecidas en América Latina, Europa y Centroamérica, y que hoy por hoy ni siquiera se pretende a través de las reformas graduales en el marco del desarrollo de las capacidades productivas capitalistas en América Latina, promover la coexistencia de otras relaciones de producción de naturaleza diferentes a las relaciones salariales. No se impulsan las relaciones de cooperación de no explotación, para desde ahí, en efecto, se reduzcan los males que aún acompañan a buena parte de los pueblos del tercer mundo.

Esta nueva visión significa que el comportamiento político frente a esta realidad debe ser la construcción del poder desde los trabajadores asalariados y de aquellos que no son asalariados. Algunas medidas de política económica para el desarrollo están referidas, en primer lugar, a promover nuevas relaciones sociales de colaboración en la producción y no de explotación y que la co propiedad entre los productores puede constituir una salida a la actual crisis de producción y de empleo en dirección a la construcción de una sociedad, cuya base de producción no sea capitalista sino socialista. En segundo lugar, es crucial comprender que en el marco de esta visión, la escala de producción es clave para que se gane productividad, y se eleven los niveles de volúmenes de producción, sin despreciar la realización del producto en el mercado nacional o regional. Esto significará, en efecto, que en un primer momento los campesinos organizados sean los que se privilegien frente aquellos que aún continúen con sus unidades atomizadas de producción.

Las formas de producción inicialmente a apoyar son las cooperativas de todo tipo y aquellas del área rural así como las uniones de productores, y otras con las que se pueden generar más empleo y producción, en donde el producto sea el resultado de los productores mismos. Si bien el mercado y los circuitos financieros dominan el entorno de este tipo de producción, se elimina la explotación en el modo de producir los bienes y servicios, generando empleo y reduciendo efectivamente la pobreza. Además, la propiedad es social, y por supuesto, diferente al socialismo construido en la era soviética y otras economías socialistas en donde el Estado es el productor e interventor directo en la vida económica y sin mercado, sin derecho a algo fundamental: a la libertad económica.

En la parte urbana, con aquellas unidades económicas denominadas “mipymes” deberá de establecerse la organización en virtud de productos que se producen de manera similar, debiendo recibir impulso con asistencia técnica, planes de negocios, y la distribución del producto en el mercado nacional y regional. La preocupación central es que la protección del empleo será la garantía para que se mantengan al alza los niveles de producción requeridos por el mismo Estado en determinados bienes que hay que asegurar por las compras que desde el Estado se realicen. La misión en un primer momento será garantizar la realización del producto, en donde el Estado debe jugar en la primera fase de desarrollo un papel crucial. Estudiar los productos que suelen ser producidos por la pequeña producción y su localización en el territorio será igualmente significativo, pues se tratará de que las entidades estatales de crédito promuevan un nuevo estilo de desarrollo productivo que actualmente no se tiene en el ideario crediticio. Esta será la base sobre la nueva configuración, cuyo eje de trabajo es la organización social para la producción y el empleo nacional.

En tercer lugar, deberá de fortalecerse la cadena de valor entre la industria que se desarrolle en el campo con la producción esbozadas más arriba. Los niveles de integración intersectorial nacional son fuente de creación de demanda y de oferta nacional que aún no se ha explorado en el país, ni en la región de Centroamérica. Hay que fortalecer, en efecto, el mercado interno y regional. ¿Se está haciendo por las entidades gubernamentales encargadas? ¿Hay personal técnico formado para impulsar esta nueva modalidad de política económica?

En este ámbito, juega un particular papel la institucionalidad económica que no se vincula con el desarrollo, sino solamente con la oferta crediticia estatal salvadoreña sin orientación hacia el desarrollo de las unidades económicas de nuevo tipo.

El planteamiento expuesto contribuye a la democracia económica con libertades y por supuesto a la edificación de la nueva política económica para un nuevo país. En definitiva se trata de construir una sociedad en donde la democracia sea eficiente y eficaz. Este nuevo sistema, repito debe partir del establecimiento de este tipo de relaciones. Si bien el Estado puede impulsar este tipo de producción, no es el garante de que se realicen o se impulsen. Sí, es importante reconocer que podría acelerar el dinamismo de este nuevo tipo de relaciones de producción, y sus resultados en menor corto plazo, con menores costes sociales. Serán en definitiva los trabajadores productores socialistas del campo y de la ciudad quienes impulsen la producción, definan nuevas relaciones sociales de producción entre la sociedad y el Estado. ¿Se requiere de una fuerza o partido político de nuevo tipo que conduzca esta construcción de este tipo de sociedad? En la medida que se genere un posicionamiento con respecto a la relación del individuo frente a la producción, y se dediquen esfuerzos por generar los espacios de poder desde esa relación, se podrá definitivamente sentar las bases para la construcción de una nueva sociedad, y por supuesto, se alcanza a ser efectivamente de izquierda para un país como el nuestro. Los retos para aquellos que suelen denominarse de izquierda, si están en esta vía, podrán decir que en efecto son revolucionarios.

El país requiere de nuevas vías para su desarrollo. Las capacidades productivas se encuentran sometidas en la lógica de las relaciones salariales y de la rentabilidad al servicio del gran capital y estas pueden coexistir con las nuevas que se establezcan al servicio del desarrollo del país. Hay que generar nuevas y diversificadas capacidades productivas con un nuevo empresariado popular en donde los trabajadores organizados para la producción gestionen sus propias empresas.

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