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María Dorila Márquez narra sus recuerdos de lo sucedido durante la masacre de El Mozote, desde su humilde vivienda. Foto Diario Co Latino/Gloria Silvia Orellana.

“No los odio, quiero justicia por todas las víctimas”: Dorila Márquez

Gloria Silvia Orellana
@SilviaCoLatino

La ventana con marco de madera rústica es la única fuente de luz en el cuarto de adobe de la cocina de María Dorila Márquez de Márquez, sobreviviente de la masacre de El Mozote y sitios aledaños, perpetrada por un combinado militar que incluyó al Batallón Atlacatl, compuesto por soldados y oficiales preparados en la lucha contrainsurgente.

Dorila, de 61 años, relató con voz suave los recuerdos que se agolpan en su memoria y alma. “Una psicóloga española me preguntó una vez, ¿por qué lloraba mucho?, que el luto solo es por dos años, entonces le respondí: “para mí, este dolor lo tengo presente como si fue ayer y me lo llevaré a la tumba”.

La visita del juez de paz de Meanguera es la primera de tres jornadas de inspecciones oculares, toma de medidas perimetrales y fotografías para robustecer las declaraciones de los testigos sobrevivientes de la Masacre El Mozote y lugares aledaños.

La comisión judicial fue ordenada por el Juzgado Segundo de Primera Instancia de San Francisco Gotera, Morazán, que podría incluir, además, exhumaciones en el municipio de Arambala, con la cooperación del Equipo Forense de Antropología de Argentina en la identificación de osamentas.

“Es terrible lo que viví en este lugar unos días antes (de la masacre), los militares los estuvieron transportando en helicópteros a estos lugares, pasaban bien bajito y encañonando con sus fusiles. La casa estaba cerrada y por la ventana de la cocina vimos moviéndose al Ejército a ese cerro, que era más bajito y limpio, sin árboles, se podían ver”, narró mientras señalaba el cerro La Cruz, que se avista desde la cocina que se encuentra en el mismo lugar desde 1981.

Dorila recorrió junto al juez y agentes de Inspecciones Oculares (PNC) todos los lugares a los que recurrió junto a sus dos hijos y su esposo en su huida del cantón La Guacamaya, cercano al caserío El Mozote, ese 11 de diciembre de 1981.

“Ahora no creo poder bajar al abismo al que bajamos para ir a Los Toriles, porque estoy mal de salud, en aquel momento lo hice por el susto y obligada, tuve que andar con mi hijo baleado en su pie, era noche de luna llena y teníamos que aprovechar la oscuridad para escondernos y huir. Lo que sufrimos fue terrible y lo he contado tantas veces, y lo seguiré haciendo porque, como digo siempre, no quiero que nadie más sufra esa terrible angustia que pasamos”, señaló.

De los recuerdos más atroces Dorila Márquez describe el fuerte olor a cuerpos quemados, el espeso humo que subía en columnas por los cerros, luego que soldados incendiaran los ranchos y cultivos de los pobladores. Así como gritos desgarradores de mujeres, niños, niñas y ancianos, aunque, entre sollozos, reconoció que quien no ha vivido una situación similar, difícilmente podrá identificar la “tribulación” de esos días.

“Vimos cómo un soldado salió corriendo detrás de una niña que traía un niño a la cintura, y se van detrás de la casa y después se escuchó la ráfaga y luego ya estaba quemándose la casa. Ahí estuvimos todo el día con ese olor a cuerpos quemados, fue terrible, escuchar los gritos de la gente. El Mozote se llenó de humo negro raro. El milagro que nos hizo Dios fue cegar (a los soldados) para que no nos masacraran y que mi hijo herido de su pie no muriera, esos fueron los milagros de Dios”, reafirmó.

La odisea de Dorila Márquez junto a su familia desde la huida del cantón Guacamaya hacia Los Toriles y luego como refugiada en tiendas de campaña en Arambala, junto a muchas más familias de los cantones y caseríos cercanos a El Mozote, fue documentada por el juez de Meanguera.

“Yo no los odio, solo quiero justicia por las víctimas, fue tan cruel lo que hicieron en El Mozote y sitios aledaños, no le deseo a nadie ese sufrimiento que vivimos. Me quitaron a mi padre, mi hermanita embarazada, mi sobrina de 7 meses y sobrinito de un año; mis cuñados, sus esposas y sus hijos, y los hermanos de mi esposo -le masacraron cinco-, tres mujeres y dos hombres, una de ellas de cinco meses de embarazo y otra que tenía días de haber dado a luz”, describió.

Sobre las expectativas del caso El Mozote y las inspecciones ordenadas por el Juzgado Segundo de Primera Instancia de San Francisco Gotera, María Dorila es optimista, porque el proceso “va caminando por buen sendero”.

“Existen algunas personas que dicen que esto no pasó, quieren tapar el sol con un dedo, pero la Masacre de El Mozote está reconocida a nivel mundial, solo en la primera exhumación en el Jardín de los Niños Inocentes de los 146 restos exhumados, en la casa del sacerdote, seis eran adultos, los demás eran niños menores de 12 años, o sea, 141 niños, porque entre los adultos estaba una mujer embarazada, fueron crueles con esos niños inocentes”, concluyó.

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