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muerto en vida II de roma a izalco

Rafael Lara-Martínez
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Desde Comala siempre…

II.  La Eneida, libro sexto

En esto, empezaron a oírse voces y lloros de niños, cuyas almas ocupaban aquellos primeros umbrales; niños arrebatados del pecho de sus madres, y a quienes un destino cruel sumergió en prematura muerte antes de que gozaran la dulce vida.  Junto a ellos están los condenados a muerte por sentencia injusta.  Dan aquellos puestos jueces designados por la suerte; el presidente Minos agita la urna, él convoca ante su tribunal a las calladas sombras, y se entera de sus vidas y crímenes.  Cerca de allí están los desdichados que, vencidos de la desesperación y aborreciendo la luz del día, se quitaron la vida con su propia mano. ¡Ah, cuánto darían ahora arrostrar en la tierra pobreza y duros afanes! pero los hados
no lo consientes, y las tristes aguas del lago Estigio, con sus nueve revueltas, los enlazan y sujetan en aquel odioso pantano.  No lejos de aquí se extienden en todas direcciones los llamados Campos Llorosos, donde secretas veredas que circundan una selva de mirtos, ocultan a los que consumió envida el cruel amor, y que ni aun en muerte olvidan sus penas; en aquellos sitios ve Eneas a Fedra, a Procis y a la triste Erifile, enseñando las heridas que le hiciera su despiadado hijo, y a Evadne y a Pasifae, a quienes acompañan Laodamia y Ceneo, mancebo en otro tiempo, y ahora mujer, restituida por el hado a su primitiva forma

III.  El destino de los muertos, teología náhuat-pipil
Cuentan los ancestros.  Quien muere asesinado se dirige hacia donde hay un gran fuego que trepida sin cese.  Ahí penetran los muertos —los que se dirigen al fuego— y se vuelven ceniza.
Al morir quien ha asesinado, también se dirige al fuego.  Y cuentan que la ceniza resucita y habla.
La ceniza del asesinado dice.  “¿Igualmente vendrías tú a este mismo sitio?  Aquí también expiarás todo lo que hiciste conmigo”.
Al igual que yo, tú también arderás.  Aquí expías todo lo que obraste mientras permanecías en vida.  Aquí todo se expía.
Los ancestros relatan también.  Quienes mueren de enfermedades se marchan hacia donde hay una luz blanquecina.  Ahí los ancestros refieren que llega a contarlos una Deidad Femenina.
Al terminar de contarlos, les obsequia una espina de flor a cada uno.  Les advierte.  “No la desperdicien.  A Mí Misma Me la obsequiaron al arribar aquí”.
Todos marchan en línea recta hacia el lugar donde se halla una Piedra, la cual posee boca, ojos, nariz, orejas, dientes.  Posee pleno rostro.  Salvo que Su cabeza es calva.
Ahí la piedra te dirá.  —ya que puede hablar— el camino que habrás de proseguir.
Donde está la Piedra Parlante, hay dos caminos.  Uno está íntegramente colmado de flores. Por su sendero se encaminan todos aquellos que han muerto favorablemente.
El otro camino —el que se halla lleno de espinas— lo transitan todos aquellos que han muerto desfavorablemente.  Arriban al gran fuego que trepida hasta volverse ceniza que habla.
Eso soy yo, ceniza que habla.  Enfebrecida y ardiente…

Ver también

«Orquídea». Fotografía de Gabriel Quintanilla. Suplemento Cultural TresMil, 20 abril 2024.