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Merecemos otra Europa

Iosu Peralesa

Mariano Rajoy primero protestó enérgicamente por la cuota de refugiados que se le asignaba desde Bruselas: 4.288. Finalmente aceptó 1.300. Ahora, advice la iniciativa de las ciudades-refugio le ha puesto en evidencia y por razones electorales promete aumentar el número de acogida (la UE le pide 14.000). En realidad la cicatería del gobierno español es un escándalo. Según la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) España recibió el año pasado 3.614 solicitudes de asilo, de las cuales aprobó 1.600, y eso que las leyes internacionales obligan la acogida a refugiados por casos de guerra. Un ejemplo aleccionador para toda Europa: Líbano, un pequeño país de 4.5 millones de habitantes, sufrido, acoge a 1.2 millones de refugiados sirios. En realidad los refugiados están poniendo a prueba los pilares de la Unión Europea.

La Unión Europea está cogida con hilos. Ya el escarnio sobre Grecia ha dejado claro que se ha perdido definitivamente el control ciudadano sobre decisiones que deciden las condiciones de vida de la gente. El ministro de finanzas alemán, Schäuble, lo dejó claro al afirmar: “No se puede dejar que unas elecciones cambien cualquier cosa” en referencia al NO de Grecia.  Y es que se piense como se piense del desenlace del caso griego han quedado muy claras algunas cosas: la naturaleza cada vez más autoritaria de la Unión Europea, bajo el liderazgo de Alemania; la incapacidad de una comunidad -que dice apoyarse en principios de cooperación entre iguales y en la paz-, para extraer lecciones de la historia, con tal de sancionar a los rebeldes; el desafío que representa esta Europa que ha roto la promesa de lo que dijo ser, para dar la espalda a una renovación democrática. Aquel proyecto impulsado tras la segunda guerra mundial que prometió crear una sociedad europea basada en la solidaridad, la democracia y el progreso, ha sido raptado por un neoliberalismo sin alma, propio de una derecha política radicalizada, hostil a cualquier perspectiva progresista de igualdad.

Ahora, una Europa con amnesia e irresponsable de sus propias actuaciones en regiones de África se encuentra perpleja ante la avalancha de refugiados que son ya multitud ante sus estrechas puertas. ¿Cómo olvidar que Occidente alimentó el islamismo radical para frenar el nacionalismo árabe ya desde el asesinato del dirigente egipcio Nasser en 1967? ¿Cómo obviar que Europa sigue vendiendo armas en África a los actores en guerra? ¿Cómo pasar por alto la destrucción de Irak, el más grande de los errores? ¿Cómo ignorar que la OTAN bombardeó Libia y con ello abrió un escenario incontrolable en ese país y en todo el Magreb, extendiendo el yihadismo? El drama de los miles de refugiados que tocan nuestras puertas huele demasiado a responsabilidades que compartimos junto con los gobiernos sátrapas árabes y los grupos terroristas del califato.

La dramática crisis de los refugiados ha originado divisiones en el seno de la UE.

La falta de unidad europea es ya, de nuevo,  evidente. Ahora bien, espero que la radicalidad mostrada contra los impagadores griegos, se convierta en radicalidad contra los Estados cicateros e insolidarios que no quieren aliviar al menos la tragedia y además incumplen las leyes internacionales que obligan a dar refugio a los que huyen de las guerras. Pero ocurre que las obligaciones con los bancos son sagradas; y las obligaciones con los refugiados son un asunto de soberanía nacional voluntaria.

Las cifras de muertos a las puertas del muro de Europa crecen cada día, de modo que cualquier número que se dé queda inmediatamente desfasado por nuevas tragedias. Digamos que son miles, la mayoría en el Mediterráneo y en el Egeo. Y los que sobreviven, mucho rescatados en condiciones paupérrimas tienen que soportar la represión y el desprecio en las fronteras de Hungría donde gobierna la ultraderecha. No oculto que me alegra saber de algunas reacciones positivas  de gobiernos europeos en favor de la acogida a cierto número de refugiados, en buena parte como resultado de un clamor de la sociedad civil. Pero es urgente que la Unión Europea derogue el protocolo que exige que la petición de asilo en la UE sólo pueda llevarse a cabo por el país en que se entra a la UE. No parece que Hungría sea la mejor puerta de tramitación de asilo, después que haya anunciado su hostilidad traducida en penas de cinco años para los refugiados que intenten atravesar el país. Alemania y Austria han dado un buen paso ignorando esta obligación protocolaria. Por otra parte la UE debe multiplicar su presupuesto para ayuda humanitaria, de emergencia, migración, asilo y cooperación con países de origen.

Me preocupa que la focalización hoy por hoy necesaria en los refugiados africanos termine justificando la negación de las migraciones por razones de hambre. Se nos dirá que ya es mucho atender a los primeros como para abrir las puertas a los segundos. Desgraciadamente, la muerte del pequeño Aylan que huía de la brutalidad islamista nos conmueve el corazón (más de 11.000 niños han muerto ya en Siria). Él ha muerto ahogado el mismo día en que han muerto, según UNICEF, 19.000 niños por hambre y enfermedades evitables. De modo que el drama de los refugiados no debe solapar, ocultar a quienes también buscan una vida mejor empujados por las hambrunas. La Europa colonizadora, la que esquilmó África, tiene también responsabilidad en las migraciones por razones económicas.

He comenzado diciendo que Europa está cogida por hilos. La fantasía del papanatismo europeo se desvanece. Ojalá la crisis actual sea una muestra de la caída de una comunidad de mercaderes, apropiada por los grandes grupos financieros y por una derecha sectaria y servil a esos grupos antisociales. Ya lo que nos faltaba es que Eslovaquia, sólo quiere acoger a cristianos. Esto es inaguantable. Por el contrario queremos la Europa que perseguía Aylan, esa que habría escuchado contar a sus padres. Una Europa social, inspirada en la igualdad, en la tolerancia, en el respeto a todos los derechos de todas las personas. Una Europa de la ciencia, de la libertad, de la gente, del progreso común. Esa Europa que de seguro está en la agenda de quienes han dado un buen ejemplo: las ciudades-refugio. Una Europa que se comprometa a impulsar el fin de las guerras. Ninguna de ellas desaparecerá por sí sola.

La crisis de los refugiados ha puesto en primer plano la crisis de valores en Europa. Parece que sólo consideramos humanos a los que mueren.

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