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Lucy Ortiz, guerrillera y poeta

Hombres y mujeres del “Pulgarcito de América”, como denominara cariñosamente a El Salvador la poeta chilena Gabriela Mistral, han nacido personas que han sabido ganarse un lugar de privilegio en la historia buena del país. Entre estas personas debemos y tenemos que incluir sin titubeos a Lucy Ortiz, aunque yo la conocí como Marta Menjívar “La Colocha”. De esos tiempos ya pasó mucha agua bajo los puentes salvadoreños. Además de ser historia aparte.

Joseph Addison, poeta inglés, escribió una frase que a nuestra poeta le sienta de perlas. La frase es: “Lo que me queda de vida no quiero vivirla en vano”. Y eso, precisamente, es lo que hace Lucy, no vivir en vano lo que siempre le queda de vida. Siempre está pendiente que hacer después de coronar una idea o un proyecto.

Allá por los años ochenta, durante el fragor de la guerra civil que vivimos por doce años, los que la conocimos nos preguntamos de dónde sacaba tiempo y espacio para hacer y estar en varios sitios a la vez. La pregunta sigue sin responderse, porque ella sigue con el mismo ritmo de vida como en esa época.

Uno de sus logros fue la creación de lo que hoy es el Comité Cristiano Pro Desplazados de El Salvador. Gracias a este Comité muchos hombres y mujeres desplazados; pero no solo eso sino que, algunos ciegos, otros mutiladas sus piernas o brazos. Además de haber perdido a familiares de todo nivel. ¡Sin nada en la vida!

En esos andares, fue capturada en tres ocasiones; pero la suerte jugó a su favor y dejada en libertad, no sin antes haber sido sometida a las tradicionales torturas de las que aún tiene huellas físicas y mentales. Esa situación la obligo a la emigración. Era preciso. La vida de sus hijos y de ella, corrían peligro de muerte. ¡Ah sí, llega a Vancouver, Canadá! No fue fácil.

El dolor de abandonar al pueblo; su pueblo, la atormenta y, en la búsqueda de un alivio a esos dolores, se refugia en la poesía, la música y la pintura. Qué bien. Las artes y la literatura salieron ganando de todo esto.

Para bien de su lucha, en Canadá, se le reconocen sus atributos humanitarios, artísticos y literarios. El darse por y para los demás. Hay testimonios de esos reconocimientos.

Hoy hablamos de Lucy Ortiz, la artista y poeta plena, quien también en ese gélido país del Norte de América deja sus huellas: Una de esas huellas ya indeleble, el Proyecto Cultural Sur Vancouver, con presencia en varios países de América, el Caribe y Europa; se ha internacionalizado. También está el monumento “Sopa Sur” esculpido en una gigante roca, ubicado en uno de los parques importantes de Vancouver.

La tenemos aquí en cuerpo y alma presentándonos su libro: “Más que una mujer en la guerra”. En el narra varios momentos felices así como los difíciles que vivió ella y sus hijos. Toda una mujer-madre sacrificada pero que no la doblegaron, ni la represión, ni la indiferencia y mucho menos, la ingratitud… Hay mucho que contarles sobre nuestra poeta Lucy Ortiz, pero mejor cierro mi participación leyéndoles la siguiente frase de Addison que dice: “Tres cosas esenciales para ser feliz: “Tener algo que hacer, algo que amar y algo que esperar”.

Como vemos, Lucy Ortiz tiene no algo sino mucho que hacer; algo que amar, todo lo que hace lo hace por amor a los demás; y algo que esperar, que aunque tarde se le coloque en un lugar de la historia de El Salvador y de Vancouver. Esto último lo digo yo. ¿Algo que esperar? Si, que en este nuestro planeta Tierra, reine la paz y fraternidad con solidaridad para con nuestros semejantes.

Gracias.

Antonio Velado

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