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Los complejos desafíos del gobierno sirio tras su victoria simbólica en Deraa

Beirut / AFP

Tony Gamal-Gabriel / Alice Hackman

El gobierno sirio de Bashar Al Asad se impuso con cierta facilidad ante los rebeldes de Deraa, cuna de la revuelta democrática en 2011. Pero los próximos desafíos del gobierno serán complejos en un país fragmentado y con disputas de influencia de las potencias regionales.

Después de más de siete años de guerra civil, el gobierno sirio recuperó los territorios perdidos ante grupos rebeldes y yihadistas y ahora controla más del 50% del país.

Pero si continuara su ofensiva contra los grupos rebeldes de Qouneitra, al lado de la frontera isaelí, o los yihadistas de la provincia de Idlib, en el noroeste, próxima a la frontera turca, el gobierno sirio se adentraría en regiones muy sensibles para Israel y Turquía, respectivamente.

No obstante, el gobierno sirio podría poner de inmediato su punto de mira en estas dos regiones, tras su victoria simbólica en la provincia meridional de Deraa, donde empezaron las primeras manifestaciones contra Al Asad en la primavera de 2010.

«Con la caída de Deraa, Bashar Al Asad envió un mensaje. Todos aquellos territorios sirios que se sublevaron contra él, se encuentran a su alcance», explica el analista Nicolas Heras, vinculado a varios centros de reflexión norteamericanos.

El gobierno sirio necesitó menos de tres semanas de una intensa ofensiva militar para vencer a los rebeldes de Deraa y obligarles a firmar un acuerdo llamado de «reconciliación», aunque en realidad parece una capitulación.

«No fue la batalla más dura del conflicto sirio, pero simbólicamente resultó una de las más importantes», reconoce Karim Bitar del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (Iris).

«Desafío militar y político»

El acuerdo, apadrinado por Moscú, prevé que las instituciones estatales recuperen el control de las regiones insurgentes en Deraa y que los rebeldes abandonen su artillería pesada y de medio calibre.

El gobierno ya se hizo con el control de prácticamente la totalidad de esta provincia en el sur de Siria, aunque no empezaron a aplicarse los trámites previstos en el acuerdo de alto el fuego. También empezó a bombardear los focos de resistencia en el suroeste de esta región, controlados por el Estado Islámico (IS).

La provincia de Qouneitra, justo al sur de Deraa, podría ser su próximo objetivo, a pesar de que esta región se encuentre en la frontera con los Altos del Golán, ocupados y anexionados por Israel.

«Se trata evidentemente de una zona sensible, que representa un desafío militar y político para el gobierno», considera Sam Heller, analista del centro de reflexión International Crisis Group (ICG).

Según un informe reciente del ICG, Israel apoyó «a facciones armadas en el sur (de Siria) para reforzar las alianzas locales y así crear un cordón de seguridad en su frontera».

Tras los combates entre grupos rebeldes y el ejército sirio, el miércoles se produjeron disparos de misiles israelís contra posiciones del gobierno en Qouneitra. Un ataque que sirve «de advertencia», afirma Fabrice Balance, experto sobre Siria.

Idlib, «una línea roja»

Pese a las sucesivas victorias militares del gobierno, Siria continúa siendo un país dividido entre una multitud de grupos combatientes.

Grupos insurgentes todavía controlan territorios en el norte del país, donde Turquía los apoya. Los combatientes kurdos, aliados de Washington, tienen bajo su control extensos territorios en el nordeste, mientras que grupos yihadistas administran la provincia de Idlib.

Esta provincia está bajo control del grupo Hayat Tahrir Al Sham, una coalición yihadista apoyada por Turquía e integrada por el antiguo brazo sirio de Al Qaida.

Los territorios del norte de Siria son considerados como el patio trasero de Turquía, que acoge a tres millones de refugiados sirios en su territorio y busca evitar las nuevas llegadas.

«Turquía apuesta por la continuidad del bastión rebelde de Idlib», que considera «como una línea roja», dijo Heller.

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