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LITERATURA Y REVOLUCIÓN EN EL SALVADOR: “LOS HEREDEROS DE FARABUNDO” de José Roberto Cea. Premio Latinoamericano de Poesía “Rubén Darío”, Managua, Nicaragua, 1981. segunda entrega

Alfonso Velis TobaR

Poeta, medicine investigador y ensayista

M.A Carleton University

 

4- Interpretación y estructura literaria. Características.

Con el fin de estructurar su discurso literario el autor José Roberto Cea divide “Los Herederos de Farabundo” en cuatro partes según el orden respectivo: A) “Los Herederos de Farabundo”. B) “En el País de la Sonrisa”. C) “Jugándose la vida”. D) “En el Valle de los Pulgares amarrados”. Veinte y siete textos en total, discount   escritos entre 1972 y 1980 en los cuales hay un reflejo de la problemática nacional de esta trágica historia que enfrentamos hacia las últimas tres décadas del siglo XX aquí en EL Salvador,  Centroamérica.  De notable interés el texto “Los Herederos de Farabundo”, que comprende la PRIMERA PARTE,  poema “sinfónico” por la polifonía de voces que precisamente intervienen para narrar casi épicamente la historia del héroe nacional. Como recurso inmediato de técnica literaria, el autor crea las voces de tres personajes: Un Narrador, Varios Testigos y Varios Coros. Una especie de personaje colectivo. Estos aparecen en el discurso mediante voces intercaladas con un lenguaje coloquial, conversacional, ameno y casi dramático. Es precisamente mediante este recurso el autor va estructurando su mensaje, rememorando la vida del héroe nacional, como la de otros líderes del movimiento popular salvadoreño. Un héroe que la misma historia oficial ha pretendido tergiversar en su condición moral de luchador revolucionario.

Por ejemplo, cuando uno de los Coros, canta, recrea el texto con lenguaje lirico indigenista: “…en las nubes que bajan para aprender la hierba y al atado de plumas/ y el venado vuela/ rio de venados, rio brujo en cuatro movimientos de cuatro jades / cuatro cerros de obsidianas”. Luego vienen los “Coros de vendedoras y vendedores ambulantes” y el “Coro de campesinos desfilando en las calles de San Salvador”.  Es importante subrayar como a través del canto coral como que se retomaran las palabras desde la misma boca de la gente. Se oye el grito de personajes populares que actúan desde los mercados, las fábricas, los barrios y colonias. Coros que vienen y van cantando los tantos gajes del oficio: “Le damos flores, llevamos macetas con plantitas/ Mire que lindas patroncita / ¿Le damos su jardincito? / ¿Quiere?” (Coro de vendedoras ambulantes.) (Pág. 22). También allí están los que pegan suelas, tacones y tapitas, el remendón de zapatos: “Arreglamos zapatos ¿ le ponemos tapitas / media suela / ¡Zapatos que componer!/ le ponemos las tapas/ le cosemos lo roto/ le pegamos las suelas, las tapas / ¡Zapatos que componer” (Pág. 23)

Entra el Coro de Vendedores ambulantes, se encuentra la que vende dulces, chilate con melcochas, dulce de camote, el hombre de los barquillos, sorbetes, las minutas y están los que gritan: “Aquí están sus colchas, sus hamacas, alfombras, perrajes, cubrecamas, cobertores, le damos ¿Quiéree? / ¡Hágase de su color”!  Los que gritan el premio de la lotería: “Tome su pedacito le llevamos en ocho y cero ¿Le damos? ¿Aquí va el premio / ¡Solo premios llevamos ¡/ el 29 no ha jugado ¡Lotería! (Pág. 26) Así vienen marchando las que gritan las “pupusas” de queso y de loroco, los “ticucos”, la semita mieluda, la horchata,  los tamales “Pishques”, las frutas y vegetales. Así violentamente viene el Coro de Campesinos desfilando por las calles de San Salvador, exigiendo justicia, mejoras salariales y un poco más de alimentación.  En fin es la voz  colectiva del pueblo salvadoreño en lucha constante por sobrevivir.  Pueblo que sabe soportar con valentía tesonera en medio de su crisis económica y social, los problemas políticos, pueblo que desea  trabajar y se inventa hasta la manera de sobrevivir. Esa gente la más humilde, la que batalla contra los avatares de la vida, en confrontada lucha de clases, agobiada por una sangrienta guerra civil. Es cuando surge a través de los Coros, ese grito unánime desde los sectores sociales más sufridos y explotados que buscan mejores condiciones de vida y  justicia social.   La participación del Testigo sabe darnos las cifras estadísticas oficiales, del problema de la tenencia de la tierra, la situación económica, la salud, la desnutrición, el desempleo, la vivienda, el analfabetismo que padece la población, la constante perdida de nuestra identidad, los valores nacionales por la misma  neo colonización que sufrimos ante el manoseo del imperialismo yanqui. El Testigo denuncia la injusticia social en la que el pueblo vive. Entonces sientes, oyes el grito de las consignas políticas, el pueblo tomándose las calles, los ministerios, los templos, las plazas y las manifestaciones de masas organizadas, exigiendo justicia por la causa popular.  Usualmente también un Narrador denuncia el bienestar y las artimañas políticas de la clase explotadora, la represión del ejército y la intromisión del imperialismo. Se denuncia la violencia institucionalizada que ejerce la maquinaria represiva del Estado, de la falta de libertad, de los estados de sitio, el toque de queda y de la ley Marcial; de las dictaduras de Anastasio Somoza García, principal agente del imperialismo yanqui. Se habla de las luchas de Anastasio Aquino, campesino indio que se levanto en contra de los ricos en 1833 y en concreto este texto habla de las actividades revolucionarias de Farabundo Martí: “Quien no solamente dio sus tierras a campesinos de su fincas –lo dice el poeta Cea- sino también la vida por nosotros que ya es mucho que decir” (Pág. 67)

Luego cuando entran otros “Testigos” hablan del héroe nacional y para ello el autor inteligentemente utiliza a un “personaje testigo” muy importante que se conoce dentro de la historia de la revolución salvadoreña. Nos referimos a don Miguelito Mármol del que ya les conté que fue fusilado en 1932 junto con Farabundo Martí, pero quien se salvo por suerte. Don Miguelito Mármol es testigo ocular, militante todavía hasta el año de 1980, testigo partícipe del proceso revolucionario que hemos vivido. Quien habla de su compañero de lucha, el “Negro” Farabundo Martí, siempre juntos en aquellos años de 1932. Este Testigo sabe contarnos con gracia, donaire, a veces con mucho patetismo sus experiencias, su militancia revolucionaria dentro del Partido Comunista de El Salvador y junto a Farabundo, otros  líderes indígenas de Izalco Timoteo Lúe y Chico Sánchez, mártires de las luchas populares de 1932.  Mármol hace un verdadero retrato de su compañero:

“El negro Martí era zamarro / bravo de verdad como un rio de violentas aguas / que se tornaba más impetuoso / cuanto más tormentos de dificultades / caían sobre nuestra tierra y nuestra vida / era una especie de volcán / de sueños extraños salía a lo más rojo / la calcinada lava de su heroica indignación/ frente a la oligarquía que todavía aplasta a nuestro pueblo / y ante la brutalidad del imperialismo / que todavía se ceba en el cuerpo de las masas de nuestra América” (Págs. 43-44)

Luego hay que notar cómo otros Testigos hacen alusión a relevantes fechas históricas, los informes textuales que Cea utiliza dentro del discurso como cartas, telegramas, proclamas, manifiestos, conocidos slogan publicitarios, que se constituyen en documentos  históricos; por ejemplo el telegrama que el Gral. José Tomas Calderón, alias “Chaquetilla” hace llegar al almirante Smith en el crucero Rochester, y a otros oficiales como Brahudes y Hart del destructor Vancouver:  “Y se complace en comunicarle que la paz en El Salvador ha sido restablecida; que la ofensiva comunista ha sido totalmente abatida y dispersa y que se llegará a la completa exterminación. Que ya están exterminados cuatro mil ochocientos bolcheviques” (Págs. 42)

También el autor  en su discurso poético, incluye adivinanzas, dichos populares, noticias periodísticas, cifras estadísticas, la situación económica, salud, analfabetismo y la distribución de la riqueza nacional. Además Cea rescata el Folklore cuando hay un canto general de  las comidas típicas de nuestro país; se ridiculizan con sarcasmo las cuñas televisivas comerciales; por ejemplo “Hoy en la historia” “Un día como hoy, fueron fundadas las Fuerzas populares de Liberación Nacional Agustín Farabundo Martí”. Todo es un verdadero “Collage” para  conformar la trama histórica alrededor del héroe enaltecido Farabundo Martí. La obra aborda la realidad salvadoreña, sus años de cruenta guerra. Luego otro personaje Narrador, aborda el problema nacional  y oigámoslo: “Este es un periodo (…)  de fuerzas y enseñanzas / mediante la incorporación / de todos los sectores / democráticos, progresistas y revolucionarios del país / más la solidaridad internacionalista / en toda clase de trabajo / para lograr en definitiva / la liberación nacional” (Pág. 65)

Debo recordar mis lectores que cuando vamos interpretando esta poética, todavía estamos inmersos en la lectura del texto que da título a la obra  “Los Herederos Farabundo” poema largo,  columna vertebral de todo el discurso dando a luz  personajes que salen a escena, de los héroes verdaderos, de los antipatriotas de nuestra historia. Es cuando el autor rescata a caudillos y aquellos lugares geográficos implicados en las sublevaciones sin olvidar las acciones de Francisco Morazán y Gerardo Barrios, militares honestos del pasado, fusilados por la familia de los “Dueñas” enemigos de clase, jerarcas de la oligarquía quienes han robado de los fiscos del pueblo para enriquecerse ilícitamente. Interesante cuando Cea compara a venales personajes del pasado con otros vende patrias del presente. Tal es el caso al comparar a prelados de la Iglesia  Católica Salvadoreña,  por ejemplo, la actitud de un Monseñor Belloso y Sánchez en plenos años de 1932: “Un obispo tan corrompido –dice el poeta Cea- como en 1980 lo son Monseñor  Aparicio y Quintanilla,  alias “Tamagás” y el Coronel Monseñor José Eduardo Álvarez, capellán militar. Curas conservadores,  opios, mancomunados a militares, aduladores de los ricos, bendiciendo sus armas de muerte, aduladores de la “bondad” de los burgueses porque donaron la sacristía y la pared del convento, curas reaccionarios, venales en su proceder, empadronados a un sistema de injusticias, de intereses egoístas, que desde el pulpito amenazaban con la “excomunión” a líderes revolucionarios y a sacerdotes con el sentido de la teología de la liberación que admiran también al padre Camilo Torres que luchaba por los pobres de su país. Sacerdotes progresistas y hoy mártires algunos,  por la lengua de tales serpientes con sotana. Claro a diferencia de un Monseñor  Romero, valiente pastor, símbolo de la lucha liberadora que representa a una iglesia popular, defensora de los desposeídos, los oprimidos y voz de los in voz. Entonces Cea denuncia a estos curas antipatriotas “hijos de…” del demonio (por no decir otra mala palabrota). La doctora Matilde Elena López quien ejerce la crítica a la poesía nacional, dice al respecto sobre esta obra que: “Cea construye la historia poetizada de El Salvador en toda su patética belleza, se aproxima a los hechos recientes que conforman la vida salvadoreña. Es mediante el diálogo entre un Testigo y el Narrador, Cea teje su historia, recoge el amargo recuerdo de los hechos. A contraluz, el héroe Agustín Farabundo Martí, enlaza los sucesos que han originado el conflicto armado de nuestros días” Pues es preciso observar que tanto Narrador y Testigo abren y cierran el discurso en torno a nuestro protagonista Farabundo Martí, héroe histórico que mañana podría ser una especie de leyenda de una época legendaria muy lejana. Con esto cerramos la interpretación que concierne a la “PRIMERA PARTE” cuyo texto lo constituyen los “Herederos de Farabundo”, poema de mayor extensión del discurso que lo caracteriza. Roberto Cea con esta obra demuestra que tiene un compromiso con la verdad histórica demuestra su indeclinable lealtad al hombre. AVT.

(El próximo sábado, última entrega de este  análisis)

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