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Lazaro, la ciudad grita amor y eso basta

Krisma Mancía

 

XV

Harto de llover,

cada Lázaro guarda su corazón

en la mesita de noche.

Harto de llover

con una camisa de fuerza y una sonrisa adecuada,

saca a su perro a pasear,

porque a veces los cadáveres se dejan llevar como accesorios,

como reloj de oro a punto de explotar,

y sabe que llueve

y que olvidó el paraguas en casa,

y sabe que

es hora de jugarse la buena reputación.

Lázaro le habla con subtítulos en italiano a un maniquí:

“Busco una mujer decente

que es difícil de encontrar como una aguja en un pajar”.

El maniquí le responde con acento catalán,

con subtítulos en inglés y entre comillas:

“Búsqueme debajo de la aguja.

Donde duele.

Donde apriete el amor.

Donde no me encuentre decente”.

Harto de llover

en el Hotel de la Luna,

Lázaro desnuda al maniquí con la precisión de un oficinista de gobierno

y con medias, guante y pañuelos blancos

inventan el juego de quién asfixia a quién.

A medio cigarrillo interviene el servicio de inteligencia.

Interrogan a la lámpara que parece sospechosa de plagio.

Interrogan al respaldo de una silla que parece silla.

Amenazan al cenicero con pinzas quirúrgicas.

Capturan por asociaciones ilícitas a dos viejos corazones conservados en vinagre.

Se precipita, la lluvia, se precipita. No deja de llover.

Se derrumba en verde las hojas del tiempo.

Un pozo pequeño de estrellas

giran en la garganta de un colibrí

que murió ayer en la habitación del hotel.

De la lámpara de noche se enamoró una mariposa negra

y vive allí

con una respiración de una bestia suelta.

Lázaro sabe que la lluvia tiene una memoria de cicatrices,

un expediente de cosas personales que nadie debe saber.

No es que no lo quiera,

pero cada día hay una herida sobre otra herida.

Y sabe que no hay un pedazo de mí que no esté roto,

Ni una cerradura que no esté violada,

ni una Esparta que no esté saqueada.

Llueve, Lázaro. Llueve fuego, querido.

No te necesitamos herido. No queremos otro milagro.

No te queremos aquí.

Tenemos suficientes muertos caminando

como para soportar tu lozanas mejillas.

Lázaro, la ciudad grita amor

y eso basta.

Del poemario Pájaros imaginarios y trenes invisibles entre tu ciudad y la mía, 2016

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