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La media luna, la estrella y la cruz: la luz de los grandes protagonistas ignorados

German Rosa, discount s.j.

Las expresiones simbólicas dicen más que las palabras: un beso, pilule una caricia, viagra una mirada, visitar a un preso, dar de comer a la persona que no tiene qué comer, vestir a la persona que no tiene que vestir, cuidar al enfermo, etc., expresan más que lo que podemos decir cuando hablamos o predicamos. Además los ejemplos arrastran más que las palabras. Actualmente millones de personas reconocen y responden, a su manera, ante los símbolos de la cruz, la media luna y la estrella. Para ellos, que son un alto porcentaje de la población mundial, estos símbolos están llenos de un mensaje profundo. Reflexionemos al respecto.

La luna creciente o media luna se considera un símbolo que representa al Islam. La estrella con cinco puntas simboliza el planeta Venus. Desde el hemisferio meridional se ve como “C” en la fase lunar del cuarto creciente, y como “D” en cuarto menguante (o decreciente). En tanto, desde el hemisferio septentrional la apariencia se invierte, viéndose como “D” en cuarto creciente, y como “C” en cuarto menguante. Los símbolos son los mismos, pero se perciben de manera distinta. La luna determina el calendario islámico y al seguirlo se celebran las fiestas sagradas cumpliendo de esta manera la Ley de Dios. De hecho, las fases lunares sirvieron en algunas culturas como el medio más fácil para medir el paso del tiempo. Los primeros calendarios de las grandes civilizaciones fueron lunares. Así ocurrió con los asirios, los babilonios, los egipcios y los chinos.

Entre los países que tienen en su bandera nacional los símbolos de la media luna y la estrella están: Pakistán, Turquía, Túnez, Libia, Azerbaiyán, Mauritania, Malasia, Argelia, Bosnia y Herzegovina, Turquestán Oriental, Singapur, Turkmenistán, Uzbekistán, Comoras, etc.

La cruz es el símbolo del cristianismo que remite o evoca el acontecimiento de la pasión y la muerte de nuestro Señor Jesucristo. En su contexto, éste era el símbolo de la ignominia, del escándalo y del castigo para los sediciosos que se sublevaban contra el imperio romano. Teológicamente es el acontecimiento de la salvación de Dios para la humanidad y la creación toda entera. La cruz ha sido un símbolo que ha tenido diversas interpretaciones: es un escándalo para los judíos que el Mesías muera crucificado, ironía para quienes esperan un dios todopoderoso; locura para los griegos porque no se entiende un Dios débil, vulnerable y que muera en una cruz, acontecimiento que desconcierta la razón, la sabiduría filosófica, pues, para ellos Dios crea, domina, y es todopoderoso pero busca que los seres humanos le sirvan. Sin embargo, para los cristianos la cruz es la fuerza de Dios que hace resplandecer la luz de la salvación para la humanidad y la historia (Cfr. 1Cor 1,17-31). Donde aparentemente se percibe el fracaso, ahí es donde paradójicamente se manifiesta la luz de la salvación para los cristianos.

En el contexto de un mundo violento, en el que experimentamos una guerra mundial en pequeños pedazos, Dios es más que necesario para lograr la paz y el encuentro de las culturas, y de las religiones; pero al destacar la importancia imprescindible de Dios, no se puede olvidar a los grandes protagonistas en la historia, pues sin ellos no se resolverán los problemas ni los conflictos en el mundo si no se les da el lugar que les corresponde. Es decir, los que constituyen la mayor parte de la humanidad y los que practican la religión: los empobrecidos, los excluidos y marginados. No habrá paz en el mundo si no hay diálogo entre las religiones, pero no habrá un verdadero diálogo que conduzca a la paz si no se escucha y no se dialoga tomando en cuenta a los protagonistas que practican la religión que son los sectores sociales empobrecidos, marginados y excluidos, y a quienes no se les reconoce como verdaderos interlocutores, en simetría de posiciones para dialogar con los políticos, los académicos, los científicos sociales, etc. Detengámonos a pensar un momento sobre este asunto.

1) La luz de la media luna y la estrella: los empobrecidos en los países islámicos

Los conflictos y las guerras en el medio oriente tienen raíces que no son solamente de carácter religioso. Las causas de estos conflictos son de distinta índole pero afectan a la mayoría de la población empobrecida en estos países: en primer lugar, hay malestar por el actual orden político mundial dominado por un Occidente que explota sus recursos, mantiene en el poder a dictadores y amenaza su cultura; en segundo lugar, el derrocamiento de Sadam Husein y Muamar Gadafi con la intervención de los países occidentales, lo que dio paso a grupos radicales que habían estado buscando el poder desde hace mucho tiempo; una tercera causa que explica el desarrollo de la violencia, pero quizá es la primera en importancia, es la pobreza en que viven grandes sectores de la población de estos países mientras los inmensos recursos naturales de los mismos son explotados en beneficio de unos pocos altos funcionarios y los inversionistas extranjeros. Los conflictos más graves se están produciendo en países con población muy pobre pero que tienen grandes riquezas naturales.

Los países islámicos tienen actualmente el 33,1% de la población pobre del mundo, pese a que en 1990 era el 22% de personas en situación de pobreza. Sin embargo, de acuerdo con la Organización de Cooperación Islámica (OCI), cuya sede permanente radica en la ciudad saudita de Jeddah, se ha registrado un declive en el número de personas que viven por debajo de la línea de pobreza (1,25 dólares por día) entre sus 57 estados miembros. El reporte sostiene que hay actualmente 322 millones de personas en situación de pobreza, una cantidad inferior a los 396 millones verificados en el pasado siglo, lo cual representa una reducción del 18,7 por ciento. No obstante, expertos temen que se produzca un alza de la cifra de pobres (Cfr. http://www.radiomundial.com.ve/article/pa%C3%ADses-isl%C3%A1micos-albergan-331-de-los-pobres-del-mundo).

De acuerdo al índice geográfico de la distribución de la pobreza, 276 millones de pobres (86 por ciento) residen en 10 países de la OCI, siete de los cuales se ubican en África. Se observa que la concentración de los empobrecidos está situada al sur de la región del desierto de Sahara que tuvo un incremento de 137 millones en 1990 a 192 millones en 2011, lo cual constituye un 46 por ciento del conjunto de la población de esa zona, estimada en 418 millones. Por otra parte hubo una disminución del porcentaje de pobreza al sur de Asia. Dicha región constató mejoras limitadas de 119 millones de pobres en 1990 a 83 millones hace cuatro años, también disminuyó la pobreza en el Este de Asia, la cantidad de pobres pasó de 145 millones a 83 millones en el rango de años antes referido, con una baja del 41 por ciento   (Cfr. http://www.radiomundial.com.ve/article/pa%C3%ADses-isl%C3%A1micos-albergan-331-de-los-pobres-del-mundo).

Podemos observar que en estas circunstancias las personas que sufren el flagelo de la pobreza y sus consecuencias también son creyentes. Por ejemplo, en África desde el siglo XX hasta nuestros días han crecido el número de cristianos y musulmanes. A principios del siglo XX apenas había 18 millones de creyentes de ambas confesiones religiosas y hoy suman más de 700 millones (470 millones de cristianos y 234 millones de musulmanes). Este fenómeno histórico es sorprendente porque es la más veloz y masiva conversión religiosa de la historia de la Humanidad.

2) La luz de la cruz: los empobrecidos y los pueblos crucificados

Desde la otra cara de la moneda nos damos cuenta que el continente Americano es el espacio geográfico donde residen la mayor parte de cristianos del mundo. Se considera que aproximadamente el 16% de la población mundial es católica. Es decir, 1,100 millones de personas profesan la fe cristiana católica. En el continente americano vive el 47,5% de cristianos católicos, el 24% en Europa, el 16% en África Subsahariana y el 12% en la región de Asia Pacífico.

Dicho brevemente, el continente Americano es la reserva más importante de la fe cristiana católica. En el año 2010 se estimaba que existían unos 432 millones de católicos en América Latina, es decir, un 73% de la población latinoamericana. Comparando con la población católica del mundo (el 16% de la población mundial es católica, unos 1.100 millones de personas), en América Latina está concentrada la mayoritaria de cristianos católicos. Ello supone que casi 4 de cada 10 católicos del mundo son latinoamericanos; más exactamente, un 39% de los católicos del mundo son latinoamericanos” (Cfr. http://latinamericahoy.es/2012/05/30/el-cristianismo-en-america-latina/). Los países donde residen la mayor parte de cristianos católicos en América son: Brasil, México y los Estados Unidos en orden de importancia.

Si consideramos el conjunto de todos los cristianos en el mundo, nos damos cuenta que su presencia es muy amplia: “El cristianismo es la religión más difundida en el mundo, donde 2.180 millones de personas, es decir casi un tercio de la población, son considerados cristianos, de los cuales los católicos son el 50,1 %, según afirmó hoy la agencia vaticana ‘Asianews’”( http://actualidadcristianard.blogspot.it/2012/10/sabes-cuantos-cristianos-ha-en-el-mundo.html). Del total de los 2,180 millones de cristianos que se registran en el mundo, el 37% son protestantes, el 12% son ortodoxos y el resto son católicos. El 32% de los habitantes del planeta profesan la religión cristiana.

Dicho esto, hay que destacar que donde se profesa la fe cristiana se suscitan grandes interrogantes que surgen desde los pueblos crucificados. ¿Cuánto realmente se vive y se practica la fe cristiana?, pues muchos países del continente Americano aparecen en los medios de comunicación con grandes escándalos de corrupción. Esto se hace sentir con las manifestaciones populares en las calles por el descontento que causan las acciones de malversaciones de fondos públicos, falta de transparencia, pactos ocultos entre los poderes políticos y las empresas, etc. En América Latina el mejor situado es Uruguay que sigue a la cabeza como el país más transparente y ocupa el puesto 21 de la tabla del índice de la corrupción a nivel global, con 74 puntos del máximo de 100, que denotaría la ausencia total de corrupción. Entre los países más cuestionados con millones de personas en las calles por los escándalos están: Guatemala, Honduras y Brasil. En el informe de transparencia del año pasado salen a luz datos que hacen pensar: “Dinamarca consiguió 91 puntos de 100 posibles, mientras que Corea del Norte y Somalia repitieron en último lugar con la misma puntuación que en el estudio anterior, 8 unidades. En América Latina los países que figuran en los últimos lugares de transparencia son Haití y Venezuela, ambos empatados en el peldaño 158; mientras que los mejor ubicados en la tabla son Uruguay, en el puesto 21 y Chile, en el 23” (http://progresohispanonews.com/cuales-son-los-paises-mas-corruptos-de-america-latina/).

Otro tema que nos cuestiona a todos los que profesamos la fe cristiana es el alto índice de violencia que se viven en algunos de nuestros países del continente Americano. Chile ocupa el primer lugar en la región con el puesto 29 entre los países más pacíficos, el segundo mejor del hemisferio occidental después de Canadá (que tiene el séptimo puesto global). Colombia quedó en la posición número 146, la peor de la lista en regional por debajo de Venezuela (puesto 142).  México está en el lugar 144; Brasil, en el 103, y Perú en el 92 (Cfr. http://cnnespanol.cnn.com/2015/06/17/latinoamerica-una-region-menos-pacifica-en-2015-segun-indice-de-paz-global/#0).

Otro dato impresionante es que las primeras trece ciudades más violentas del mundo están ubicadas en América Latina. Centroamérica y el Caribe es la región con mayores índices de violencia. Una fe cristiana auténtica se evidencia en el compromiso activo y también en las relaciones humanas no violentas.

3. Los creyentes empobrecidos son los protagonistas ausentes en el diálogo interreligioso

El punto central de lo que hemos expresado es cómo se vive y se practica la fe que se profesa. Una confesión de fe sin el compromiso con la justicia y el bien común estremece las estructuras sociales, las esferas del poder de los Estados y de los gobiernos, independientemente de la confesión de fe que se tenga.

En los países islámicos existe una gran expectativa de los amplios sectores sociales empobrecidos. Desde esta perspectiva, se pone de relieve una gran reivindicación que exige un cambio en las relaciones de los países del medio oriente con los países occidentales. Esto replantea la necesidad de evaluar las relaciones económicas y financieras de los países occidentales en esa región del mundo, pero al mismo tiempo hay una necesidad urgente de cambiar la situación de millones de seres humanos empobrecidos debido a las relaciones históricas, políticas, económicas y financieras que se han establecido. Al mismo tiempo, los grandes conflictos expresan que las riquezas naturales no solo deberían beneficiar a unos pocos, sino a la población en general. También hay una demanda de repensar la relación que existe con la naturaleza y sus recursos en estos países en conflicto.

Tanto los creyentes que profesan la fe cristiana como la fe islámica viven situaciones semejantes de pobreza, convirtiéndose en interlocutores que demandan unas sociedades distintas sin pobreza, ni miseria. Esta gran multitud, de distintas formas y expresiones políticas, pide un cambio a los gobernantes. Plantean la necesidad de suprimir los abusos de poder, acabar con la corrupción, pensar realmente en la justicia y el bien común para las sociedades donde viven millones de seres humanos.

No se puede decir que hay una afinidad absoluta y una mutua aceptación religiosa y teológica-doctrinal entre ambas tradiciones de fe, pero sí existen entre los cristianos y los musulmanes grandes convergencias: acabar con la corrupción, la violencia y pobreza que son temas que afectan tanto a los creyentes cristianos como islámicos.  Vivimos en un mundo globalizado y lastimosamente la globalización ha fomentado las grandes desigualdades y diferencias sociales. Tanto en los países en los que predomina el islam como en los que predomina el cristianismo, son millones de los seres humanos que sufren males comunes en nuestra sociedad globalizada.

Dentro del contexto de la complejidad de la sociedad global, solo será posible resolver la violencia o al menos disminuirla considerablemente, si se toma en cuenta la participación activa y propositiva de los empobrecidos y los excluidos, quienes sufren directamente la consecuencias de la crisis moral, la decadencia de los Estados nacionales, y la corrupción de las élites políticas que les ha llevado a la situación de miseria en que viven. En definitiva, los grandes protagonistas ignorados en la historia han sido los empobrecidos y los excluidos que se han hecho sentir de muchas maneras. La historia nos enseña que si no se les da el protagonismo social que realmente tienen en lo económico, en lo político, en lo cultural y religioso, emergen grandes conflictos sociales que nos llevan al centro de gravedad de los problemas no resueltos en la sociedad y en la historia de la humanidad.

En el diálogo entre las religiones, hay que rescatar el lugar religioso y teológico que tienen los empobrecidos y excluidos. Desde esta perspectiva los resultados de la reflexión y de la acción serán fecundos y abundantes. Esto plantea la necesidad de rescatar en otra reflexión los grandes aportes para la paz y la justicia que ellos nos ofrecen.

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