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La masacre de Cuyas Cumbres del 13 de noviembre de 1982

El sábado 17 de noviembre pobladores de varias comunidades históricas de Chalatenango y miembros de ProBúsqueda se juntaron en San Isidro Labrador para subir la quebrada de Cuyas Cumbres hasta el lugar donde el 13 de noviembre de 1982, en un operativo contrainsurgente de “Tierra Arrasada”, la Fuerza Armada de la dictadura emboscó y masacró a un aproximado de 40 a 50 pobladores.

Con los testimonios de sobrevivientes de la masacre, con cantos y consignas, con una misa campesina del padre Miguelito de Arcatao, con flores y velitas, rindieron honores a todos los caídos en la revolución inconclusa de los años ochenta.

TESTIMONIOS DE SOBREVIVIENTES

Silverio Orellana: “En esa época yo era coordinador de un grupo de personas, en ese momento me encontraba vigilando desde un cerro cuando me di cuenta que el ejército nos estaba rodeando; en ese momento envié a un compañero para que fuera a decirle a la gente que callaran a los niños, porque el ejército nos iba a detectar. Luego regresó el compañero y me dijo que no hacían caso y bajé personalmente a decirles cómo estaba la situación. No había terminado de decirles cuando inició la balacera y nos dispararon con un mortero, el cual me lanzó a una posa. Las esquirlas pasaron por encima de mí, no sé cómo, pero salí corriendo. Mi esposa y mis hijos salieron por otra parte. Después de unos días regresé a buscar a mi esposa con mis hijos, los soldados seguían en las alturas. Yo llegué al lugar de arrastras, al escuchar el llanto de un niño me acerqué y lo pude ver entre los muertos, pero no quise arriesgarme a sacarlo y regresé al campamento donde estaba la guerrilla y le solicité al jefe que me prestara unos dos hombres. Pero nadie quiso acompañarme porque dijeron que era muy peligroso y no valía la pena arriesgarse por un niño. Yo no estaba de acuerdo y le pedí un arma y me fui al lugar, como pude me acerqué y saqué al niño, era insoportable el mal olor del niño después de estar tantos días entre los muertos, ahí vi a muchos muertos”.

Domitila Ayala (Carmencita), responsable de la población que iba en esa guinda:

“Lo que ocurrió ahí fue algo horrible, recuerdo que ese día estábamos como unas 800 personas de diferentes caseríos. Nos concentramos en grupos en El Mojón y en una Quebrada cerca de San Isidro, algunos compas estaban en los cerros vigilando el rumbo que llevaban los soldados y cuando se dieron cuenta, ya nos tenían emboscados. Cuando iniciaron los disparos, la gente corrió por todos lados sin coordinación. Ahí asesinaron a muchas personas de los distintos caseríos y cantones. Esta información se obtuvo según los listados hechos por los responsables y familiares de los fallecidos, muchos de ellos participaron en el reconocimiento de sus muertos.

Fueron alrededor de unas 35 o más personas, algunas destrozadas por las bombas, los morteros y granadas, otras solo por balas y a los que capturaron los torturaron; incluso, yo casi me quedo ahí sino fuera por un compa que me empujó y me dijo: “Compa Carmen, corra, que aquí la van a matar”. Luego salimos rumbo a Santa Anita y de ahí se mandó gente a verificar los muertos. Fue ese mismo día, pero no pudieron llegar hasta el lugar por miedo a que los soldados todavía estuvieran en el lugar, así que esperaron hasta el siguiente día. Los familiares que se mandaron a verificar fueron los que sabían que les faltaban familiares, dentro de estos estaba don Beto Guardado, padre del único niño sobreviviente (Raúl Guardado), Manolo, Rómulo, Félix, el alcalde de Las Flores y su esposa, Rigoberto y Jesús eran de Upatoro, ellos saben mucho, ya que estuvieron en el lugar de los hechos, estos viven en Las Flores. Hay otro que vive en Apopa, Chintú 1, se llama Genaro Mejía, somos parientes.

Jesús Guerra: “Yo andaba junto a Carmencita, éramos alrededor de 500 personas de distintos caseríos, nos habían concentrado en Ojo Blanco, El Mojón, El Portillo del Norte y San Isidro, entre esos lugares fueron entre 50 y 60 personas asesinadas. Todo empezó entre las 8 y las 9 de la mañana del día 13 o 14 de noviembre del 82, los soldados nos emboscaron, la gente salió despavorida, no sabíamos qué hacer. Hubo un momento en que Carmencita que era la responsable se cortó y yo tuve que darle un empujón para que saliera del lugar. Luego salimos rumbo a Santa Anita, lugar donde había un campamento de la guerrilla. Ya estando ahí nos acompañaron para regresar al lugar y verificar la lista de personas que fueron asesinadas. Lo que recuerdo es que dentro de esas 50 o 60 personas había 22 niños y dos muchachas amarradas que estaban fuera del montón de muertos, pero del caso de las niñas que usted dice yo no podría asegurar nada ya que no las conocía, lo que casi podría asegurar es que de ahí no sacaron niños, ya que el único sobreviviente que encontramos fue un niño que estaba debajo de los muertos, pero quien podría darles información, porque era conocido de la familia y estaba en el lugar, es Víctor, él vive en El Amatillo, Las Vueltas, y otro compañero Manolo que vive aquí mismo. Víctor Guardado Rivera: “En esa época yo andaba con la gente de masas, éramos muchas personas, en su mayoría mujeres, niños y ancianos. La cosa estuvo bien dura. Yo recuerdo que los jefes nos dijeron ‘sálvese quien puede’ y cada quien regó por su santo. Fue así que me descoordiné, me salvé de puro milagro, conmigo salió una muchacha, de quien no recuerdo su nombre, solo que me decía que no la dejara, y luego en el camino encontramos a otras personas hasta que ya no éramos solo los dos, sino que 30 personas y yo les dije que si querían irse con nosotros me iban a hacer caso de lo que yo dijera. De los asesinados que vi solo recuerdo a un señor de nombre Alonso que vivía en Laguna Seca”.

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