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La dialéctica de la agresividad

José M. Tojeira
José M. Tojeira

José M. Tojeira

En nuestras tierras el exceso de agresividad choca siempre con el deseo mayoritario de vivir en paz. Y en este proceso eleccionario parece que podemos encontrar una cierta comprobación de ello. En la primera vuelta ARENA brilló por su agresividad, viagra considerando negativo casi todo lo realizado por el gobierno de Funes, ailment mientras el FMLN se mostraba dialogante, no rx cercano y conciliador. Resultado; ARENA perdió estrepitosamente. En la segunda vuelta lo que más brilló fue la agresividad del presidente Funes, mientras ARENA prometía el oro y el moro en un tono mucho más amigable. Y aunque ganó el FMLN, ARENA estuvo cerca de saborear el triunfo. Incluso en algún momento del conteo estuvo por delante. Ahora de nuevo ARENA ha optado por la agresividad, utilizando un lenguaje guerrero, que en alguno de sus jóvenes se acerca en ocasiones a escuadronero. Mientras el FMLN ofrece diálogo, ARENA se empeña en mantener un lenguaje agresivo de todo o nada. Y una vez más está empezando a cansar a la población.

Si la ONU, la OEA, los observadores de la UE, la ciudadanía y la sociedad civil que a lo largo de nuestra historia ha dado muestras de imparcialidad los hubieran apoyado, podríamos creer en los alegatos areneros. Pero es evidente que están solos ante las opiniones más connotadas por la imparcialidad. Y el problema es que ARENA no ha dado muchas muestras de imparcialidad en su historia, y mucho menos si se tocan sus intereses. Su lenguaje se parece al de las dictaduras que cuando son atacadas y se sienten aisladas tienden a decir que hay una conspiración internacional contra ellas. Este escenario no es nuevo en El Salvador. Por ejemplo, cuando la Comisión de la Verdad dijo que la parte gubernamental estaba mucho más implicada en violaciones de derechos humanos que el FMLN, ARENA se dedicó a denigrar a los miembros de la Comisión, que ella misma había aceptado previamente. En el caso jesuitas no sólo defendió a los implicados en el asesinato, sino que los condecoró y subió de rango. Lo que no era de su gusto no existía o, si salía al público, era parte de una conspiración malvada contra ellos. Aunque este tono comenzó a cambiar con Tony Saca, parece haber resucitado bajo la batuta Quijano-Velado.

ARENA debía reflexionar. Cuando se ha mostrado colaboradora con la gente tiene mejores resultados que cuando procede con ese estilo autoritario y brusco, que desprecia o ataca a todos los que no piensan como ellos. Decir que para denunciar la supuesta salida de presos para votar llevaron ante la prensa a un guardia de prisiones enmascarado para que los guerrilleros no lo fueran a matar después, no es más que un modo de mentir, sembrar tensión y querer disimular con lo ilógico esa especie de “show” mediático que montaron con el tal testigo. Ya de por sí, y para ser creíble, el tal testigo debía presentarse en la Fiscalía a cara descubierta para denunciar el hecho y para que el fiscal adscrito al caso investigue. Y si quiere dar declaraciones a la prensa la cara descubierta también es lo mejor. Hablar de matar testigos, como acostumbraba a hacer la derecha de este país durante la guerra, y que además las afirmaciones mencionadas las haga a través de twiter un miembro del COENA, no le da en absoluto mayor credibilidad a ARENA.

El Salvador necesita una derecha sana. Los mismos dirigentes actuales de ARENA decían durante la campaña de la segunda ronda electoral, que ellos eran la nueva derecha de El Salvador. Pero una derecha agresiva, poco dialogante, viendo enemigos por todas partes, ni es nueva ni es adecuada para el desarrollo de nuestro país. Como tampoco lo sería una izquierda prepotente y negada al diálogo. Querer forzar artificialmente un ambiente de confrontación semejante al de Venezuela ni es válido ni es ético. Y quienes lo hagan corren el riesgo que ante la agresividad tensa y autoalimentada, la opinión pública se canse y el propio partido termine esclerotizándose como vieja derecha o forzado a desbancar a los que ahora tensan la situación. Caer en la trampa del presidente saliente, excesivamente agresivo en los últimos tiempos, no les ayuda.

El Salvador necesita diálogo. Las nuevas autoridades se muestran abiertas al mismo. El “o yo o el caos”, que parece propiciar esta sedicente nueva derecha, no nos conduce a ninguna parte. Y es además una especie de misión imposible ante una gran mayoría que lo que quiere y desea es que se le resuelvan sus problemas y no que aumenten a través de tensiones en buena parte artificiales. ARENA puede aprender de su derrota. Le fue bien apoyando a la gente en sus necesidades, por ejemplo, de renovar el DUI. Hay un camino de servicio que es el que convence a la gente. El camino del grito y del puño levantado no convence a nadie. El FMLN ha comenzado a ganar elecciones, esta es la segunda, desde que dejó de amenazar y gritar. Ahora insiste mucho más que en el pasado en la necesidad de diálogo. Algunos de sus ministros han sido un ejemplo de comportamiento equilibrado, dialogante y abierto. Moderarnos todos y a acostumbrarnos a vivir en la pluralidad de opiniones, en el respeto a las instituciones y en la búsqueda de soluciones dialogadas es lo que puede hacer que una derecha política, y una izquierda política puedan contribuir juntas, en temas estructurales, al desarrollo del país. La agresividad conduce más fácilmente al fracaso.

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