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La cultura es la clave para una sociedad segura y madura

Jaime CalderonJaime Calderón*

La expresión cotidiana de la gente no nos da más que formas de convivencia, medicine en donde cada cosa que se hace por la sobrevivencia debe ser estudiada en la calidad de su aporte al desarrollo social y humano, capsule y si es válida, cialis sale moral y trascendente debe ser adoptada y oficializada como elemento que constituya cultura. La cultura es un tema del que todos y todas hablan pero casi nadie sabe a profundidad de qué se trata, lo vinculan casi exclusivamente con el hacer artístico ya sea popular o académico, con el hecho cotidiano, con la vulgaridad recreativa y de entretenimiento, con la simpleza de las costumbres y formas de comportamiento social. En el fondo todo lo antes dicho puede estar incluido en lo que constituye cultura, siempre y cuando sus valores sean para que la calidad de vida, los conceptos de civilización y de desarrollo y la práctica de ciudadanía adquieran la dinámica, evolutiva y revolucionaria. Una sociedad que sostiene y mantiene dudas y confusiones sobre su propia identidad cultural y su cultura real, que no posee un nivel sólido de conciencia sobre la verdad de su propia historia, es una sociedad no evolutiva ni mucho menos revolucionaria, porque no adquiere conocimientos superiores y nuevos para enriquecer y fortalecer su identidad nacional. Al estamento de poder económico, respaldado, protegido, y sustentado por la religión, la política y en otras épocas, por la milicia, nunca le ha interesado y ni le interesará definir y establecer en un plan de nación y en la enseñanza sistemática, un criterio exacto, popular y común respecto a cuál es la verdadera cultura de nuestra nación, por ello, en los pueblos con estas características, es común ver como quienes mandan en lo económico pueden jugar con la soberanía y la dignidad de una sociedad y la manipulan, la hipotecan porque quienes detentan ese poder son personas sin conciencia nacional definida, son muchas veces, apátridas que no respetan lo que concierne ni siquiera a su propio país. Entonces, si una sociedad, un país o una nación no tiene una idea clara y común sobre lo que es la cultura, su cultura, su propia historia, debemos preguntarnos ¿Qué función y características podrían tener las políticas culturales institucionales? Si el sistema hasta el momento ha sido oscuro, maquiavélico y falso ante la vista y oídos de la población ¿Para qué puede servir una trastocada y manipulada política de cultura? Simplemente para seguirle el juego falso al sistema imperante. Porque si no se aclara y se define desde un principio una concepción concertada, socializada y aprobada a la luz de la verdad, de lo que es la cultura auténtica de la nación, no se puede ni se debe hablar de la identidad cultural genuina y común, porque ese es el juego que se ha venido impulsando desde que gobierna la falsedad y las malas intenciones, el crimen y la jugada sucia, el menosprecio y la marginación. Solo para mostrar un ejemplo de lo que digo, releamos los criterios erróneos sobre la versión oficial de la historia prehispánica, colonial, independentista y post independentista de El Salvador, que por siempre se nos ha enseñado, a todas luces no es confiable ni realmente verdadera, asumiendo conocimiento de cómo se han tergiversado los hechos acaecidos en el breve período comprendido entre 1979 y 1991 de la historia contemporánea, en donde los asesinos de muchos seres humanos valiosos han sido privilegiados con no aplicarles la justicia y se les ha premiado con prebendas de altos quilates, se les recuerda como héroes, se les respeta y venera, sabiendo la mayoría de la población que se trata de criminales, peor que los criminales hispanos, que los terratenientes de antes y después de la independencia, que los de 1833 cuando Anastasio Aquino, que los de 1932 de la época martiniana, que las dictaduras militares de entre 1930-1978. Por ello, antes de plantear líneas o políticas culturales, hay que definir la historia, hay que debatirla y aclararla, luego habría que hacer una investigación profunda respecto a las costumbres y tradiciones, formas de vida, comercio, religión y creencias del mundo prehispánico, es necesario discutir, sin prejuicios de ninguna índole, todas las visiones respecto al origen de la civilización mesoamericana, y en particular sobre los primeros pobladores del territorio que ahora se llama El Salvador, de donde procedían, quienes eran los que constituían su tronco ancestral. Son tradicionales y populares los criterios oficiales respecto al origen de nuestra cultura, pero no se salen del enmarque educativo que se le permite conocer a la población, es así que hasta en los sectores más ilustrados del conglomerado se maneja que somos descendientes de los pipiles y ello lógicamente nos emparenta con la cultura mejicana, lo cual no nos permite ver más allá de lo que la historia mejicana cuenta, y nos limita a aceptar cómodamente que somos una nación sin identidad y cultura propia. El oscurantismo al que se ha sometido a los cuscatlecos tiene una razón lógica de mando, de poder, porque la verdad no es conveniente para los que por siglos han manejado a su antojo a la sociedad, los que a fuerza de tan criminales e injustas dictaduras agrarias, militares y oligárquicas han callado la verdad, y han impuesto un entramado cultural improbable, simple y nada convincente, ya que hasta de los que lucharon por la independencia nacional y centroamericana se cuentan mentiras y se imponen próceres que lo que menos pretendían era beneficiar a la población sino que defender sus propios intereses. Para crear verdaderas políticas de cultura, hay que aterrizar en la verdad, hay que investigar y debatir miles de criterios con toda la sociedad, no se trata de seguir debatiendo estos temas en grupos de intelectualoides, en el marco de grandes salones finamente decorados de hoteles de tres o más estrellas bajo el influjo de la champaña y la chanza tercermundista. *Director del Centro de Investigación Cultural y Artística Razamaya

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