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La ciudad de los oportunistas

Myrna de Escobar,

Escritora

—¡Hoy comeremos asado! Decía la anciana a su marido, mientras el aroma de la carne asada, como un hada danzante, se paseaba por el vecindario. Don Beto no se acostumbraba al sarcasmo de su mujer tras 60 años de estar juntos,

—¡Como si pudieras comer esa carne tan dura!

— ¡No te enfades! ¿Qué culpa tengo de lo que guelen mis narices: Chorizos a la parrilla, tortillitas tostadas, carne asada y un par de chelas ¡Se me antoja!

Para otros el menú era variado. Para ellos tener la mesa los tres tiempos era un sueño imposible. Tras un breve silencio preguntó:

—Mañana es la votación. ¿verdá?

—Si. Toño está contento porque será vigilante o estará en mesa. Fue a capacitación tres veces. Va madrugar el carajo. No consiguió colocar a los hijos, pero sí irá a cuidar el voto.

—Que babosadas decís, Beto. ¿Para qué se mete en esas tonteras? ¿Qué tenemos a cambio? Los políticos sólo llegan a componerse en el puesto.

—Si la gente no trabaja no se harta. Solo ellos hacen pisto. La política es un gran negocio en este paisito de mierda.

—¡Cuida tus palabras! No despiertes al mocoso. Nunca aprendiste a hablar.

—Hablo como me da la gana. —¿Acaso tenemos algo? Mira la casa. Se deshace con cada invierno

—Cierra la boca. Ya viene Toño.

—¿Te dieron algo? —pregunta—.

—Nada. Pero vamos a conseguir algo está vez. La pensión para los viejos es un hecho. Han hablado de eso en toda la campaña.

—Son unos ladrones. Ni siquiera pensión recibo. Trabajé toda mi vida como un burro y qué me dan. Ni siquiera dotor tenemos. Mira tu madre, vieja achacosa y habladora ni vestidos tiene. Solo Pulgoso nos acompaña y el cipote que dejó la Teré. ¿Cómo vamos a criarlo?

—Hay que esperar, papá

El día esperado llegó. Es 3 de febrero. Día de elecciones en un país donde el despilfarro de los corruptos contrasta con la miseria de las grandes mayorías.

En otro vecindario la Tona ha sacado el comal, la mesa y las frutas. Está lista en el puesto a la espera de clientes.

—Parece romerilla — dice la nieta—

—Avívate. Ahí viene el primer nombre de Dios.

—¿Cuántas le doy?  ¿De queso y frijol? ¿Arroz o maíz?

—¿Curtido y salsita?

—Me da una Coca.

—Apárteme 20 pupas. Ya vengo por ellas. —niña Tonita_

—¡Negocio alegre!

—Cuando se puede.

En otra esquina Paco se apresta a vender agua embolsada, chicles y demás golosinas.

—La gente anda feria en éstos días.

—Ojalá no quiten… las elecciones

—¿De qué hablas?

—De las elecciones. — Mijo—Son oportunidades de vender.

—¡Mira! Sácate otra bolsa y trae más churros. ¡Hay clientela de arriba abajo!

Las horas transitan. El cansancio lo vale. Aquí los delantales se van llenando. Para otros comerciantes, la queja es constante

—Hay pocos votantes.

—Cierto. Se ha vendido poco.

—Casi nada. — dice la mujer a su marido— quien ronca de a galán en la hamaca afuera de la casa.

—¡Despertá Luis— Semental de mierda—. No te preocupa. ¿Cómo vamos a pagar tanta jarana? La hielera está casi llena. Los tamales no se han ido.

—Solo descansaba. Don Tancho es un ladrón usurero. Quiere grandes réditos. —Como si es fácil—.

—Don Guicho andaba ebrio y lo llevaron preso.

—Termina en el bote. — dicen las chismosas—.

La mujer corría tras la patrulla, en medio de la rechifla.

La tarde fenece. Los centros de votación se cierran a las cinco en punto. Inicia el conteo de los votos. Los vendedores a contar las chirilicas. Unos tristes, otros alegres. Los pobres seguirán siendo pobres. No importa quien ocupe la silla presidencial.

—Lalo. Tenemos pólvora del año pasado, dulces de feria y ahora perdimos la fruta pelada.

—¿Cómo pagaremos el préstamo

Se hace de noche, los niños a dormir y el perro también.

Toño regresó a casa. Como en la pasada elección comió pollo Campero con papitas, semita de la Tecleña y bebió café gratis. Al menos cambió el menú. Los de los otros partidos políticos comieron pizza Hut, panes con pollo y pupusas. El recibirá menos de $50.00, aunque sea dentro de unos meses. No recibe un salario desde hace más de 8 años. Él sigue lamentando no haber podido meter a sus hijos en el partido.

—Al menos cuidando elecciones se come bien. — murmura—.

Mañana es lunes. A ningunear de nuevo. Hay que rebuscarse para pagar el rancho. Su madre está vieja y él no puede con su sarcasmo. Su viejo, recatado y enfermo seguirá soñando mientras toma el sol junto a la vieja puerta de hojalata.

—Sácate los jugos y sodas de la matata —cipote.

—Solo esto trajiste. — pregunta el pequeño—.

—No. Saca el pedacito de pan de la servilleta. Vamos a cenar.

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