La cita con Francia

Caralvá

Escritor. 

Salí a toda prisa de mi trabajo y corrí para estar temprano, nurse por esta razón llegué muy cansado a la cita con Francia, cialis que era la chica de la esquina de mi casa, troche tenía ese nombre hermoso tal como lo era ella misma, bella.

Me esperó en aquella ocasión con la misma paciencia de un penitente ante Fray Martín de Porres, el negrito milagroso que permanece tan iluminado que no necesita luz eléctrica por las noches.

Ella denotaba su fastidio con la forma de su mirada, sus grandes ojos negros parecían tener una fuerza tremenda y poderosa, sin necesidad de palabras sus ojos hablaban por ella, firmes y brillantes.

Llegaba con las mismas dificultades que suelen ocurrir con los coches que necesitan el afinado de una orquesta completa, todo en ese coche necesitaba repararse, desde las puertas que tenían grabados un recuerdo de sus antiguos dueños, hasta la última tuerca del motor de 8 cilindros

Francia me miró como quién ve un pequeño perro mojado por la lluvia del mes de julio, mojado por todos lados, empapado y temblando, por supuesto que cuando un perro se moja tiene un olor característico, creo que yo también tenía ese olor, ella por supuesto me lo hizo saber.

Pedro, cuando llegas en ese estado, a tu nombre se le caen todas las erres del mundo ¿verdad cariño?.

Muy graciosa, muy graciosa, sé que estás molesta, discúlpame, he tenido un día de lo más lamentable. Corriendo, corriendo, de un lado a otro.

Bueno, acá todos corremos y unas corremos más peligro que otros, -su voz hizo énfasis en “otros” como clavando todo su disgusto femenino.

Déjame contarte, este día empezó mal, las noticias hablan de interminables guerras, crisis económicas desde Hong Kong hasta Nueva York, el equipo de fútbol perdió y el tráfico congestionado rebalsa hasta en las callejuelas más perdidas de esa ciudad.

El jefe de mi oficina me entregó una enorme pila de documentos, me dijo que hiciera los informes de los proyectos, las becas al Japón, las Becas Caps, los informes de los estudios de postgrado, etc. dejé mi coche lejos de aquí por los estacionamientos, como verás lo cerca que tengo “mis quejas” es porque vengo desde muy lejos.

Si Pedro, pero eso no es suficiente.

¿No es suficiente?

No, un caballero lo tiene previsto todo ¿no has visto las películas de Superman o Batman?.

Pero esas son películas mi amor

¡No es cierto!… Si tenías previsto que nos veríamos a esa hora, debiste hacer todo para estar listo en este momento exacto..

Luego bebió un poco de su refresco, observando hacia un lado de la plaza en la Zona Rosa, fijó su mirada en otro punto y finalmente detuvo su vista en un restaurante.

Unos jóvenes en la mesa exterior comenzaron a reír, luego casi se caen de sus sillas, su hilaridad era realmente contagiosa, ja, ja, ja, je, je, je; no podían articular palabra, únicamente reían, observé con más atención y les vi unos cigarros extraños, junto con un olor característico dulzón, que inmunda todos los rincones del lugar, estar ahí era estar prácticamente en onda.

Una voz de estos jóvenes proclamaba:

¿Quieren ver a Dios?

¡Siiii! repetían en coro los otros jóvenes.

¡Entonces vean! un destello de fuego salió de aquél cigarro hechizo, que iluminaba toda la estancia, mientras los meseros fingían no ver nada.

Dios Santo, Pedro, esos muchachos están fumando marihuana.

Vámonos antes que nos agarren y nosotros solo por mirones.

Salimos de lugar más sonrientes que de costumbre, de seguro algo de ese humo nos había tocado, se me olvidó todo el malestar del día, por aquél incidente.

Mecánicamente salimos del sitio.

Francia reposó en su asiento, mientras yo conducía aquél vehículo desvencijado.

Rutinariamente ingresé a un motel, Francia estaba muy atenta al acontecimiento, atravesamos todo el sitio de orilla a orilla, todos los Motor Inn estaban llenos, era el colmo del día, a lo mejor eso también es producto de la democracia, ¡nos hemos democratizado tanto que los moteles tienen demanda entre las masas!, creo ahora vivimos la democracia hasta en la piel ajena, salimos de nuevo y nos fuimos a otro sitio, la historia se repitió, excepto porque al hacer un viraje lento, el auto se detuvo solo….un auto ahogado en el centro de un motel…

Ahí estábamos, con el vehículo “quedado”, a la mitad de los últimos sitios clandestinos de la ciudad, el corazón me palpitaba a mil por hora, no por vergüenza, sino porque imaginaba llamar a una grúa para que nos remolcara; Francia estaba tan pálida que se confundía con lo blanco de la tapicería, un cliente que estaba por salir cerró la puerta de golpe al ver la sombra de mi vehículo, nadie en los alrededores, me daban ganas de llamar a una puerta y decirles: ¿vecino me pude dar ayuda para empujar mi vehículo?.

Francia perdía la paciencia, ¿Por qué el auto no se quedó a unos cuantos metros más?

Estar en estas condiciones es de lo más desolador del mundo, Francia no quería bajarse a ayudar, yo por mi parte, no podía empujar solo el coche, pero con todo y la vergüenza, Francia aceptó tomar el volante, mientras yo empujaba, el auto se desplazaba con pereza, todo ese evento era el último vestigio de una vieja forma de hacer el amor clandestinamente.

Todo porque en nuestros países “hacer el amor” aún es considerado un acto similar al matrimonio…

Por fin, luego de unos cuantos pasos y con la lujuria perdida después de empujar un largo trayecto, decidimos estacionarnos en una calle lejana.

Entonces recobramos un poco el color, mientras reíamos de lo increíble de la situación, hablamos un poco de la música y del día, del mundo que se divide entre los normativos (repitebú) y los creativos (creatorbú), los unos son incapaces de innovar y los otros se rebelan ante la rutina diaria.

Francia se pasó al asiento trasero, mientras yo la seguía, entonces nos besamos como locos, eso quiere decir que los besos no tienen ningún límite de tiempo ni espacio, era una lucha cuerpo a cuerpo donde nos devorábamos entre suspiros y silencios largamente esperados, la ropa había comenzado a estorbar, así fuimos recorriendo centímetro a centímetro todo lo que impedía que la piel un poema sobre otro poema.

De alguna parte de la calle, un auto avanzó silenciosamente, con premeditación, sigiloso, se estacionó a nuestro lado, que distraídos en nuestras pieles, no les vimos aproximarse, un potente reflector iluminó el interior de nuestro auto y por supuesto a nosotros.

Esto era el colmo de una sociedad democrática.

En una simultaneidad digna de un escuadrón Swatt, nos tenían rodeados 4 oficiales vestidos de negro, con sus armas automáticas apuntando.

En ese momento todos hablamos:

¡Dios mío! –Exclamé- porque uno se acuerda de Dios hasta en esos momentos.

¡Mamá! –Dijo Francia- con ese tono de desamparo que presagia lo peor.

¡Salgan del auto –gritaron los policías-

Tardamos un poco porque Francia ni yo encontrábamos nuestras ropas, terminamos intercambiando partes de la ropa, yo tenía la blusa, ella mi pantalón, sus short me quedaban extrañamente, los zapatos eran un relajo y la policía que nos amenazaba con abrir un boquete en el auto.

A estas alturas los reflectores iluminando el interior del vehículo, aquello parecía un sitio más de la frontera México-Estados Unidos, se veía todo.

Por fin salimos.

Los policías estaban con sus armas en posición de combate y nos pusieron con las manos sobre el auto, luego iniciaron un minucioso registro del coche.

Francia lloraba.

Sus documentos –dijo un oficial-

Le entregué mis documentos, incluso mi licencia internacional de manejo.

¿Qué hacían jóvenes?

Pues ejercicios democráticos, oficial.

Entonces iremos a la delegación.

Francia no podía responder.

Mire oficial, no hicimos nada malo.

Eso dicen todos.

Yo pensaba en ese día… nos habíamos mojado por la lluvia imprevista, intentamos ingresas a un motel como cualquier ciudadano honrado y estaban totalmente abarrotados, se nos quedó el vehículo varado dentro de ese sitio, eso sí, ahí ningún ciudadano honrado se le queda su auto, finalmente llegamos acá, a esta calle como un pobre consuelo y nos atrapa la policía..

El policía tomó mis documentos, revisó la matrícula y dio un vistazo final.

Pueden irse muchachos.

Gracias señor policía.

La próxima vez, piensen en algo original.

Recorrimos la ciudad de nuevo y por accidente pasamos por aquél motel periférico, entonces le dije a Francia.

¿Francia entramos?

Ni te atrevas tonto, te aseguro que das un paso adelante el auto se queda a la mitad del camino, ¿te imaginas que dirá la gente, si me ven salir en taxi de un sitio como éste?

Si, que el auto tuvo un desperfecto mecánico y que ni siquiera hiciste el amor, que además, no tenías alternativa y llamaste un taxi, sin haber hecho el amor. Con tu novio…

¡TOOOOOOOONNNTOOOOOOOOO!!!

 

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