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La Cancha de FUSADES

Orlando de Sola W.

El día que juramentaron a Donald Trump como Presidente de Estados Unidos La Prensa Gráfica publicó una entrevista con el Presidente de FUSADES, una fundación que se dedica al desarrollo económico y social. Destacaron en esa publicación que la Constitución de El Salvador es una “cancha”, que no debe ser alterada.

Contrario a eso, una reciente encuesta del Instituto de Opinión Pública de la Universidad Centroamericana reveló que el 84% de los salvadoreños piensa que el país debe adoptar una nueva Constitución.

Mucho antes, la Comisión Nacional de Desarrollo, auspiciada por el Gobierno de Calderón Sol, concluyó que los grandes problemas de El Salvador son la Pobreza Estructural, la Marginación Socio-cultural y la forma viciada de hacer política. Dichas conclusiones no fueron tomadas en cuenta y por ello el colapso institucional, con la masiva emigración que nos aqueja desde hace años.

No podemos seguir así, comparando la política con el fútbol, convertido en espectáculo. Sucedió en Roma cuando Nerón construyó el coliseo para entretener a las masas, mientras les daba pan para alimentarse y vino para enardecerse.

La política no es el fútbol, ni mucho menos un espectáculo para entretenerse. Es el arte de gobernar, conducir, o dirigir. La cancha política ha sido desnivelada por el odio, la envidia, la codicia y la indiferencia. Ello no es bueno para solucionar los problemas señalados, que se alivian con sentimientos y pensamientos positivos, como los derechos “del hombre y del ciudadano”, proclamados en Francia, en 1789, y en el Preámbulo de la Constitución de Estados Unidos, en 1787. En ambos documentos reconocen la vida, la libertad y la propiedad (la búsqueda de la felicidad en el caso de Estados Unidos) como derechos superiores y anteriores a las leyes.

La Constitución de El Salvador no reconoce la importancia suprema de esos derechos porque es producto de la Guerra Fría, un periodo confuso y contradictorio en la historia de la humanidad. Fue modificada en 1991 para adormecer a los insurgentes sobre las verdaderas intenciones de la clase dirigente, que pretende sostener el mercantilismo y se niega a reconocer las grandes fallas del sistema.

Las élites no pueden reconocer los evidentes problemas del sistema porque desean perpetuarlo. Prueba de ello es su resistencia, a través de expresiones partidistas, gremiales y mediáticas, al aumento del salario mínimo, lo cual equivale, en el fondo, a negar la igual dignidad de las personas en la “cancha” de la vida.

Los desacuerdos de la clase dirigente con la población son tan grandes que la pobreza estructural, la marginación socio-económica y la forma viciada de hacer política, siguen siendo problemas importantes, no solo en las encuestas, sino en el diario vivir, donde la verdadera “cancha” no es la modificada Constitución, sino el disimulado mercantilismo, que depende de favores, ventajas y privilegios. Resulta, entonces, que la vida, la libertad y la propiedad de las personas no son muy importantes en esa “cancha”.

El mundo se rige por ideas. Pero las ideas tienen consecuencias. Por eso el Presidente de FUSADES sugiere en la entrevista que la ideología distorsiona la política, la economía y la sociedad. Pero el “debate” que propone para solucionar ese conflicto de ideas parece mas a un duelo mediático para derrotar al enemigo que un diálogo sincero para “hacer parir la verdad”.

La propuesta de FUSADES consiste en un debate respetuoso, no un diálogo sincero. Pero se equivocan porque el debate es un ejercicio mediático en retórica, mientras que el diálogo es el uso de la dialéctica y la mayéutica para hacer parir la verdad. No queda claro, entonces, si el propósito de FUSADES es descubrir la verdad o derrotar al adversario ideológico, cuyos fines también son electoreros.

Necesitamos una introspección nacional que descubra la verdad, lo cual no es posible con populismo, como la llaman ahora a la demagogia. Llamar “cancha” a la Constitución demuestra lo infantil del juego en que pretenden mantenerse las élites, acostumbradas a dominar por distintas vías, incluyendo la representación política y mediática. Eso es lo que primero debemos cambiar, para continuar después con la pobreza estructural y la marginación socio-cultural, que pueden ser superadas con buenos servicios públicos, pero sobre todo con buena voluntad.

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