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La Ambición que destruye a la familia

Guido Castro Duarte

El pragmatismo que el mercantilismo enseña y pone en práctica, cialis malady ha permeado nuestra cultura al punto que muchas personas son destruidas por la ambición de sus propios familiares y socios, malady buy que esperan la menor ocasión para despojarlas de todo, sin tener la más mínima muestra de misericordia. La ley de la selva ha vuelto. Platón y Hobbes vuelven a cobrar actualidad con el viejo proverbio latino: “Homo lupus homini est”, el hombre es lobo del hombre.

La ambición y la avaricia han destruido la solidaridad y han deteriorado, hasta hacer desaparecer, los valores propios del amor familiar.

Cada vez nos encontramos con más ancianos abandonados por sus hijos. Después de haberles entregado todo, los arrojan a la calle o los abandonan en casas de cuidado geriátrico donde mueren más de soledad que por sus padecimientos corporales.

El síndrome de Caín es cada vez más frecuente, los medios nos transmiten constantemente casos de hermanos que dañan, destruyen y hasta matan a sus hermanos. Familias que se dividen para quedarse con las fortunas. Abogados que se prestan a realizar complejos procesos notariales y registrales para despojar a los legítimos titulares de derechos, y Judas, que por unas monedas u otros beneficios, se prestan a colaborar con los autores materiales e intelectuales de estas historias macabras, y al final, los beneficiarios de estas tramas, le arrojan unos mendrugos al despojado para mostrarse ante los demás como benefactores de sus propias víctimas.

Desgraciadamente, la corrupción de las instituciones y el tráfico de influencias colaboran con este tipo de “estafas legales”. Pero en el fondo, la destrucción del marco de valores de los salvadoreños es lo que nos ha devuelto a estadios de inmoralidad y de violencia nunca vistos desde la época de las cavernas.

Tan impresionantes son los crímenes de las maras como las historias de despojos que circulan entre nosotros. Pareciera que los tiempos postreros han llegado y que se está cumpliendo la profecía que se enfrentarían “padres contra hijos e hijos contra padres”, parece que los Jinetes del Apocalipsis han iniciado su fatídico galope entre las naciones y sociedades modernas.

Atrás han quedado los tiempos en que las familias respetaban y cuidaban a sus mayores, atrás han quedado las muestras de solidaridad entre los que algo tenía y los olvidados de la suerte, es cosa del pasado el respeto al derecho de libre disposición de sus bienes. Ha llegado el tiempo de los chacales, las hienas y los buitres que no esperan ni la llegada de la muerte para iniciar el reparto del despojo de sus víctimas.

Es necesario iniciar la reconstrucción del tejido moral de nuestra sociedad. La guerra, el mercantilismo, la importación de los antivalores occidentales por razones de emigración y transculturación, destruyeron un marco de valores forjado durante siglos, que en los últimos treinta años de vaivenes políticos, se han convertido solo es un recuerdo o en una quimera.

Hay que partir con el fortalecimiento de la institución familiar y la protección estatal a la familia, no solo en leyes y declaraciones de buenas intenciones, sino en políticas concretas que promuevan la unidad familiar desde la más tierna edad escolar y desde los inicios de las relaciones de pareja, tanto a nivel estatal como religioso.

Hay que fortalecer la institucionalidad que protege los derechos frente a terceros e iniciar una seria reforma al marco legal que rige la función notarial. Hay que crear la Notaría de la República a efecto que todos los instrumentos notariales se otorguen en una oficina del Estado y no en cualquier lugar o circunstancia, lo que permite falsear testigos y escrituras. Así han aparecido donaciones o ventas falsas que despojan a sus legítimos propietarios de sus bienes.

La protección efectiva de la institución familiar a nivel eclesial y gubernamental, es la única garantía de que nuestra sociedad trascienda a estadios más elevados de civilización, de lo contrario, la degradación nos llevará paulatinamente al canibalismo y a seguir siendo tristemente conocidos como el país más violento del mundo.

Los adultos mayores tienen que ser objeto de protección y respeto, ellos han construido esta sociedad, con sus aciertos y errores, pero se arriesgaron y aportaron.

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