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Karl Popper: ¿neoliberal y hayekiano?

Luis Armando González

En los años ochenta, cure circulaba la tesis –que resuena de vez en cuando— de que Popper era un positivista lógico. No pocos repetimos esa tesis –que era una condena a Popper, cure por supuesto— sin siquiera haber leído un libro completo suyo. Con suerte, la adscripción estaba respaldada en alguna cita suelta de sus escritos, pero por lo general la única base era la opinión de algún profesor respetado, en cuyo juicio se confiaba. Si se hubiera tenido conocimiento de la obra de Popper no sólo se habría sabido de su no pertenencia al Círculo de Viena –manifestada expresamente por él en distintas ocasiones—, sino de su crítica radical, rigurosa y permanente del positivismo lógico, especialmente del inductivismo epistemológico en que este se sostiene1. Ciertamente, el positivismo lógico ha recibido las más variadas críticas, pero la de Popper es la más contundente.

A la acusación de ser un positivista lógico se añadió otra, más drástica pero igualmente infundada: la de ser un neoliberal, con todos los aditamentos que se suelen asociar al neoliberalismo: individualismo posesivo (en la línea de Macpherson), defensa irrestricta del libre mercado, renuncia al bien común y abandono a su suerte de quienes no pueden ocupar un lugar en un mercado gobernado exclusivamente por el “dejar hacer, dejar pasar”.  Al leer los escritos políticos y sociales de Popper no se encuentra una base firme para considerarlo un neoliberal. Su crítica a Marx o su crítica al utopismo no son suficientes para ello.

Es difícil que sea un neoliberal alguien que piensa que “cada generación de hombres, y por tanto también los seres vivos, tienen una exigencia; quizás no será tanto una exigencia de ser felices (…) sino una exigencia de que no lo hagan desgraciado ahí donde se pueda evitar. Tienen derecho a que, si sufren, se les ofrezca toda la ayuda posible”2.  O quien piensa que “deberíamos procurar ocuparnos de los problemas reales más acuciantes como, por ejemplo, ayudar a los débiles y a los enfermos, y a quienes sufren injusticia, evitar el desempleo, igualar las oportunidades y evitar el crimen internacional, eso es, la extorsión y la guerra incitados por tiranos irresponsables y megalómanos”3.

Como se verá después, hay una huella de  la ética cristiana presente en el pensamiento social de Popper que quizás permita entender mejor su opción por una “ingeniería social fragmentaria”. También hay en sus planteamientos acentos socialdemócratas –que quedaron vivos desde su militancia socialdemócrata de juventud— y keynesianos que impiden convertirlo en un vocero del neoliberalismo. Quizás lo más cercano a la realidad sea definirlo como un liberal socialista. En una carta de Rudolf Carnap (del 6 de enero de 1947), en respuesta a la pregunta de si es socialista, Popper –a la vez que elude dar una respuesta directa a Carnap— enlista las convicciones que comparte con los socialistas, al tiempo que expone los aspectos en los que se distancia de ellos. Y concluye la carta del siguiente modo:

“Creo que las filosofías políticas del socialismo y el liberalismo que hemos heredado del siglo XIX son un poco demasiado simples y al mismo tiempo demasiado ingenuas. Comparto plenamente (…) la convicción de los liberales de que lo más importante en política es la libertad. Pero estoy asimismo convencido que la libertad no puede salvarse sin mejorar la justicia distributiva, es decir, si no se acrecienta la igualdad económica. Esta es la razón por la que creo que debemos renunciar a las creencias dogmáticas y semirreligiosas en este ámbito y esforzarnos por alcanzar una actitud más racional. Y esto es algo que liberales y socialistas podrían compartir”4.

Hay que decir aquí que, si bien la presunta adscripción neoliberal de Popper ha sido difundida por sus denostadores más furibundos, varios de sus apologistas han dado motivos para ello, con su pretensión de convertir a Popper en un adalid del neoliberalismo, mediante la identificación –injustificada— de la “sociedad abierta” (sobre la que Popper tiene una propuesta) con el capitalismo de mercado neoliberal. Definitivamente, la concepción popperiana de la sociedad abierta no es equivalente a sociedad capitalista: “por ‘sociedad abierta’ no entiendo –dice— un ‘sistema social’ definido, sino fundamentalmente una sociedad tolerante, una sociedad en la que son toleradas las peculiaridades del individuo, y más en concreto, en la que el pensamiento crítico y hasta la crítica de los tabúes son tolerados, una sociedad en la que, por tanto, podemos ser artífices de nuestro propio destino y no sus profetas” 5.

Y en un escrito posterior, apunta: “una sociedad, una manera de vivir juntos, basada en la idea no de tolerar a un hombre y sus convicciones, sino de respetarlo en su persona y convicciones, es el tipo de sociedad que yo llamo una sociedad abierta” 6.

Ni siquiera, contra los que muchos creen, Mario Vargas Llosa acepta esa identificación, que otros autores, menos eruditos que el peruano, dan por establecida. Dice Vargas Llosa:  “el liberalismo de Karl Popper es profundamente progresista porque está imbuido de una voluntad de justicia que a veces se halla ausente en quienes cifran el destino de la libertad sólo en la existencia de mercados libres, olvidando que éstos, por sí solos, terminan, según la metáfora de Isaiah Berlin, permitiendo que los lobos se coman a todos los corderos. La libertad económica, que Popper defendió, debía complementarse, a través de una educación pública de alto nivel y diversas iniciativas de orden social, como una vida cultural intensa y accesible al mayor número, a fin de crear una igualdad de oportunidades que impidiera, en cada generación, la creación de privilegios heredados, algo que le pareció siempre tan nefasto como los dogmas religiosos y el espíritu tribal” 7.

En esa misma línea de ver en Popper a un baluarte del neoliberalismo, están los que, más recientemente, quieren ver en él a un hayekiano a ultranza. Tampoco se sostiene esa concepción ni en la obra epistemológica ni en el pensamiento social y político de Popper. De su amistad con Hayek –sin duda muy fuerte— no se sigue que Popper fuera su seguidor, su discípulo o el fundamentador de las tesis económicas de aquél. Lo que sí es llamativo es que una carta dirigida a Rudolf Carnap (25 de abril de 1946) Popper se refiere a la fama de “reaccionario” de Hayek y trata de suavizar esa fama, acercándolo a su propia postura.

“Debo responder en concreto –dice a Carnap— a una consideración que usted hace en su carta. Se trata de la observación sobre Hayek y su fama de ‘reaccionario’. Sin lugar a dudas, Hayek trata de mostrar los peligros del ‘socialismo’ y, en especial, del intento utopista de hacer que la sociedad funcione sin mercado. Pero no es desde luego un adalid del capitalismo sin límites. Al contrario, insiste en la necesidad de un sistema de ‘seguridad social’, de una política anticíclica, etc. Que todos o más bien casi todos los izquierdistas lo consideran un reaccionario es, por desgracia, lamentablemente cierto… El agradecimiento que manifiesto en mi libro se refiere a su ayuda práctica más que a su influencia; pero, desde que terminé mi libro, he tenido la oportunidad de leer a Hayek (…), y sólo puedo decir que he aprendido muchísimo”8 .

Cualquiera puede concluir que ese “he aprendido muchísmo” estaría indicando una dependencia de Popper respecto de  Hayek, pero eso es forzar las cosas. Más adelante, en la misma carta, Popper la comenta a Carnap que “unos pocos izquierdistas aquí en Inglaterra, se hallan en la misma situación, como por ejemplo, Barbara Wootton, que ha respondido a Hayek con seriedad y ha reconocido el gran provecho que ha sacado de sus argumentos” 9. Si se compara este juicio de Popper para con Hayek, y su juicio para con Marx es evidente que para este último, aunque la crítica es más radical, el reconocimiento es mayor. En una carta a Carnap (31 de marzo de 1943), en respuesta a una observación que este le hace sobre su tratamiento de Marx, en el libro Falsos profetas: Platón, Hegel, Marx, que luego se convertirá en La sociedad abierta y sus enemigos, Popper responde así a Carnap:

“Respecto a sus consideraciones sobre mi manera de tratar a Marx, el libro la hace plena justicia, en lo que se refiere tanto a sus logros teóricos como a sus intenciones. Pero también lo critica. No necesitamos un Gran Sistema de filosofía social. La crítica que hago de Marx es cuidadosa y detallada… ciertamente no soy el más indicado para decir que soy ‘objetivo’. Sólo puedo decir que, pese a mi actitud crítica. Tengo una debilidad por Marx y lo admiro como pensador. Asimismo, en mi libro expreso claramente que debo muchísimo a la influencia de Marx. Al mismo tiempo trato de demostrar que el ‘historicismo’ de Marx, es decir, su creencia fundamental en un curso predeterminado de la historia, conduce al misticismo y se alza como un escollo en el camino de una ‘ingeniería social gradualista’ ecuánime y racional” 10.

1.El autor de este ensayo calificó equivocadamente a Popper de ser un “positivista refinado”, en un artículo publicado en 1997 que, en realidad, tuvo una primera versión en la década anterior, quizás en 1986. Cfr., L. A. González, “Notas en torno al debate explicación comprensión”. Realidad, No. 60, 1997. Posteriormente, quien esto escribe hizo un intento de recuperar la crítica de Popper al positivismo lógico, con una lectura más meditada de sus escritos. Cfr., L. A. González, “Epistemología y racionalismo crítico (Los griegos y Karl Popper)”.  Realidad, mayo-junio de 2001, pp. 273-300.
2.K. R. Popper, “Ideal y realidad en sociedad (1940)”. En Después de la sociedad abierta. Barcelona, Paidós, 2010, p. 100.   
  3.Ibíd., p. 107.
4. “Popper a Carnap, 6 de enero de 1947”.  Ibíd., pp. 154-157.
5.“La teoría del totalitarismo. Una conferencia sobre 6.La sociedad abierta (1946)”. En Ibíd., p. 191.
  “La sociedad abierta y el Estado Democrático (1963)”. En Ibíd., p. 305.7.
M. Vargas Llosa, “El joven Popper”. El País, 9 de septiembre de 2012.
8.  “Popper a Carnap, 25 de abril de 1946”, en Ibíd., pp. 150-151.
9. Ibíd., p. 151.
10.“Popper a Carnap, 31 de marzo de 1943”. Ibíd., p. 138.

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