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Hay que terminar con la incultura de la irresponsabilidad

La Semana Santa, ed que en principio debería ser un periodo de reflexión y conversión individual, store si lo vemos por el lado espiritual, o de gozo, si lo vemos por el del entretenimiento y esparcimiento, se ha convertido en espacio para el luto o lamentaciones para centenares de familias salvadoreñas.

Las causas por su puesto no es el periodo de vacaciones, ni mucho menos por la Semana Santa, sino por la irresponsabilidad de algunos y algunas salvadoreñas, de uno y otro sexo. Así lo demuestran las cifras oficiales preliminares.

De acuerdo con las autoridades, por ejemplo, en el periodo en mención hubo 378 accidentes de tránsitos, un 8% más que el año anterior. Estos accidentes de tránsito dejaron 234 personas lesionadas, y lo más lamentable, dejaron 27 personas muertas, es decir, 27 familias de luto.

Las causas de los accidentes son variadas, desde fallas de los automotores, que en todo caso demuestra negligencia de los propietarios, hasta otras violaciones graves como la de conducir en estado de ebriedad.

Es necesario recalcar que en los últimos diez años, las autoridades de tránsito han hecho innumerables esfuerzos por evitar no solo los accidentes de tránsito, sino las víctimas fatales. Es lamentable, además, que el Estado tenga que erogar fondos que bien podrían destinarse en el área de salud para atender verdaderas emergencias, pero hoy lo invierte en los lesionados producto de la irresponsabilidad de los conductores.

El país necesita cambiar, pero esos cambios deben comenzar en la familia, en los que se hacen del volante, de quienes depende la vida o la salud de los suyos o de los otros.

Son necesarios esos cambios, pues no podemos seguir viviendo, ni mucho menos cultivando, esa incultura que nos borra todo acto de racionalidad, por la irracionalidad.

Claro, el Gobierno debe intensificar sus esfuerzos por contribuir a implantar una cultura de la responsabilidad, pero, los principales esfuerzos, por hoy, deben intensificarse en la familia.

Si todos y todas no contribuimos a modificar los patrones de incultura, el luto y dolor innecesario continuará acechando a las familias salvadoreñas.

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