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Felices los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos

Jesús mismo remarca que este camino va a contracorriente hasta el punto de convertirnos en seres que cuestionan a la sociedad con su vida, personas que molestan. Jesús recuerda cuanta gente es perseguida y ha sido perseguida sencillamente por haber luchado por la justicia, por haber vivido sus compromisos con Dios y con los demás. Si no queremos sumergirnos en una oscura mediocridad no pretendamos una vida cómoda, porque “quien quiera salvar su vida la perderá.

La cruz, sobre todo los cansancios y los dolores que soportamos por vivir el mandamiento del amor y el camino de la justicia, es fuente de maduración y de santificación.

Recordemos que cuando el Nuevo Testamento habla de los sufrimientos que hay que soportar por el Evangelio, se refiere precisamente a las persecuciones.

Pero hablamos de las persecuciones inevitables, no de las que podamos ocasionarnos nosotros, mismos con un modo equivocado de tratar a los demás. Un santo no es alguien raro, lejano, que se vuelve insoportable por su vanidad, su negatividad y sus resentimientos. No eran así los Apóstoles de Cristo. El libro de los Hechos cuenta insistentemente que ellos gozaban de la simpatía de todo el pueblo mientras algunas autoridades los acosaban y perseguían.

Las persecuciones no son una realidad del pasado, porque hoy también las sufrimos, sea de manera cruenta, como tantos mártires contemporáneos, o de un modo más sutil, a través de calumnias y falsedades. Jesús dice que habrá felicidad cuando los calumnien de cualquier modo por mi causa. Otras veces se trata de burlas que intentan desfigurar nuestra fe y hacernos pasar como seres ridículos.

Aceptar cada día el camino del Evangelio aunque nos traiga problemas, esto es santidad.

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