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Ética tradicional frente a la cruda realidad de la sociedad salvadoreña actual

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Ramón D. Rivas*
Ramón D. Rivas*

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Permítaseme hacer una pregunta crucial: ¿qué es ética? Ética deriva de “etos”, pharmacy que se traduce como “costumbre”, site y de esta: “conducta, health carácter, personalidad”; es una forma particular de actuación social. También se sabe que la ética es la ciencia que estudia la moral, es decir, lo que es bueno, virtuoso, del ser humano. Ahora bien, desde esa perspectiva considero que es necesario y urgente hacer una reflexión crítica sobre cómo se encuentran las relaciones sociales en nuestro país. Es más, debemos cuestionarnos sobre cómo vivimos y para qué vivimos. Tenemos que reflexionar acerca de cuál es el sentido de la vida en un país como el nuestro, que en la realidad de todos los días hay asesinatos, extorsiones; y, es más, otro tipo de patología en eso de que la gente busca hasta en lo más mínimo para tratar de denigrarte, sacar provecho de vos y qué más…; y esto se ve en todos los niveles y ámbitos sociales en nuestro terruño. Vivimos en la sociedad de la trampa, del sálvese quien pueda, de la política del ‘más vivo’, de la ‘animalada’; cualquiera quiere sacar provecho de vos. Y como un amigo me decía: “Estamos inmersos en la cultura del rumor y la ‘chambrología’, que es avivada por las redes sociales en donde los autores se toman licencias para insultar y denigrar a cualquiera con esa estrategia de aquel mal nacido nacista de Joseph Goebbels —político alemán, ministro de propaganda de la Alemania nacionalsocialista hitleriana— de ‘repite una mentira cien veces y se convertirá en una verdad’ “. Y es que si nos remontamos a la historia constatamos que en nuestro país, histórica y tradicionalmente, la instancia principal que ha regido la moral hasta hace poco tiempo, pues las sectas protestantes ahora son muy influyentes, es la Iglesia católica. Hay que decir que no es acertado sostener que esta institución religiosa sea la culpable de que la gente se comporte de la forma egoísta en que hoy en día lo hace y de que los criminales se desgarren y desangren entre ellos hasta la tumba todos los días, llevándose de encuentro muchas vidas inocentes por lo desalmados que son. A la larga, la moral en el ser humano y las normas en una sociedad se aprenden y, como consecuencia, se debe respetar al semejante sin discriminar por ningún motivo. Pero ¿qué es lo que está sucediendo con esa moral y las normas que se han aprendido, si acaso? Hoy se hace todo lo contrario, en oposición al buen orden establecido por el gobierno civil y el eclesiástico; por lo menos como se espera que fuera. Para algunos trasnochados que se han calzado las botas españolas, la moral es un árbol que da moras. Sin embargo, sabemos que la moral, en su más sentido estricto, es ética. ¿Cuándo la cultura transaccional se convierte en una vulgar costumbre de ‘jodo al que se deja’? Y es que en nuestro país es poco lo que se conoce sobre la influencia de la Iglesia en la modelación de las costumbres entendida esta como un trabajo desde la moral y que naturalmente es y forma parte de la ética a la que hoy nos referimos. Los únicos estudios que yo he encontrado aquí, en nuestro país, son los del padre Rodolfo Cardenal. Ese poder eclesiástico que señala cómo esta institución se oponía a la llegada de ideas masónicas y liberales para no perder su influencia cultural en la sociedad. Posiblemente el descontento y la insatisfacción de algunas personas hacia la moral católica las haya llevado a buscar una fuente alternativa de moralidad en logias masónicas y teosóficas, por ejemplo; y esto ya lo vamos a ver en nuestro país desde la segunda mitad de 1800, que es cuando llegan estas ideas más fuertemente, y precisamente con la fundación de la logia masónica Cuscatlán en 1898. Antes de esto era precisamente la Iglesia la que tenía el control moral en esta sociedad. Naturalmente, había ya personajes de los cuales referentes históricos afirman que eran masones, como son los casos de los notorios Francisco Morazán y Gerardo Barrios. El resto de la población, con un exiguo o nulo contacto con el sistema educativo formal, tenía un bagaje cultural anclado en las costumbres coloniales y conservadoras. Debido a que no había influencias foráneas, la población hacía las cosas como por costumbre; los dogmas eran fuente de vida y justificaban y daban fuerza a la misma existencia del ser humano; los días estaban sujetos no a una planificación, sino a una obligación como parte de la costumbre y la moral. Naturalmente, hay mucho de estas reflexiones que es intuición, por el hecho de que no hay estudios científicos sobre el papel de la familia en la sociedad. Sí se sabe que las relaciones sociales, desde la moral, giraban en torno a los preceptos emanados de la Iglesia católica. No obstante, su observancia no siempre era fiel, como muy bien se constata en la visita canónica que hiciera el obispo de Guatemala, Pedro Cortés y Larraz, a estas tierras en 1770. En las comunidades indígenas la moral se regía por lo que indicaba la comunidad, en la que los ancianos jugaban un papel importante en la trasmisión de la cultura por medio de la transmisión de la historia en forma oral, la que a su vez era enseñada por los padres, por la familia. Era el tiempo en que se consideraba mucho más importante lo que los otros pensaban de uno que lo que este hacía. Los prejuicios en el marco de la moral tenían una función de control y cohesión del individuo y de la misma sociedad. Entonces, como muy bien lo afirma el sociólogo alemán Max Weber, la religión tenía la función de regular y de mantener una visión de las cosas. Pero ¿qué sucede cuando la sociedad se seculariza? Y esto se da precisamente en nuestro país a finales del siglo XIX con los liberales. Aquí es donde se comienza a dar un rompimiento con las instituciones tradicionales ante el avance de los programas educativos emanados del Estado, que tratan de modernizar y trastocar las mentalidades colectivas. La pregunta es: ¿cuál ha sido el impacto de las políticas educativas del Estado, a lo largo de la historia, en la vida de los salvadoreños? Lo que uno puede reflexionar de esta pregunta, y sobre todo si nos remontamos a la historia de este país, es que los mecanismos de coerción se han superpuesto a los de dominación ideológica, en el sentido de que ha habido más represión, pero no al estilo del historiador de las ideas Michel Foucault, quien realizó amplios estudios críticos de las instituciones. En este sentido, él afirmó que la represión contribuye al cambio de mentalidades, y que por ello es una represión que no ha permitido la construcción de un aparato estatal donde tenga cabida la regeneración moral y el avance humanista de la persona. La represión que aquí nos ha caracterizado es el uso de la fuerza para la eliminación de la oposición a un proyecto de dominación de clase. Si bien es cierto la Iglesia católica, desde la Colonia y los primeros años de la República, supo mantenerse en ese proyecto moralista y de dominación, ha sido colaboradora en la instauración de un proyecto moralista y de dominación. El ser humano, por naturaleza, es un ser moral; sabe muy bien lo que es bueno y lo que es malo, pero se ha prestado a colaborar y beneficiarse de un sistema de dominación. La historia es la herramienta que nos da pautas para entender por qué la gente hoy actúa de la manera en que lo hace. Continuará…

*Director. Dirección de cultura. Universidad 

Tecnológica de El Salvador

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