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ESTADO LAICO, INDISPENSABLE PARA UNA DEMOCRACIA REAL, JUSTA Y PARTICIPATIVA

MSSR Margarita Rivas

La construcción de una convivencia democrática incluye el ejercicio de los derechos humanos para el desarrollo social y la justicia, pero para ello se requiere, como pilar básico, fortalecer el Estado laico y su reconocimiento como valor social. Así pues, desde un enfoque laico el diseño de políticas públicas y el accionar del Estado logran un enfoque positivo, incluyente y libre de prejuicios.

La laicidad del Estado es “la voluntad para construir una sociedad justa, inclusiva y progresista que respete la dignidad de las personas y el ejercicio de los derechos humanos, garantizando la libertad de pensamiento y la igualdad de las personas delante de la ley”; la no discriminación se vuelve real y no retórica. Incluye el respeto al espacio privado y la libertad individual, la opción confesional o no confesional como derecho individual que pertenece al espacio privado.

En un Estado laico, no cabe la utilización política de lo religioso ni la intromisión de lo religioso en los asuntos del Estado y sus instituciones, por el contrario, se promueve el ejercicio pleno de la ciudadanía, se fomentan valores de libertad, responsabilidad, solidaridad, respeto e igualdad; se reconoce el valor de la diversidad humana y el derecho de las mayorías y de las minorías, es efectiva la libertad de conciencia, de pensamiento y el derecho a disentir, es decir, se promueve una cultura de paz consecuente con el pluralismo, como plurales y diversas somos todas las personas que conformamos las sociedades.

En nuestra sociedad todo eso es todavía una aspiración.

Ciudadanos y ciudadanas conscientes del significado del ejercicio de nuestra ciudadanía, debemos tomar la responsabilidad de recordar permanentemente a las funcionarias y funcionarios, instituciones y jerarquías de las iglesias, que el interés público es el interés en el bienestar de todas las personas, sean estas religiosas o no religiosas, creyentes o no creyentes, hombres o mujeres de todas las edades y estratos sociales; en otras palabras, reconocer y defender que los derechos humanos competen a las personas por el simple hecho de serlo.

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