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El encanto de saber: exitosos universitarios salvadoreños en chile

Víctor Manuel Valle Monterrosa/Embajador de El Salvador

A principios del siglo XX estuvo en El Salvador una misión militar comandada por el entonces Mayor Carlos Ibáñez del Campo, quien fue dos veces presidente de Chile, casó con una dama salvadoreña e inauguró,  en 1956, en Valparaíso,  la Escuela República de El Salvador.  El que un militar  presidente chileno haya fundado una escuela con el nombre de El Salvador tiene mucho simbolismo,  pues es la educación un  campo   en el cual Chile ha sido muy valioso para El Salvador.

La influencia de Chile en la educación salvadoreña es de larga data. En el decenio de los años 1930, unos jóvenes partieron  de El Salvador  a estudiar en el Instituto Pedagógico, ahora la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación, donde obtuvieron el título de Profesor de Estado.

Al regresar a El Salvador en 1940, formaron parte de una comisión que propuso  reformas en  la educación.  La reforma sembró semillas y, posteriormente, dos educadores formados en Chile, dejaron huella en la educación salvadoreña: Manuel Luis Escamilla y Celestino Castro.

En los años 1960, varios jóvenes salvadoreños partieron a Chile a formarse en escuelas normales y regresaron a  ejercer como educadores.

Desde entonces, otros jóvenes salvadoreños  han recibido en Chile educación universitaria de pre-grado o posgrado en Chile.

Así,  Chile ayuda a que  El Salvador adquiera nuevos saberes  para apuntalar su desarrollo y concretar  lo universalmente aceptado: la educación es el instrumento más poderoso para transformar positivamente las sociedades.

Chile y El Salvador son dos países hermanos en América Latina. Comparten rasgos del pasado y del presente. Ambos tienen en la actualidad gobiernos que trabajan por consolidar sus democracias, desarrollar humanamente las sociedades, construir la paz social   y dejar atrás experiencias dolorosas y traumáticas.

Para dirigir hay que saber y  adquirir conocimientos pertinentes. Los conocimientos pertinentes permiten que haya excelentes profesionales universitarios y tecnólogos  en todas las ramas del saber, calificados docentes en todos los niveles y sólidos científicos que desentrañen lo esencial de la naturaleza y la sociedad para ponerlas al servicio del desarrollo humano. Eso es estratégico.

El martes 13 de diciembre tuvo lugar en el Palacio Presidencial a Moneda una ceremonia en la que la presidenta Michelle Bachelet  se reunió con 135 becarios de la Agencia de Cooperación Internacional de Chile (AGCID) provenientes de 17 países de América Latina y el Caribe y África. En estos estudiantes hay 14 salvadoreños que estudian a nivel de posgrado diversas disciplinas y dos de ellos recibieron reconocimientos explícitos, por su rendimiento académico, de parte de la presidenta Michelle Bachelet. Sus nombres son Mauricio Flores, Magíster en Nutrición y Alimentos de la Universidad de Chile, y Luis Mario Castellanos, estudiante de posgrado en la Universidad de la Frontera.

Permanentemente, jóvenes  salvadoreños  llegan a Chile a estudiar sus posgrados en universidades chilenas que se reputan como de las mejores de América Latina. Incluso la Universidad de Chile, estatal, y la Universidad Católica, privada, aparecen en las clasificaciones del mundo en el 3% superior de la calidad académica.

Además de los becarios de la AGCID, hay otros que estudian en Chile con otras fuentes de financiamiento.

La Escuela Superior de Economía y Negocios mantiene un programa de intercambio con universidades chilenas. Este año 15 estudiantes de la ESEN han estado un semestre en Chile para llevar cursos universitarios en Chile que son reconocidos como parte de su plan de estudios en El Salvador.

Es alentador conocer estudiantes salvadoreños exitosos que, con responsabilidad y pasión, emprenden la aventura de aprender más y bien,  degustar el encanto de saber y, deseablemente, contribuir al desarrollo de El Salvador.  Es una de las recompensas morales por las que se pasa cuando se cumplen funciones diplomáticas.

A través de esos jóvenes la llama se mantiene viva y la esperanza por un país desarrollado, ordenado y justo no decae.

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