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«EN SANTIAGO DE MARÍA ME TOPÉ CON LA MISERIA»

Dos años de la Vida de Mons. Romero (1975-1976)
¿Años del Cambio?

SEGUNDA CARTA:
“Estimado P. Victorino:

Recibí en estos días de Navidad tu carta del 19 de diciembre junto con los documentos referentes a la situación de Jiquilisco. Espero y supongo que con tu visita y las medidas tomadas se hayan tranquilizado un poco y vean las cosas con mayor optimismo.

Tengo la impresión de que han levantado una gran tormenta en un vaso de agua. Igualmente pienso que en este caso no era el mejor camino para aclarar las cosas, la redacción de documentos, sino un diálogo directo y fraterno con el mismo obispo, ya que por esos lugares tenéis la suerte de tener obispos sencillos y que se avienen a ello. Todo lo demás solo contribuye a dar pie a malas interpretaciones de frases escritas y a poner unos diques y obstáculos a una mejor comprensión en el futuro.

Creo que el Señor obispo había manifestado más que de sobra su aprecio por los padres y por la obra realizada. En ningún momento había dudado de su ortodoxia, etc.. Era normalísimo que quisiera examinar la marcha del centro, siguiendo las orientaciones de la Conferencia Episcopal, etc.. ¿Por qué entonces esa premura en exigir razones, acusaciones, etc., y todo ello además por escrito? Ya le escribí yo a Juan cuando me envió la copia de su carta al Sr. obispo, que objetivamente no podía aprobar su tono. Sinceramente pienso que no ha sido una muestra de diálogo, lo que ellos han dado.

En cambio, tu exposición me ha parecido mucho más sensata y en su puesto, porque era normal manifestar la preocupación por la situación allí creada. Solamente no aprobaría todo, la premura con que le pedías al Sr. obispo la respuesta y que fuese por escrito.

Pero en fin, yo estoy juzgando las cosas un poco desde lejos y como quien no se ha visto apremiado por los problemas ni por la urgencia de buscarles una solución. Por eso quizás puedo hablar con más frialdad y no quizás con mayor objetividad. Por eso dejo el asunto de lado. Y espero que todo ello haya sido una pequeña tormenta sin transcendencia. Me parece que el Sr. obispo, ahora, al final por lo menos, ha dado una buena lección de diálogo, de sencillez y disponibilidad y de su decidida voluntad de llegar a la mejor solución…”.116

TERCERA CARTA:

“Estimado Dr. Hoffacker:

La presente es, ante todo, portadora del agradecimiento de nuestra diócesis a los hermanos obispos de Alemania, porque gracias a su genial “Acción Adveniat” que Ud. dignamente administra, ha sido posible un año más de vida y actividades pastorales de nuestro centro de promoción campesina “Los Naranjos”, de cuyos frutos es imposible medir el alcance, ya que los campesinos que allí reciben enseñanzas y experiencias son verdaderos “agentes” de irradiación en sus propias comunidades y en otros ambientes rurales.

Las vicisitudes a que se refiere la “evaluación” del adjunto informe, creo que han sido providenciales piedras de toque para acrisolar esta obra de Dios que lleva el secreto de su éxito en el respeto y docilidad a la jerarquía de la diócesis, empeñada en intensificar la formación de toda clase posible de “agentes” para desarrollar una labor pastoral diocesana más organizada.

Por lo que, al agradecimiento expresado, me permito agregar mi encarecida recomendación a la solicitud de ayuda explicada en el programa adjunto preparado por el P. Juan Macho Merino, director del centro y hoy vicario de pastoral de la diócesis…”.117

4.3- Algunos Comentarios

Todo este suceso nos da la ocasión de hacer algunos comentarios:

¿Fue por pragmatismo o por convencimiento que aceptó la reapertura del centro?

“EUGENIO: Si hablamos del cambio en Monseñor, al principio, yo había pensado que su decisión de abrir de nuevo LOS NARANJOS, era como un reflejo de que él ya había cambiado; pero ahora me doy cuenta de que me equivoqué, pues parece que la decisión de abrirlo de nuevo, tal vez fue una decisión más pragmática, pues como le dijeron era mejor tener algo, (aunque sea dudoso y problemático), que no tener nada; pero que el verdadero cambio de opinión vino más tarde.

ZACARÍAS: Ciertamente; creo que fue así, que estás en lo cierto. El manda reabrir el centro, pero si examinamos bien la carta última, observamos que él sí lo abría porque confiaba en nosotros, pero insistía que teníamos que ir buscando, que teníamos que seguir dialogando…, vamos a ir caminando juntos.

Él se invitaba, se autoinvitaba a nuestras reuniones de pastoral, (pues decía que le invitáramos a todas las reuniones que la comunidad tuviera de pastoral), y es interesante, recuerdo que él me confesó algunas veces, que él echaba mucho de menos una comunidad con la que poder compartir la vida, las reflexiones, hasta el trabajo apostólico, por eso, él se autoinvitó a nuestras reuniones en las que pretendíamos y solíamos hacer eso. (Esta fue una de las conclusiones del affaire). Igualmente el nombramiento de Juan como vicario de pastoral.

La cuestión del centro, -vamos a empezar a hacer un pequeño análisis-, fue como el primer choque, el primer aldabonazo: Quizás nunca, hasta entonces, le habían dicho, que podía estar equivocado, que podía cambiar, que podía avanzar de otra manera, de otro modo, quizás más… Y cuando, de repente, toma una decisión autoritaria, pasándose por encima de nosotros, y sin contar con nosotros, sin dialogar con nosotros, nos condena, -porque eso era un condena-. Entonces, nos pusimos de frente, le hicimos reflexionar; y creo que fue un primer toque de atención que empezó a querer poner las cosas en su sitio. Pero la decisión tomada por él sobre la reapertura del centro, no creo que fuera porque él estuviera totalmente convencido…

Ahora bien, él notó, se dio cuenta de nuestra sinceridad, (creo que esto es interesante, él lo constató más de una vez), que no nos veía con doblez, que no le pretendíamos engañar, que no teníamos ningún móvil rastrero o humano, que lo que pensábamos, eso le decíamos, y eso lo alabó mucho: nuestra sinceridad.

Pero que estuviera de acuerdo con todas nuestras ideas, sobre todo en ese tiempo, eso era otra cosa. Y el hecho de que la noche anterior de tomar esa decisión, y de escribir esa carta última decisoria, la consultara, nos está diciendo que él no estaba claro de si convenía o no, nuestra presencia en la diócesis.

Todo esto nos está diciendo que él no estaba totalmente convencido ni mucho menos cambiado. Pero sí, creo, estaba echada y sembrada la semilla; y que todo esto le hizo reflexionar…

Y, después, ese contacto con los campesinos, ese meterse en la pastoral como se metió, ese conocimiento más profundo de la realidad, especialmente rural de su diócesis, fueron transformando a Mons. Romero, de tal manera, que el Monseñor que entró a Santiago de María era muy distinto del que salió dos años más tarde. Y por eso, cuando le nombraron arzobispo de San Salvador, hubo gente, sobre todo los más avanzados en la pastoral, que no recibieron bien a Mons. Romero en la arquidiócesis; hubieran querido a otro obispo cualquiera; (estos estaban deseando a Mons. Rivera); y eso era normal, porque estaban pensando en el Mons. Romero tradicional que fue obispo auxiliar, y no conocían nada de este proceso del que estamos hablando y de este nuevo talante que había adquirido en la diócesis de Santiago de María; y por eso, lo recibieron mal y con muchas prevenciones.118

Claro, nosotros fuimos los privilegiados de poder conocer y estar cerca de este proceso, de poder contar casi todos sus pasos; y era normal que los demás lo desconocieran por estar lejos de esta realidad tan personal.


  116. A.C.P.: Carta del P. Provincial al P. Vicario Regional, 3 de enero de 1976, pág. 1.

117. A.S.M.: Carta de Mons. Romero al Director de ADVENIAT, 25 de febrero 1976, pág. 1.

118.Pueden leerse más de 10 testimonios sobre este tema, en Piezas para un retrato, págs. 73-78.

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