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«EN SANTIAGO DE MARÍA ME TOPÉ CON LA MISERIA»

Dos años de la Vida de Mons. Romero (1975-1976)

¿Años del Cambio?

ESTO ES LO QUE NOSOTROS PODEMOS OFRECER A LAS DIÓCESIS Y A LOS RESPONSABLES MÁXIMOS QUE SON LOS OBISPOS. Y esto ofrecemos.

-¿El obispo de Santiago de María, ve CLARA la línea de pastoral que le ofrece la comunidad pasionista de Jiquilisco?

-¿Tiene objeciones serias que hacer a esta línea concreta de pastoral?

-¿Acepta AMPLIAMENTE la colaboración de la comunidad en esa línea?

-Conociendo los planes, proyectos, programas del centro “Los Naranjos”, ¿está dispuesto no solo a darles el “visto bueno”, sino a apoyarles positivamente, como obra suya y de su diócesis, con toda la confianza que se necesita del obispo, para ponerlos en práctica con todos los riesgos que eso supone hoy?

LA COMUNIDAD, y yo personalmente, deseamos una definición clara, y por escrito, sobre estos últimos cuestionamientos.

De conformidad con la CLARIDAD Y ALCANCE de esa respuesta, depende el que los padres sigan colaborando en su diócesis, o que opten por ofrecer su trabajo y su carisma, a otra diócesis, cuyo obispo sí acepte incondicionalmente lo que NOSOTROS PODEMOS OFRECER.

Espero una respuesta urgente de S. Excia. y por escrito, ya que el lunes tengo que regresar a Honduras, mi lugar de residencia habitual, y no quiero hacerlo sin haber dejado resuelto este asunto.

Jiquilisco, 12 de diciembre de 1975.

Frmd: P. Victorino Sevilla,G. C.P., Vicario Regional de los P.P. Pasionistas”.111

e) Una noche de “alumbramiento”

indiscutiblemente, la noche del 12 al 13 de diciembre de 1975 fue muy especial para Mons. Romero, pues tenía que dar una respuesta seria y decisiva a los cuestionamientos e interrogantes que le acababa de hacer nuestro vicario regional: tenía que decir prácticamente, sí o no a la tarea de los pasionistas en su diócesis.

Es muy posible que aquella noche no durmiera; hay testigos que lo confirman; y conociendo su recia espiritualidad, la pasara en oración buscando luz desesperadamente para poder discernir lo adecuado para su diócesis. Efectivamente, ya dimidiada la noche, pide consejo a un sacerdote vecino de Santiago de María, comparte con él este problema que le angustia, y planifican unas estrategias a seguir.

Estas actitudes de pedir consejo y ayuda eran muy propias de Mons. Romero, sobre todo cuando estaba en juego lo que él creía una importante o transcendental decisión. Era propio de su carácter indeciso; en ciertas circunstancias límite necesitaba el apoyo de otros para lanzarse a toma de posiciones o decisiones nuevas e imprevistas para él.112

Supuestas todas estas reacciones de Mons. Romero en esa noche de alumbramiento, se atreve y se decide a dar esta respuesta concretada en la carta que copiamos a continuación:

13 diciembre 1975: Esta carta es respuesta a los requerimientos del vicario regional; Mons. Romero desea que se den por acabados los recelos y desconfianzas, que se continúe con el diálogo, y con la tarea apostólica de los pasionistas en su diócesis. Y propone tres soluciones. Leamos:

“Estimado padre vicario:

Agradezco, ante todo, a V. R. el sacrificio de su venida a nuestra diócesis, con el noble propósito de ofrecer personalmente su autoridad religiosa, como un servicio al mutuo entendimiento pastoral entre la comunidad pasionista de Jiquilisco y el obispo de la diócesis.

Con gusto estoy condescendiendo al deseo de V. R. de tener “una respuesta urgente y por escrito” al memorándum que me entregó ayer, en la visita que yo le hice en esa residencia. Pero el mismo carácter de apremio que V. R. desea y el hecho de haber tenido ya dos diálogos prolongados, -el de ayer con V. R. y el del martes recién pasado con el P. Juan Macho, -que yo hubiera querido con toda la comunidad- sobre los mismos cuestionamientos presentados por los dos, creo que me dispensan de repetir aquí “in extensum” mi pensamiento al respecto, que ya di a conocer, en las mencionadas circunstancias, la primera de las cuales tuvo testigos cualificados.113

En ambos diálogos me parece haber explicado y aclarado suficientemente las dudas y temores que pudieron surgir de mi carta del 1º de octubre al R. P. Provincial, la cual ofrecí a la comunidad de Jiquilisco, como explicación de “las razones” que buscaba el P. Juan y también (para conocer) la línea de pensamiento y acción pastoral que el obispo de esta diócesis señala a todos sus colaboradores”.

El mismo P. Juan pudo apuntar en su “Reflexión Comunitaria”, sobre dicha carta, que “no se achaca error doctrinal”; y creo haber expresado suficientemente en ella mi aprecio y agradecimiento al abnegado servicio que los PP. pasionistas han venido prestando desde su arribo a esta diócesis. Considero su presencia y su trabajo como una parte muy destacada de la herencia apostólica que, a través del recordado Mons. Castro y Ramírez, me ha entregado el Señor, para que, con la necesaria colaboración de Uds., la cultive de acuerdo con aquella relación eclesial entre carismas religiosos y Jerarquía, que la fe impone a nuestro humilde servicio. (Conf. 1ª Tes 5,19-21; LG 1,2; LG 27 y 45).

Naturalmente la conjugación de estos dos elementos, (carismas y jerarquía), tan indispensables para la vida de la Iglesia, lo mismo que el sincero deseo que para el obispo constituye un deber principal de conducir hacia la vida y unidad de la diócesis, los valores auténticos de un sano “aggornamento”, y de las legítimas y variadas tradiciones de nuestro pueblo y de la idiosincrasia de nuestra gente y de los mismos agentes de pastoral pueden provocar dolorosas fricciones que solo se pueden superar con una dosis de oración, de espíritu de discernimiento, de humildad, buena voluntad, etc.

Tampoco puedo descuidar, en mis criterios de gobierno diocesano, mi deber de SOLIDARIDAD JERÁRQUICA, para con las opciones de la CONFERENCIA EPISCOPAL, al orientar problemas comunes internos de pastoral o enfrentar las difíciles circunstancias sociopolíticas del país. Acerca del tema que nos ocupa, creo útil transcribirle las últimas directrices de la CEDES: “…que se incluya en las directivas de los Centros de Formación Campesina, a párrocos de la Diócesis; que los obispos diocesanos apoyen el Centro de Formación Campesina, y que revise de alguna manera los programas de estudio; la Conferencia Episcopal repudia documentos que se publican sin firmas responsables y que los calcen abusivamente con el nombre de organizaciones eclesiales… Mons. Marco René Revelo se encargará de revisar los estatutos de la Coordinación Nacional de los Centros Rurales de la Iglesia en El Salvador. Se apunta que conviene poner claramente que: el responsable nato del centro, en cuanto a lo doctrinal, es el obispo diocesano; la coordinación nacional debe procurar coordinar las actividades de los centros del país, en vista de una acción organizada o de conjunto” (Acta, Nº 101, 7, A.).


111. A.C.P.: Carta del P. Victorino Sevilla, Vicario Regional a Mons. Romero, 12 de diciembre 1975, págs. 1-5.

112. Así sucedió cuando tuvo que aceptar la elección de Obispo (21 de Abril 1970): consultando en aquel entonces a un jesuita y a un miembro del Opus Dei. Citado por Jesús DELGADO en obra citada, págs. 41-42.

113. Alude a la Reunión del 10 de diciembre de 1975, donde estuvieron presentes, además de Mons. Romero, el Consejo Diocesano de Consultores (4 sacerdotes), y Mons. Marco René Revelo, Obispo Auxiliar de Santa Ana, encargado de la Catequesis Nacional por la CEDES, y Coordinador de los Centros Rurales de la Iglesia de El Salvador.

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