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«EN SANTIAGO DE MARÍA ME TOPÉ CON LA MISERIA»

Dos años de la Vida de Mons. Romero (1975-1976)

¿Años del Cambio?

Por otra parte, se nos asegura que las dificultades en torno a la vuelta y entrada del P. Juan Macho en el país han desaparecido y que por lo mismo se puede intentar su ingreso. ¿Qué seguridades podemos tener de que esto corresponda a la realidad, y no nos expongamos a hacer un triple viaje inútil? ¿No sería factible conseguir algún documento o cosa semejante de las autoridades competentes que diesen esa seguridad? Es comprensible que el P. Juan no quiera exponerse a sufrir una nueva experiencia desagradable como la anterior, y nosotros mismos necesitamos alguna seguridad de que no le enviamos al vacío y a la aventura. Desde luego, el P. Juan está dispuesto a emprender el regreso, pero se necesita una cierta seguridad. En el mismo sentido he escrito a los padres, pero una palabra suya de parte de su Excelencia, tendría quizás un mayor valor.

Beso su anillo pastoral…”.74

En contestación de Mons. Romero a esta última carta del P. Provincial le dice lo siguiente:

“…En cuanto al P. Juan, creo que puede estar tranquilo Ud. y él, y que puede venirse. Así me lo ha prometido personalmente el Señor Presidente de la República, en respuesta a mi carta (de la que le anexo copia). Sin embargo, los interrogantes de su carta y el temor del P. Juan de “exponerse a sufrir una nueva experiencia desagradable como la anterior” son también razonables en nuestras circunstancias; pero se me ha hecho imposible obtener algo escrito como Ud. y yo lo deseamos; me responden que no hay necesidad porque ya se han dado órdenes a migración para que no se ponga dificultad a su ingreso. Una solución práctica es la que proponen los padres de Jiquilisco: que venga el P. Juan a Guatemala y de allí, por tierra, a El Salvador. Así, si se presentara alguna dificultad, estaríamos más cerca para poderlo ayudar.

Más bien, igual que Ud., yo “centro de manera especial mi preocupación por el P. Pedro”. El mismo arzobispo de San Salvador lamenta aquella participación por su calidad de extranjero. El padre desde un principio definió su decisión como Ud. la califica en su carta: “metido en la mística del momento y con la seguridad de seguir el camino que le marca su conciencia…”. Y esta convicción es la que más me preocupa, sobre todo cuando, al confrontar esa actitud personal con la disciplina jerárquica, se contrapone y hasta se antepone la tal “actitud de conciencia” a la “Iglesia institucional”. Esto me preocupa más precisamente por la sabia observación que Ud. hace: “no miden los peligros reales a los que se pueden ver expuestos”; peligros que no solo son de carácter personal sino que compromete su actividad parroquial, el centro “Los Naranjos”, y hasta su propia congregación (piense en el caso del P. Juan).

Gracias a Dios, hasta hoy no ha habido ningún atropello ni amenaza; pero ya la semana recién pasada fue llamado con insistencia a la Dirección de Migración para convenirle su “intromisión en política” y recordarle su calidad de “extranjero”. Me informó que se le trató con respeto y que se le comprendió que no hacía política de partido sino del bien común.

También tengo informes confidenciales de similares acusaciones que se archivan en la comandancia departamental de Usulután. Son estas últimas circunstancias las que han acentuado mi preocupación que yo quise exponer desde el principio a Ud. pero que creía superadas en vista de la aparente normalidad con que se le ha seguido dejando trabajar. Pero ante los temores expresados por Ud., sí creo un deber expresarle que sí temo por el P. Pedro, a pesar de las garantías ofrecidas; y expresarle también que varios consejeros prudentes opinan que se pida a Ud. un cambio hacia fuera del país. Sería yo el primero en lamentarlo, pues admiro y agradezco la entrega sacerdotal con que está trabajando; pero su seguridad personal y el quitar pretextos que obstaculicen su labor, también cuentan mucho en la pastoral”.75

También tenemos una carta del P. Provincial que insiste en el mismo tema y en las mismas ideas. Escuchémosla:

“…Al escribir al Sr. Obispo le manifestaba igualmente mi preocupación por Pedro, ya que no de vosotros pero sí de otros habían llegado noticias como para preocuparse. Creo que para mí no es suficiente saber que el interesado se encuentra tranquilo y dispuesto a todo, si por otra parte me consta que puede correr algún peligro. Por eso le indicaba a Victorino que se debiera estudiar, también con vosotros, la posibilidad o conveniencia de cambios de personal si esto podía asegurar mejor la permanencia de la obra evangelizadora que ahí se lleva. Si ha de hacerse o no, eso lo decidiréis ahí, pero indicar que se debe estudiar este punto creo era de mi incumbencia y responsabilidad recordarlo…”.76

4.- EL CASO: CENTRO DE PROMOCIÓN CAMPESINA “LOS NARANJOS”

Quizás este suceso que ahora estamos comenzando a tratar fue uno de los que más le ayudaron a Mons. Romero a encontrar el camino del cambio de mentalidad que se empezó a operar aquí, en Santiago de María; y no solo en las ideas teológico-pastorales, sino también en la praxis: comienza a estar más abierto a corrientes pastorales nuevas, avanzadas y distintas de las suyas más tradicionales.

4.1.- ¿Ambigüedad en Mons. Romero?

Aunque hay datos de que en este tiempo (1974-1975) alababa la labor de los pasionistas, tanto en la parroquia de Jiquilisco, como en el centro, sin embargo, también hay ocasiones que pone en duda y no le satisface la línea de pastoral que estábamos llevando.

¿A qué se debe esta ambigüedad? ¿Acaso porque nosotros dábamos una de cal y otra de arena, dando ocasión para ello, enseñando a la vez lo bueno y lo menos bueno? O más bien, ¿no era por la lógica posición de Monseñor en este tiempo, que estaba a caballo entre el “Sí”…, “pero no”? Creemos que es esto último: él estaba en el comienzo del camino del cambio, pero con el peso grande de su tradición, vivida durante años, a su espalda. Está en la linde del camino nuevo por recorrer y del camino viejo recorrido; está colocándose en el filo del riesgo y de la inseguridad de lo nuevo por realizar y de lo de siempre realizado que es más seguro.

Desde estas posiciones, según se mire a derecha o izquierda, se ven a “buenos” o a “malos”; según se eche la mirada adelante o atrás, percibiremos “progresistas” y “avanzados” o “tradicionalistas” y “retrógrados”. Es el tiempo y el lugar del comienzo del cambio, donde son muy propias esas apreciaciones contradictorias y ambiguas.77

Vamos a recoger algunas de estas apreciaciones suyas; son elogios de alabanza a la tarea pastoral realizada por los padres por una parte; y por otra, expone sus dudas o interrogantes sobre esa misma pastoral.

12 febrero 1975: carta de Mons. Romero al director de Adveniat, en la que recomienda la solicitud de ayuda para el centro “Los Naranjos” en el primer semestre del año 1975. Habla positivamente del trabajo del centro:

“Estimado Doctor Hoffacker:

Con mucho gusto doy mi aprobación y recomendación a la adjunta solicitad de subsidio, presentada por el P. Juan Macho M., director del centro de promoción campesina “Los Naranjos” de esta diócesis de Santiago de María.

Se trata de un verdadero instrumento de la pastoral diocesana y, desde mi reciente llegada a esta sede episcopal, apenas hace tres meses, he comprendido su trascendencia y significa una verdadera esperanza para mi episcopado…”.78


74. A.C.P.: Carta del P. Provincial a Mons. Romero, 9 de septiembre de 1975, pág.1.

75. A.C.P.: Carta de Mons. Romero al P. Provincial, 1 de octubre de 1975, págs. 2-3.

76. A.C.P.: Carta del P. Provincial a los PP. de Jiquilisco, del 17 de octubre de 1975, pág.1.

77. En este mismo sentido de ambigüedad, se explicaría la reacción de su famoso panegírico o discurso de la Fiesta Patronal del Salvador del Mundo, (6 de agosto de 1976). Por una parte, se le veía que COMENZABA a cambiar en sus ideas como estamos constatando y comprobando; pero por otra parte, vemos que le cuesta despegarse de ciertos prejuicios y aceptar esas nuevas ideas. (Ver J.R. BROCKMAN, obra citada, pág. 76).

78. A.S.M.: Carta de Mons. Romero a ADVENIAT, 12 de febrero de 1975, pág.1.

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