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«EN SANTIAGO DE MARÍA ME TOPÉ CON LA MISERIA»

Dos años de la Vida de Mons. Romero (1975-1976)
¿Años del Cambio?

Mi actuación:

1) El mismo sábado 21 de junio, por la noche, al tener la primera noticia del atropello, quise comunicarme con el puesto de guardia de Santiago de María para informarme, pero todos “andaban en comisión”. Pregunté por teléfono a Jiquilisco si era conveniente mi presencia allá y me contestaron los padres que era suficiente que llegara a la misa que ya les había anunciado para el domingo.

2) El domingo 22, después de dicha misa celebrada en Jiquilisco a las 9 a.m. fui, acompañado por el P. Pedro, al cantón Tres Calles, para orar por los muertos, consolar a sus familias y ofrecer una exhortación oportuna a los vecinos. Al pasar por la quebrada El Zapote me detuve ante la aglomeración que rodeaba el cadáver de Juan Francisco Morales, a quien vi muerto de un balazo en la sien. Con gran fervor la gente me acompañó en mi rezo: “¡qué dicha!”, exclamó en medio de su llanto la madre y la viuda de Morales al saber que era su obispo quien les hablaba. Y exhorté a todos a la serenidad y cordura porque noté mucho terror e indignación en los hombres. Con iguales sentimientos procedí en las casitas de los Ostorga y de los Morales donde el llanto de viudas y huérfanos era inconsolable. Constaté que los datos del informe del P. Pedro coincidían con los que toda la gente comentaba.

3) Cuando, al regreso, pasé por Usulután, fui a buscar al Sr. Gobernador y al Sr. Comandante Departamental para expresarles mi solidaridad con aquel sufrido cantón y pedir su intervención para que no se siguiese provocando el terror y la indignación. Lamentablemente no los encontré pero les dejé anuncio de mi visita esa noche.

4) Por la tarde redacté una carta confidencial para el Sr. Presidente de la República con intención de confiarla al Sr. Comandante Departamental para su rápida entrega.

5) Después de la misa que celebré en Usulután a las 7 p.m. fui a visitar al Sr. Comandante con quien comenté ampliamente lo que había visto. Leyó mi carta al Sr. Presidente, me expresó su preocupación por lo acontecido en Tres Calles y me aseguró que ya se hacía una investigación y me suplicaba esperar el resultado para conversar de nuevo y enviar mi carta; me prometió que no se molestaría más a aquella gente.

6) El martes 24 nueva entrevista con el Sr. Comandante, quien me insinuó que se trata de gente malhechora. Yo le insistí que mi punto de vista no era la conducta de los asesinados sino de reclamar pastoralmente por el atropello a la dignidad y la vida a las que tiene derecho todo hombre, aunque sea un asesino; y que si se les considera como tales, lo procedente hubiera sido capturarlos y someterlos a los tribunales.

7) El 26 de junio envié, por conducto seguro, mi carta estrictamente confidencial al Sr. Presidente de la República.

8) El lunes 30 fui nuevamente al cantón Tres Calles a celebrar la misa de noveno día de los 6 muertos. Alguien me sugirió que era mejor no ir por peligro de una manipulación política de mi presencia; pero al consultar al párroco de San Agustín, que también había ido a aquel lugar, me confirmó en mi propósito, porque “aquella gente está inconsolable”. Me sorprendió la presencia de un grupo de sacerdotes de la Diócesis de San Vicente con representaciones de sus comunidades parroquiales; pero su actitud fue correcta, solo un gesto de solidaridad; me ayudaron a confesar numerosos fieles y les permití concelebrar conmigo sin otra intervención. Únicamente hubiera querido que los cantos no fueran los conocidos “de protesta” que aprenden los catequistas en nuestros “Centros de promoción”.

Ahora, mis queridos hermanos Obispos, ruego a Uds. juzgar estas actuaciones y sugerirme qué otra cosa se puede hacer pastoralmente y quizás colegialmente. Por mi parte, no he creído necesario ningún pronunciamiento público, para el que no han faltado presiones: a) porque juzgué que era más eficaz una intervención directa antes quienes pueden remediar el problema, deduciendo responsabilidades y resarciendo en lo posible el mal causado a aquellas familias; b) porque no se había implicado directamente en este asunto problemas de Iglesia; y c) porque aún no estoy seguro de los verdaderos móviles del acontecimiento ni de la conducta privada de los interesados.

Pero un consejo fraternal de Uds. siempre será para mí de mucho valor. Se lo agradeceré, si creen conveniente tratarlo en alguna de las próximas sesiones de la CEDES. Frmdo.: O.A. Romero”.62

2.- LA EXPULSIÓN DEL P. JUAN MACHO MERINO

Hay otro hecho interesante que le fue abriendo los ojos a Mons. Romero hacia la realidad nueva y acuciante que le golpeaba con más fuerza cada día: es el caso del P. Juan Macho Merino, uno de los integrantes de la Comunidad Pasionista de Jiquilisco, que además era el director del centro “Los Naranjos”.

Como siempre vamos a leer los datos frescos y recientes del Cronista de los hechos recién sucedidos que son narrados en el Boletín de la Provincia de la Sagrada Familia.63 La Crónica está a cuatro bandas:

-1ª. Relación del P. Zacarías, testigo presencial en el aeropuerto

-2ª. Relación del propio P. Juan: en una carta nos cuenta los hechos

-3ª. La reacción del obispo de Santiago de María, Mons. Romero

-4ª. La reacción de la Parroquia de Jiquilisco

Podemos leer:

“JIQUILISCO: son momentos muy difíciles los que ha estado viviendo el pueblo de El Salvador en estos últimos meses, y que una solidaridad cristiana hacen que repercutan en una comunidad consciente, como intenta ser nuestra parroquia de Jiquilisco.

-Primero, la masacre de seis campesinos en el cantón “Tres Calles”, contiguo a nuestra parroquia, el 21 de junio, realizada por la Guardia Nacional; tuvimos que hablar y alguna vez fuerte, remedando la voz profética y denunciante de los pastores que aman a sus ovejas.

-Después la gran masacre de estudiantes en San Salvador, el 30 de julio, hecha por las fuerzas del orden, que sacudió a toda la nación que aún tiene sentimientos cristianos.

-Contrarréplica: “la Toma de Catedral de San Salvador” como una actitud de algunos cristianos que ya no se contentan con denunciar y criticar, sino que realizan algunos hechos como este: “Tomar la Catedral” precisamente en las Fiestas Patronales, para hacer una llamada profunda en la conciencia del pueblo por los derechos humanos atropellados.

-Continúa la dura represión contra todas las fuerzas de oposición: circulan panfletos de todas las clases y tendencias, algunos critican duramente a los Centros de Promoción como subversivos y a algunos curas como comunistas.

-Para nosotros hay un caso muy especial, dentro de esta escalada de atropellos de derechos humanos: La expulsión del P. Juan.

A todos les supongo enterados del “Caso”: el 16 de agosto fue devuelto a España por el Gobierno de El Salvador en el mismo avión de Iberia que lo traía desde Madrid”.64

“Vamos a narrar la noticia desde varios ángulos de vista, para ver si así podemos explicarnos el por qué de ella:

2.1.- Relación del P. Zacarías (16 de agosto, sábado)

“-8 a.m.: Llego al aeropuerto, el avión de Iberia ya ha aterrizado. Me pongo a la espera en la puerta de la salida. Van atravesándola los distintos viajeros, se les ve dichosos de haber tenido un viaje feliz; intercambian abrazos y palabras con sus familiares, de lo bien que lo han pasado en España. Veo salir a unos conocidos que me dicen: “por ahí llega el P. Juan”. Espero, espero, espero, media hora, una hora, interminables; (una ligera sospecha que comentábamos con Pedro la víspera, parece que se está haciendo realidad), Juan no sale. Pregunto. No me dan respuesta. Quiero entrar dentro y no me dejan. Insistiendo y preguntando a todo el mundo. Por fin, un oficial se me acerca y con cara destemplada me dice:

-¿Qué quiere Ud.?

-Saber dónde está mi compañero que venía en el vuelo de Iberia y no ha salido todavía.

-¿Es cura español?

-Sí.

-Pues no se le dio permiso de entrada y se le devolverá a España en el mismo avión. Hemos llamado al embajador y estamos esperándole.

-¿Y por qué todo esto?

-Son órdenes superiores.


62. A.S.M.: Carta de Mons. Romero a los obispos del país, 3 de julio del 1975, págs. 1-2.

63. A.C.P.: BSF: nº 61, diciembre 1975, págs, 127-133.

64. A.C.P.: BSF. nº 61, diciembre 1975, pág. 127.

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