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EN LOS JARDINES DE ACADEMO

Eduardo Badía Serra,

Director de la Academia Salvadoreña de la Lengua

Entre los fines de la Academia Salvadoreña de la Lengua se encuentra el de fomentar la literatura nacional. Por supuesto que el primero de ellos es el de mantener el idioma castellano en su tradicional pureza y registrar sus legítimos acrecentamientos, pero también el fomento de nuestra literatura le sigue en importancia no discutible. La Academia Salvadoreña de la Lengua trata de cumplir con ello, aun en las difíciles condiciones en las cuales desarrolla su labor. Efectivamente, nuestra Academia se sostiene con la contribución misma de sus miembros y de instituciones amigas, así como con aportes que recibe de la asociaciones de la lengua agrupadas en ASALE, la Asociación de Academias de la Lengua Española. Pero estos aportes y contribuciones son realmente limitados. El Estado salvadoreño tiene la obligación de prestar apoyo moral y económico a nuestra Academia, proporcionándole “una sede digna y una suma anual adecuada para su funcionamiento”, esto como resultado de un Convenio Multilateral que los gobiernos de América suscribieron en la ciudad de Bogotá en el mes de julio del año 1960, y que fue ratificado por nuestro país en mayo de 1967. Es decir, el Estado salvadoreño tiene la obligación, según decreto de la Asamblea Legislativa, de, como se ha anotado, dar apoyo moral y económico a la Academia Salvadoreña de la Lengua, tal y como lo hacen los demás países que también suscribieron y ratificaron el mencionado convenio, el cual, vale decir, se encuentra registrado en la Organización de las Naciones Unidas por el Gobierno de España. Esta ayuda, en los últimos años, ha sido precaria, y recibida luego de vencer incontables dificultades y trámites burocráticos. La correspondiente al año 2018 no ha sido aun recibida, a pesar de estar consignada en el presupuesto nacional, y es de cinco mil dólares anuales, suma realmente exageradamente pequeña e insuficiente. La Academia Salvadoreña de la Lengua, entonces, es necesario aclararlo, no es una ONG, y el aporte que el Estado salvadoreño debe hacerle, además de ser suficiente, debe ser también oportuno, y es producto de una obligación internacional adquirida por nuestro país.

Al margen de muchas dificultades para su funcionamiento, no exclusivas por cierto de la nuestra sino en general de todas las instituciones culturales nacionales, la Academia continúa su labor, cumpliendo limitadamente pero incansablemente con sus fines y objetivos, uno de los cuales, como he dicho al comienzo de esta nota, es el de fomentar la literatura nacional. En este portal que sábado a sábado publicamos por deferencia del Suplemento 3000 del Diario Co Latino, espacio que mucho agradecemos a este prestigioso periódico nacional, sabemos recordar a nuestros autores nacionales, sin que ello signifique no considerar también los grandes genios de la literatura española e hispanoamericana. Es reconfortante ver como El Salvador ha producido grandes poetas, novelistas, cuentistas, músicos, pintores, escultores, y demás exponentes de la cultura, pero también cuesta creer que muchos de ellos muy poco son recordados y estudiados en nuestro sistema educativo, difundidos por nuestros medios de comunicación, y promocionados a nivel internacional. Cuando se visitan las bibliotecas y las librerías de otros países, es casi imposible encontrar una obra salvadoreña en los escaparates y en los estantes. Duele decirlo pero es la verdad. Y más aun cuando nuestra producción literaria es de tan relevante calidad y de tanta profusidad. Por ello, en esta columna del Suplemento 3000, aprovechamos referirnos a nuestros autores cuando hay oportunidad, y lo hacemos con mucha alegría y satisfacción.

Este próximo 29 de enero, por ejemplo, se cumplirán 140 años del nacimiento de uno de los intelectuales salvadoreños menos conocido. Me refiero al Doctor Sarbelio Navarrete, vicentino ilustre, gran literato, hombre de recio pensamiento filosófico y gran investigador histórico y sociológico. Don Sarbelio Navarrete nació en San Vicente un 29 de enero de 1879 y murió en San Salvador el 2 de junio de 1952. El Doctor Manuel Castro Ramírez, en una semblanza que de él hizo en 1942, afirmó que el Doctor Navarrete había sido “el último humanista de El Salvador”. Fue un hombre auténticamente preocupado por su país, de esos que ya quedan pocos, al que sirvió como Subsecretario de Instrucción Pública, como Rector de la Universidad de El Salvador, como Magistrado de la Corte Suprema de Justicia, habiendo sido incluso Presidente del Poder Judicial. El Instituto Nacional de San Vicente y la Biblioteca de la Facultad de Derecho de la Universidad de El Salvador llevan su nombre.

El Doctor Arturo Zeledón Castrillo, reconocido intelectual y académico nacional, decía de Don Sarbelio Navarrete que “fue uno de los más altos espíritus que me ha sido dable a conocer. Colocó por encima de todos los valores, el sentido humano de la vida. Supo guardar entereza, tano ante los poderosos como ante las masas, que muchas veces son más exigentes e injustas que los gobernantes, y por ello, a mi juicio, mereció aparte de sus excelencias intelectuales, el calificativo de ‘todo un hombre’ “.

El Doctor Manuel Castro Ramírez agregaba, en la semblanza ya citada, que el Doctor Navarrete era “alma noble y serena, sin encrucijadas; modesto, con la modestia orgullosa a que se refiere Rubén Darío. Maneja la pluma con pureza. Habiendo aprendido las humanidades bajo la dirección de verdaderos humanistas, muy niño traducía los clásicos latinos. Esa es la base de su cultura, fecunda y constructora. Hay en la obra de Navarrete, claridades de luz. No lograran opacar su brillo la humildad ni el retraimiento en que vegeta, a la sombra del hogar vicentino, el noble corazón y el intelecto vigoroso. Bien merecido tiene el homenaje nacional quien, de haber nacido en la Grecia antigua, habría ido trémulo de fervorosa emoción, a dialogar con Platón el Divino en los Jardines de Academo”. Mucho decir esto último, pero ¿porqué no puede ser justa y merecida la comparación?

Bien, entonces. Pocos conocen la figura del Doctor Sarbelio Navarrete. Menos aun su obra. Entre sus valiosos escritos citamos: En los jardines de Academo; Significado del Quijote; En la región de las ideas; Biografía de vicentinos ilustres; Bajo el signo de Descartes. Una buena idea para este nuevo año sería leer y estudiar la obra de Sarbelio Navarrete, salvadoreño ilustre, gran intelectual, que, como dice el Doctor Castro Ramírez, nada hubiera sido de extraño verle platicando con Platón, que era como sabemos, el “maestro de los que saben”, en los escogidos espacios de la Academia.

 

 

 

 

 

 

 

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