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En defensa del lenguaje no sexista y la novedad del DRAE: feminicidio

Jorge Vargas Méndez*

En una columna sobre gramática que publica un matutino local, rx con frecuencia su autor exhorta al funcionariado público, sildenafil docentes y periodistas en general a no utilizar lo que  infundadamente él llama “lenguaje feminista”. Lamentablemente, su obstinación en ese empeño es tal que en ocasiones llega hasta los umbrales de la grosería y sus reiteradas disculpas frisan con la pedantería. Eso volvió a percibirse en su escrito publicado el pasado 8 de marzo.

Sin embargo, pese a ese conservadurismo lingüístico a ultranza que aún pulula en diferentes círculos sociales, académicos y culturales, los constantes cambios sociales, económicos y políticos, tanto externos como internos, transforman inevitablemente la cultura en general y, en consecuencia, moldean desde las raíces el léxico de las actuales generaciones y posiblemente de las futuras, porque, quiérase o no, todo cambia.

De ahí que la adopción del lenguaje inclusivo o no sexista no constituye una opción para quien se precia de ser habitante de este tiempo o de vivir en este contexto socio-histórico, sino que, por el contrario, está frente a un destino éticamente obligado que al mismo tiempo le evita el riesgo de caer en anacronismo lingüístico. De hecho, sin el cambio eviterno que es consustancial a toda lengua (y a la cultura en general) no tendría razón de ser la gramática diacrónica.

Pero, ¿por qué eso de “un destino éticamente obligado”? Porque así como hoy resultan intolerables, por ejemplo, el esclavismo y el maltrato infantil en virtud de los respectivos marcos normativos nacionales e internacionales como resultado de procesos sociales reivindicativos, también es un imperativo responder con intolerancia a los diferentes tipos de abuso que históricamente ha padecido la población femenina. Y una de esas formas de abuso ha ocurrido y ocurre cotidianamente en la esfera del lenguaje, donde a menudo se le agrede invisibilizándola o expresamente. ¿O es éticamente coherente manifestar nuestro repudio ante un caso de esclavismo y actuar con indiferencia o tolerancia cuando alguien agrede de alguna forma a las mujeres? Claro que no. Cuando se actúa con ética no hay espacio para la discrecionalidad y mucho menos para la neutralidad.

 Y es claro que la intolerancia ante el irrespeto de los derechos humanos de la población femenina es una respuesta que no pudo darse en otro tiempo. ¡Ése es un signo inequívoco del nuestro! Para no ir tan lejos, una forma de irrespetar esos derechos es ningunearla al hablar o escribir, es decir, invisibilizarla, pretextando absurdamente que están incluidas en el tradicional lenguaje masculinizado.

Así, cuando Sócrates (470-399 a. C.) decía: “El hombre es un ser racional”, no incluía para nada a la mujer –aunque también infundadamente asevera lo contrario el columnista–, porque la civilización griega era totalmente androcéntrica. De hecho, Aristóteles (384-322 a. C.) afirmaba que la mujer “no razona, cambia de opinión fácilmente, incumple su palabra, grita y llora con facilidad.” En cambio, decía el estagirita, “el hombre razona y aplica la lógica debido a que piensa con la cabeza, mientras que la mujer piensa con la hystera (matriz).” Y precisamente de hystera procede la palabra histeria, que originalmente se creía un padecimiento exclusivo de las mujeres. ¿Cómo se puede afirmar entonces que en la palabra “hombre” aquel filósofo griego incluía a la mujer? De ahí que se hace el llamado al funcionariado público, docentes, periodistas y todas las personas en general, a hacer uso de un lenguaje inclusivo o no sexista. De hecho, al no hacerlo se puede incurrir en violencia simbólica, según lo consigna el Art. 9 de la Ley Especial Integral para una Vida Libres de Violencia para las Mujeres, vigente desde el 1 de enero de 2012.

El feminicidio llega al Diccionario de la Real Academia Española (DRAE)

Si algo tiene claro la RAE, al parecer, es que toda población hablante crea su propio universo léxico y que su papel como academia es únicamente registrarlo. El propio secretario general de la Real Academia Española, Darío Villanueva, al anunciar la  vigésima tercera edición del DRAE, dice al respecto: “Hemos conseguido que el diccionario sea el reflejo de una sociedad laica, en la que hay distintas creencias religiosas y grupos sociales. El diccionario no promueve ni publicita palabras, simplemente recoge términos que están en la calle (…)”.

Y así, además de que seguramente continuará en la calle, o sea, entre la gente que lo creó y lo utiliza, hace su ingreso a dicho diccionario un vocablo popularizado en América y, particularmente, en las legislaciones de varios países, incluido El Salvador. Así lo afirmó la RAE al justificar su incorporación. Ese vocablo es feminicidio, un neologismo cuyo significado en el DRAE será: “Asesinato donde la víctima fue muerta por su condición de mujer”. Pero además, serán eliminados y corregidos varios vocablos de acento machista, afirman autoridades de la mencionada institución. Según fuentes citadas, el 70% de las nuevas incorporaciones al DRAE procede de América, lo cual indica claramente que el vivero lingüístico más importante se encuentra en las variantes de la lengua española que se hablan en el continente de Bolívar. Y no es para menos, porque aquí no sólo se han creado y se crean palabras sino también se han españolizado muchos de los vocablos que también serán incorporados, como tuitear, bloguera, espanglish, etc.

Pero si bien tales incorporaciones que visibilizan a las mujeres han motivado celebraciones  en algunos países, también se han dado reacciones de descontento. Y esto, debido a que la DRAE, aun cuando tenía conocimiento de una definición más precisa de feminicidio, terminó adoptando la propia. Y es que en realidad una definición más aceptable habría sido: Feminicidio: Acción de matar a una mujer por razones de género. En todo caso, la llegada del vocablo al DRAE constituye un avance muy importante en la tarea de visibilizar a las mujeres, aun cuando en este caso, lamentablemente, se aluda a víctimas de la forma más extrema de violencia. Así las cosas, estimada o estimado amigo, ya no tiene excusas para no utilizar oportuna y adecuadamente el término aludido y, en general, todo un lenguaje que visibilice a niñas y mujeres.

*Poeta, escritor, integrante del Foro 

de Intelectuales de El Salvador.

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