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El tejedor de ecos (2)

@renemartinezpi
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Ycomo si fueran los “20 años no es nada, pills es febril la mirada” que nos cantó Gardel por la agonía que le provocó la distancia disfrazada de nostalgia marina, stuff han pasado 193 años de una Historia Oficial y Oficialista que se enorgullece de la ignorancia y perversidad que enarbola, check pues no nos relata el origen inicuo de la fortuna obscena de quienes hoy siguen enriqueciéndose a costa del hambre urbana como ayer lo hicieron -como lo hicieron ayer- expropiando las tierras comunales y ejidos de los indígenas y campesinos a quienes, incluso, obligaron a trabajar para ellos acusándolos de “vagos malvivientes” y hoy, en el siglo de la modernidad, obligan a los trabajadores –ahí donde chisporrotean los yunques- a desemplearse para ellos acusándolos de ser el ejército inmoral de reserva… o los obligan, carta de despido en mano, a votar por ellos o a vivir con salarios enanos porque –de tan brutos que son los pobres, dicen, en tono cínico- no les conviene ganar mucho más porque para el trabajador el salario es un dinero maldito que incita a cometer casi todos los pecados mortales de la piel y el estómago. Y como si fuera un libro prohibido no nos cuentan cómo surgió la riqueza de quienes siguen, hoy por hoy, azotándonos con el látigo-principio de Mateo de que es palabra de Dios “darle más al que tiene más y quitarle todo al que no tiene nada”; o continúan desmembrando nuestras familias por la urgencia del sustento y de un techo digno. La familia que amamos.

Soy -porque no tengo ni quiero tener otra opción debido a que soy de los que no pueden olvidar- un descamisado tejedor de ecos remotos que busca confeccionar a mano, con las más cruentas de las palabras exiliadas que han logrado sobrevivir a las masacres más atroces, el justo sombrero de paja que haga arder la memoria histórica en los trances del alcohol alcanforado y del ungüento de altea, y así dejar de refugiarme en un ayer irreal y nebuloso mientras condeno al presente a vivir la cicatriz levemente odiosa de mi ausencia. Un confeso tejedor de ecos remotos que remiende y enmiende las almas en pena que no se escandalizan frente al robo de millones de dólares de dinero público ni cuando ven a los niños viviendo en la basura y carentes de columpios y lápices afilados y borradores golosos; un tejedor de ecos remotos que anuncie y denuncie la única hazaña heroica de este pueblo: vivir en el ayuno centenario… Para ti el sol vivificante de nuestras glorias. Un tejedor de ecos remotos que grite a los dos vientos que tendremos que lamernos las heridas cuando privaticen la salud; que denuncie el despojo impune del que está siendo objeto el pueblo sin patria desde hace 193 años, el cual es más grande y perverso que el que sufrió hace 500 a manos de los españoles; un artesano de las metáforas que teja las palabras justas para denunciar de pie a la Historia Oficial del oficialismo burgués como un auténtico “museo de las palabras plañideras y las manos libertariamente inocuas”, en tanto amordaza nuestras opiniones de clase social y nos mantiene pidiendo limosna escudados en una inexistentes opinión pública que es manipulada a su antojo por los medios de comunicación social, no importa si ésta se disfraza de voto crucificado o de escrutinio mal habido tras los barrotes pétreos de la injusticia que promulga la sala de lo constitucional. La libertad que nos defiende.

Esa Historia Oficial tiene 193 años -con todos sus meses, días, horas, minutos y segundos- de estarnos engañando con la coartada vocinglera y perfecta de que “sí, señor, nosotros somos los más cachimbones del área centroamericana” porque nadie como nosotros es capaz de aguantar tanta hambre y tanta corrupción y tanto engaño y tanta injusticia y tanto trabajo no remunerado sin lanzar un tan solo grito de protesta que remonte la garganta como mar desbocado. 193 años de estarnos prometiendo que mañana, en el día del rebalse abundante de la riqueza que promete la teoría económica clásica, gozaremos del paraíso celestial aquí en la tierra, lo cual equivale a decirnos que “hoy no se fía, mañana sí”. Y ahí vamos, y ahí estamos, y ahí morimos oyendo hasta el cansancio febril discurso tras discurso -de los Velado, los Zamora, los Cristiani, los Calderón, los Quijano, los Escobar, los Luers- la misma promesa y la misma sentencia profética sin que ocurra nada, absolutamente nada. La religión que nos consuela.

En definitiva: pretendo ser un tejedor de ecos remotos para abortar los maleficios de la cultura y parir las palabras y los gritos nuevos que no son míos –fíjense bien- son de todos aquellos que ya olvidaron las sílabas de su lengua originaria, pero que tienen en buen estado la garganta y la disposición de ser la conciencia de los otros, no importa si nuestro nombre y apellido es auténticamente guanaco –Pérez, Martínez, García, Hernández, López, Mejía, Flores… o es un nombre y apellido importado desde la Arabia milenaria. El único problema es que soy un mal tejedor de ecos remotos y por eso los problemas de la realidad real siempre me arrasan y me rebasan, y los libros de historia nacional me aburren a morir y me aplazan porque están divorciados de la realidad y enojados con la imaginación poética. En tus talleres vibran los motores, chisporrotean los yunques, surgen las bellezas del arte.

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