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Samuel Amaya
@SamuelAmaya98
Bajo la poca sombra que da un pequeño árbol en la Plaza Gerardo Barrios, en el centro de San Salvador, una humilde mujer ofrece sus productos de primera necesidad, con la esperanza de que sacará para pagar un cuarto y pasar la noche.
Ana Lucía Cortés Martínez es una comerciante, de 73 años, que se dedica a vender sin importar que llueva o haga sol.
Día tras día llega a la plaza cívica, para vender su producto y poder así sobrevivir.
Relata que le toca difícil y tiene problemas de índole económico, ya que de su “ventecita” paga 3 dólares diarios para tener un techo donde dormir y sentirse protegida por las cuatro paredes del cuarto que alquila.
Ana cuenta que vive sola y que, además, paga un dólar diario a una bodega para guardar su mercancía, la cual transporta en un coche para bebé que ha sido modificado y se las ha ingeniado para convertirlo en el transporte de su mercancía.
Ana Lucía guarda su “carrito” en una bodega cerca de la Plaza Libertad a eso de las 5 o 6 de la tarde cuando termina el día laboral; luego de pagar, camina hasta el Mercado Central, cerca de unos condominios donde se encuentra el lugar donde duerme y por el cual debe pagar los 3 dólares para así descansar e iniciar un nuevo día laboral.
Doña Lucía cuenta que hay días buenos en los cuales vende hasta 12 dólares, pero hay días malos en los que vende tan solo 5 o 6 dólares.
Por obligación tiene que apartar los 4 dólares que paga diario y lo de su alimentación almuerzo y la cena, esta última ya la hace en el cuarto alquilado.
Cortez contó que este miércoles ya eran las 2 de la tarde y solo había vendido 2 dólares que ya se los había gastado, porque pagó un dólar que debía del almuerzo del día anterior, y el otro en el almuerzo de ayer. De su delantal blanco con su mano derecha sacó 11 centavos que mostró y dijo que era lo único que tenía del día.
Debido a la pandemia del COVID-19, doña Ana Lucía comentó que su familia la dejó sola.
“Mi hermana me dijo que yo no podía estar en esa casa porque ellas estaban alentadas y quizás yo llevaba el virus”, expresó muy decepcionada.
También le comentaron que si ella entraba a la casa, se iban a ir a dormir a otro lado.
“Esa noche yo lloré amargamente”, expresó con un rostro triste.
Luego de que su familia la dejara sola, la comerciante logró conseguir el cuarto donde vive actualmente pero que tiene que pagar 3 dólares diarios.
Relató también que una persona de buen corazón le regaló un dinero para que empezara a vender cepillos, pastas y materiales de primera necesidad.
“Yo comencé con una docena de pastas dentales y dos docenas de cepillos”, recordó. Además, relató que de vez en cuando hay salvadoreños que le regalan uno que otro dólar, o le gastan 3 dólares de productos y le dan 5 sin pedir el cambio.
La única ayuda que recibe es una pensión por 66 dólares que le dan el 28 de cada mes; sin embargo, todo se le va en abonar a su lugar de residencia, ya que como se explicó antes, si en los días malos no logra pagar su cuarto se le va acumulando.
Son alrededor de 120 dólares que doña Lucía paga mensualmente; un dólar diario en la bodega y 90 dólares para su cuarto; ante ello se le preguntó el por qué no consigue una casa siempre que sea alquilada entre ese rango de dinero: contestó muy sinceramente que busca constantemente pero no encuentra.
La humilde mujer sonrió cuando comentó que le habían regalado una cocina, pero que no tenía un tambo de gas para poder hacer sus alimentos, porque el costo ronda entre los 20 a 30 dólares, pero no tiene el dinero para comprarlo y si lo toma de la venta, se verá en dificultades para pagar su cuarto.
Ana Lucía lo que más desea es una casa donde pueda estar libre, sin presión, sin complicaciones y sobre todo donde pueda tener sus cositas sin el temor de que algún día la vayan a desalojar, por lo que hizo un llamado a instituciones de Gobierno para que de cierta forma le puedan ayudar a tener una vivienda digna.
