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El sueño de Alberto Durero

Mario castrillo

Escritor

 

El 8 de junio de 1525, click entre Pentecostés y Miércoles Santo en mi sueño, drugstore tuve la visión de unas grandes masas de agua que caían poderosamente de los cielos, las primeras de las cuales que tocaron tierra, lo hicieron a una cierta distancia y otras más cerca de donde yo estaba con una violencia tal que levantaron un ruido atronador, salpicándolo todo, e inundando todo. Sentí entonces un terror tal, que me desperté. Esas aguas diluviales caían por todas partes, unas más lejos y otras más cerca, pero desde tan alto que parecían hacerlo todas con la misma lentitud. Pero las primeras aguas que llegaron al suelo cayeron con fuerza, tan rápidamente, entre el bramido del viento, que el estruendo que produjeron me hizo despertar asustado y tembloroso, tanto que tardé en recobrarme. Al levantarme, por la mañana, pinté lo que encabeza estas líneas, tal como lo había visto. Quiera Dios llevar todas esta cosas a un buen fin”.

La representación de un sueño vivido por un artista ha sido pocas veces interpretada plásticamente, de ahí que reclamara mi atención este testimonio de Durero. La palabra sueño proviene del latín somnus y es considerado como  realidad virtual experimentada mientas duermes. Aspasie Bali afirma que “Los griegos decían que recibían la visita de un sueño (episkopein), o que veían un sueño (enupnion idein), pero nunca decían que habían tenido un sueño”. De la pesadilla en los orígenes de la ciudad ateniense a la clínica.

En el sueño, en esa realidad virtual, podemos vivir en carne propia sucesos que pueden acontecer en la realidad o que carezcan de visos de realidad alguna, que sean fantásticos. Esa realidad virtual puede presentarse en cualquiera de los estados hasta ahora conocidos del tiempo, a saber: pasado, presente y futuro.  Los estudiosos afirman que las tribus consideradas  primitivas no distinguen el mundo de los sueños de la realidad. En la antigüedad, en Babilonia, en Asiria, Egipto, Grecia, Roma se le prestaba especial atención a los sueños, y decidieron la suerte de no pocas batallas. En la Biblia se hace referencia a los sueños: “Sin embargo, en una o en dos maneras habla Dios; pero el hombre no entiende. Por sueño, en visión nocturna, cuando el sueño cae sobre los hombres, cuando se adormecen sobre el lecho, entonces revela al oído de los hombres, y les señala su consejo”, Job 33. Jorge Luis Borges considera que el sueño es la actividad estética más antigua de la humanidad. En los sueños se han inspirado pasajes de la Ilíada y la Odisea. Borges, Jorge Luis. Siete noches. Fondo de Cultura Económica, México, 1980. Quizá estos sean los referentes más antiguos sobre los sueños que encontramos en la cultura occidental.

La pesadilla es siempre un sueño. Un sueño peculiar: se caracteriza por la angustia y horror al extremo. Jean Paul Sartre hace distinción entre el  miedo y la angustia. El miedo se experimenta ante un peligro concreto; la angustia carece de motivo concreto y no obedece a motivos externos, la angustia se origina en el interior de nosotros. De lo más hondo crece.

Debemos diferenciar entre terror y horror. Terror significa temblar. Se tiembla cuando se es poseído por un  miedo descomunal. El terror proviene de una causa externa a quien lo experimenta. El terror lo produce el entorno. Lo producen otros seres que actúan sobre nosotros. La palabra horror proviene del latín horere y significa “Poner los pelos de punta”. Experimentación de un sentimiento intenso.

Tanto la angustia como el horror se generan al interior del ser humano, no son fruto de acciones exteriores a nosotros mismos. Es un sentimiento íntimo. El sentimiento es el resultado de una emoción. Las emociones generan estados de ánimo, afectos, sentimientos e influyen en el temperamento del ser humano. En el universo amplio de las emociones, los procesos afectivos y cognitivos se complementan. Estas emociones pueden ser breves o no, pero capaces de generar sentimientos que pueden subsistir toda una vida.

En el sueño de Durero apreciamos angustia, miedo, terror y horror a la vez. Enormes masas azules de agua cayendo a pique sobre la tierra estremecida. Inundándolo todo, arrasando con todo “entre el bramido del viento”. El cielo límpido a no ser estas enormes masas de agua cayendo enardecidamente, el campo desierto, cálido, casi amarillo, siluetas de casas y otras construcciones se perfilan a lo lejos;  lejos del espectador pero no de Alberto Durero que las observa  en un sueño. Dice en el sueño Durero “el estruendo que produjeron me hizo despertar asustado y tembloroso, tanto que tardé en recobrarme”.

Los estudiosos afirman que la vida viene del agua. Sin embargo, es uno de los elementos vitales más corrosivos; deshace desde un trozo de papel hasta un lingote del más duro metal extraído de las entrañas de la tierra. La vida proviene del agua y el agua la continúa preservando. Sin embargo, y  aquí está su dialéctica, puede provocar destrucción y muerte. Esto enardece la angustia de nuestro amigo pintor ante la visión de aquellas enormes descomunales masas azules de aguas golpeando despiadadas la tierra. Esto es lo que conocemos como tormenta. La tormenta en un fenómeno de la naturaleza que representa tanto fuerzas creadoras y fertilidad, como destrucción y muerte.

Lo que experimenta Alberto Durero es el sentimiento de lo sublime. Lo sublime puede encontrarse en un objeto informe. Lo sublime puede presentarse acompañado  de horror, de melancolía, de lo terrible, de admiración… En lo sublime impera la imaginación y la razón. En lo sublime la naturaleza de la visión violenta la imaginación a tal punto que ésta –la imaginación- concibe lo que no se ve. Lo sublime se relación con la concepción  panteísta de algunos de los  primeros románticos, o la  visión arrebatada y violenta de la naturaleza.

Durero ve caer descomunales torrentes azules de agua haciendo estremecer la tierra amarilla con un sonido estremecedor. Imagen de una alucinación angustiosa: El diluvio apocalíptico soñado por el artista, Pinta la acuarela y escribe esto entre la noche del miércoles y el jueves después de Pentecostés, inmediatamente después de despertarse el 8 de junio de 1525, “asustado y tembloroso”.

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