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El Salvador y la Isla Conejo

Nelson Martínez

Los últimos acontecimientos sobre la disputada Isla Conejo nos refieren a la inauguración de un helipuerto en la isla por parte de Honduras y a las tímidas reacciones por parte del gobierno salvadoreño. Como sabemos, discount la isla ha estado en litigio por relativamente largo tiempo y ante una serie de acciones por parte de ambos países y de leer una serie de opiniones ciudadanas yo me pregunto ¿Qué parte no estamos entendiendo los salvadoreños sobre la disputa de la Isla Conejo?

Entre las acciones ejecutadas por Honduras para hacer valer, cheap según ellos, su soberanía sobre la isla están las de mantener presencia militar permanente, tener izada la bandera de Honduras, poder entrar y salir de la isla a voluntad y ahora construir un helipuerto. Todo esto acompañado de campañas mediáticas por parte de los gobiernos hondureños donde se alude precisamente tanto a su derecho de soberanía como al nacionalismo, que en Honduras no cuesta nada encender, más si es en contra de los salvadoreños. Con energía y claridad han expresado que con respecto a la Isla Conejo no hay nada que negociar con El Salvador.

El Salvador por su parte argumenta que estas son provocaciones, que se van a agotar las vías diplomáticas, que esas son cortinas de humo para desviar la atención de la población por los períodos eleccionarios (de Honduras) y que una vez terminadas  todo se va a arreglar, que se van a reunir con el gobierno hondureño para zanjar esos malos entendidos y esas pretensiones, que se van a mantener las vías abiertas de comunicación para evitar la confrontaciones. Se envían cartas a la ONU, se argumenta que esta isla no entró en litigio en los acuerdos de la Haya. Además, hay que recordar las tristes afirmaciones de que El Salvador no puede hacer valer su soberanía sobre la isla porque no tiene los armamentos necesarios y que el adversario lleva las de ganar porque nos supera en eso.

Lo que no entiende la mayoría de salvadoreños, y aparentemente el gobierno, es que Honduras mantiene una política expansionista permanente. Lo que no terminan de entender es que Honduras mantiene una comisión de especialistas que permanente están revisando documentos históricos y marcos jurídicos de derecho internacional para precisamente apropiarse de espacios terrestres o marítimos que se presten a eso con los países vecinos. Lo que se olvida a menudo, porque eso no es nuevo, es que el propósito latente de Honduras es tener salida al Océano Pacifico y no va a descansar hasta que lo logre. Por tanto, lo de la Isla Conejo no es algo casual ni peregrino, y no obedece en modo alguno a eventos circunstanciales.

Si bien es cierto que los escenarios sociopolíticos –guerra, firma de los acuerdos de paz, elecciones presidenciales- en los que El Salvador ha enfrentado las disputas limítrofes con Honduras se han sobrepuesto a esta situación, eso no justifica la improvisación, la timidez, la pasividad y la flojera con la que El salvador ha asumido esta situación. Si los actores políticos y gobierno, en vez de estarse agarrando de los pelos los unos a los otros, le pusieran toda la pasión, vehemencia, energía, entrega, recursos y tiempo que, para el caso, le han puesto las pasadas elecciones, otra imagen proyectaran a la población –una de certidumbre, confianza y esperanza- , al menos con respecto a este conflicto en particular.

Ciertamente, no es momento, y nunca lo va a ser, de tocar tambores de guerra, pero también es cierto que esta posición blanda no puede continuar. Sí, debe agotarse la vía diplomática; sí, debe mantenerse abierto al diálogo; sí, se debe ser prudente y sensato, pero no debe proyectarse todo eso como debilidad. Por tanto, El Salvador debe pasar de las palabras a las acciones, debe tomar una posición más enérgica, tomar iniciativas concretas – pensadas e inteligentes-, y ejecutarlas para hacer valer su derecho y soberanía. Debe buscar con diligencia -sin dilaciones, atenuantes, ni miedo-, los mecanismos y hacer las gestiones necesarias para solucionar esa contienda de una vez por todas. Debe buscar las evidencias y los argumentos legales e históricos, estructurarlos y presentarlos a las instancias correspondientes. De hecho, esto debe convertirse en la oportunidad para que todos los salvadoreños encontremos un punto de convergencia y, olvidando las diferencias partidarias, nos unifiquemos por una causa que nos atañe a todos. Después de todo, El Salvador es todo lo que tenemos, y aunque sea chiquito, grande lo soñamos.

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