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El poder del agua

José Acosta

El 22 de diciembre de 1992, la Asamblea General de las Naciones Unidas decretó que cada 22 de marzo se celebraría el Día Mundial del Agua, fecha importante porque constituye una oportunidad para aprender sobre el agua y valorar su importancia en la naturaleza y en la sociedad.

En países como El Salvador el Día Mundial del Agua también es una fecha para inspirar la lucha de la sociedad civil por el derecho humano al agua, considerando que se enfrenta una profunda crisis hídrica. Según el Fondo Ambiental de El Salvador, FONAES, somos el único país en la región centroamericana que se encuentra cercano a una situación de estrés hídrico, lo que lo sitúa entre los países de Latinoamérica y el Caribe con más baja disponibilidad de agua por habitante.

La principal causa es la destrucción del bosque y la biodiversidad; la tala de zonas boscosas ha sido una práctica despiadada y sistemática, muchos lugares que producían agua limpia y aire fresco ahora son gruesas capas de asfalto y concreto. Las pocas áreas forestales de El Salvador apenas constituyen el 1% del bosque centroamericano.

Otra causa de la crisis hídrica es la contaminación de los ríos y en general de las fuentes superficiales de agua. Este nivel de degradación de las fuentes, tanto subterráneas como superficiales, tiene que ver con procesos históricos de sobreexplotación de los recursos naturales con fines de acumulación de capital, facilitados por la negligencia del Estado.

Esta anarquía ambiental ha resultado en que en la actualidad el agua sea fuente de conflicto, porque la poca agua existente la disputan las empresas y las comunidades, tal es el caso del municipio de Nejapa que posee uno de los principales acuíferos del país y que por esta razón empresas como la Coca Cola se han instalado en el lugar, según la investigadora y activista ambiental Marta Muños, la empresa Coca Cola extrae el 15% de toda el agua del municipio, sin pagar ningún tipo de impuesto, lo más triste de este caso es que mientras dicha empresa comete este abuso, cientos de familias aledañas a la fábrica no tienen acceso al agua.

Similar situación ocurre con los cultivadores de caña de azúcar en la costa salvadoreña, que instalan potentes motores para extraer del subsuelo cantidades exorbitantes de agua para riego de grandes extensiones del monocultivo, al mismo tiempo que los agricultores carecen de agua para sus pequeñas parcelas.

Esta realidad podría ser diferente de aprobarse una Ley General de Agua que por más de 10 años diversas organizaciones de la sociedad civil han venido proponiendo y exigiendo una ley que asegure que la prioridad en el uso del agua sea el consumo de la población y no el negocio de las grandes empresas, este interés contrapuesto ha sido la manzana de la discordia que ha impedido promulgar dicha ley. La mejor evidencia es que recientemente el presidente de la Asociación Nacional de la Empresa Privada, ANEP, expresó: “la Ley de Agua es peligrosa porque atenta contra los derechos de las empresas”.

Pero en realidad de lo que se trata es de poner las cosas en su orden de prioridad. Bajo ninguna circunstancia se debe permitir que las empresas transnacionales se apropien del agua, defender el agua es defender la vida. Así como lo está haciendo la comunidad de Nejapa luchando contra la transnacional Coca Cola, o como lo hicieron las comunidades de Cabañas oponiéndose a la minera Pacific Rim. Al parecer, el único límite a la codicia de estas empresas transnacionales es la resistencia de los pueblos y nada mejor que el agua para inspirar la rebeldía… Ese es el poder del agua.

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