EL LIMONERO

Mauricio Vallejo Márquez

Escritor y Editor

suplemento Tres mil

 

El hombre terminó de rociar el veneno sobre las rosas. Después de revisar sus instrumentos se dirigió al sujeto que lo esperaba, parecía la sombra de un pino.

—¿Podemos irnos? –Preguntó.

—Bueno –Contestó el que aguardaba.

—¿Son varias las plantas que vamos a ver?

—Sí, son varias y hay que verlas pronto porque sino las atendemos ya, se nos mueren – dijo el sujeto que esperaba.

Ambos subieron a un pick up y tras unas cuadras sin ver árboles llegaron a la casa del sujeto que esperaba. Parecía que el follaje del limonero era el techo de la vivienda.

—Mire el hongo que le ha llegado al limón, lo tiene todo cubierto. Gran desgracia.

—Sí, pero sigue dando limones…

—¿Usted ya los probó?

—No, es que desde que los veo azules me dan mala impresión. Podrían estar enfermos.

El jardinero examinó con atención uno de los frutos que habían caído cerca. Lo olió bien y luego lo puso en su bolsillo.

—Mire don lo que le pasa al limón no es un hongo, es algo que se puede sanar, pero necesito que no lo toque, que no lo pode ni nada. Si me permite me llevaré estos. Y si usted considera vendré a traer los que quedan.

—Llévese los que quiera.

El jardinero subió al pick up con cuatro bolsas llenas de limones azules. Al llegar al negocio amontonó el paquete y al salir del trabajo se los llevó a su casa.

Partió uno a uno los limones, vació el contenido en unas botellas. El líquido era celeste cielo. Luego cerró las botellas y las etiquetó. Le mandó una a un amigo de escuela, otras al azar y una la guardó.

Pasados los días llegó a la casa donde estaba el limón.

—¿Cómo siguió el arbolito?

—Pues han comenzado a brotar limones verdes, pero no suficientes.

—¡Qué bien!, ¿Desde cuándo?

—Dos días después de que vino. Lo compuso.

—No señor, hay que esperar.

El jardinero se iba a retirar cuando se detuvo.

—Disculpe, ¿No le gustaría probar una chicha que hice?

—Vaya

—¿Le sirvo un vasito?

El jardinero esperó a que el hombre probara el líquido, quien no se percató del color celeste de la bebida.

—mm mm ¡Está muy buena!

Y al instante cayó al suelo. El jardinero se acercó a verlo. El hombre parecía un montón de ramas cubiertas de hongo. El jardinero salió al jardín donde el limonero comenzó a florear y los limones se hacían amarillos.

Ver también

«Poeta soy» por Claudia Lars

Poema de Claudia Lars Dolor del mundo entero que en mi dolor estalla, hambre y …