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El caracol de los hombres

Gabriel Moraes

Escritor

Desde su nacimiento los hombres, viagra sin que lo sepan, for sale viven cargando un caracol a la sombra; el caracol guarda el sonido del mar para no perder la memoria ni el camino cuando sea el momento de regresar.

Por eso, durante mucho tiempo en sus vidas, los hombres padecen sed y tienen que beber y consumir el espíritu del agua, si contradicen su naturaleza no volverán jamás de donde vinieron… Del mar. Ay de aquel corazón que no beba suficiente cantidad de agua porque le aquejarán en el cuerpo terribles dolores y enfermedades.

Debido a su origen marino, por los poros de su piel emana sudor salado y de sus ojos caen diamantes lagrimados en sal.

El caracol y sus maravillosos dones les ayudan a oír y a reconocer las palabras, con la pronunciación de una sola de ellas, los hombres poseen la luz suficiente para guiarse y entenderse unos con otros. Aunque a veces pueden surgir instantes totalmente opuestos, unos, que le provocarán alegrías, y otros, desdichas.

Al caracol le encanta dejarse escuchar por los cuatro rumbos del ser y estar, cuando el hombre junta sus dos manos a manera de círculo alrededor de su boca y habla, es porque también él habla desde adentro; si la voz se engrandece es porque se  duplica con la del caracol.

Las mujeres no poseen caracol porque pertenecen a la tierra, y al igual que las flores y los frutos que nacen de las semillas, éstas fueron y son benditas por que tienen la facultad de darle vida a nuevos seres. Por eso dicen que cuando hombre y mujer se juntan de corazón, el creador de las cosas está entre los dos; todo tiene un comienzo, pero el amor nunca tiene final; por eso en el mundo no hay separación, y  a la orilla de los mares siempre hay tierra. El hombre y el caracol  subsisten de la misma sangre, de los mismos sentimientos; su pasado, presente y futuro nadie los puede separar, ni siquiera la maldición de la muerte.

El cuerpo donde mora el hombre es el caracol, de ahí la evidencia de la sombra a su espalda que no lo abandona jamás, y mientras tenga frente, manos y pies, dejará sudores y huellas por los días y las noches como prueba de su paso por el mundo.

 

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