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El canto-sonido natural de marzo

Javier Alvarenga,

Escritor y fotoperiodista

La calurosa tarde bajaba lentamente sobre el pequeño bosque ubicado al sureste de la capital, (Parque Balboa, Planes de Renderos) Los rayos solares declinaban su paso entre el verde follaje, la brisa soplaba simuladamente envolviendo, la ultima hora de claridad, con un frescor poco característico del mes de marzo, los altos bambúes tronaban junto al canto de la Chicharra.

Canto que resulta, no ser canto, sino estridulación emitida por unos sacos de aire situados en el abdomen que inflan y desinflan a través de unas membranas llamadas timbales, peculiar sonido que es amplificado por el propio cuerpo de la Chicharra macho, que su mayor función es definir territorialidad y el visto bueno de la hembra. Ya que su sonido, resulta ser su mayor atractivo.

Es así, como: Homero logra acertar, con la descripción apropiada sobre el sonido de la Chicharra (Cigarra) comparándolo con el sonido producido, por un buen orador. Comparado a la voz de un poeta que desgarra el viento con sus versos, o llevado a la Antigua Grecia, a los, Aedos, cuando, junto a los instrumentos musicales cantaban sus gloriosas epopeyas.

Símil aceptable, ya que, sentía cierta gratitud ante el grave canto-sonido que resonaba sobre las ramas que se agitaban sobre mi cabeza, el calor había cedido, los destellos naranjas se escurrían hasta golpear suavemente mi rostro admirado, con lo simple y cotidiano que resulta ser lo hermoso de nuestro país. Sensación muy parecida, a la de un verso bien recitado.

Pero lo admirable no termina con el sonido producido, sino continua, con el paso visible del proceso evolutivo de la Chicharra, encontrando el rastro de su última etapa de vida, donde busca reproducirse ante el arduo calor del verano, arboles decorados con las doradas y transparentes cortezas que un día envistieron a las misteriosas productoras del canto-sonido que caracterizan al mes de marzo.

Los niños admirados observaban los troncos, en los que se dibujaba el camino de las Chicharras a la cúspide de las ramas, no dejaban de hacerse y hacer preguntas sobre el fenómeno, a lo que solo pude cuestionar, porque dejamos de ser como ellos, que dejamos de admirar los misterios cotidianos de la naturaleza.

 

 

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