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EL ARTE VERDADERO, ESTIMULA EL DESARROLLO HUMANO CERTERO

Jaime Calderón
Escritor*

El estado actual de las artes y de la cultura, treat a muchos y quizás a quienes no han estado viviendo ese proceso en nuestro país, les puede parecer normal, y hasta ajustado al desarrollo de la historia contemporánea. Las artes en casi todas sus expresiones han tenido efectivamente un desarrollo, casi por inercia, porque el espíritu de trabajo y creación de quienes hacen arte, ha sido el de sobrevivir y generar hasta donde le es posible un estatus social que se lo ha ganado gracias a las posibilidades que se auto propone.
El Salvador es un claro modelo de irresponsabilidad estatal en cuanto a hacer realidad los principios constitucionales en donde expresamente la responsabilidad de desarrollar y promover las artes es prioritariamente del estado, es por ello que los y las creadoras de arte, de forma individual y en algunos casos, colectivamente impulsan la promoción de sus productos, y sobreviven a la invasión cultural y artística que facilita el estado a través del sistema privado de medios de comunicación social, a fin de aparentar respaldo ante los ojos del mundo y con ello, salvar su desinterés por crear y practicar políticas sobre todas las disciplinas artísticas y sobre la cultura, para institucionalizar su evolución y desarrollo.
La expresión artística que tiene algún respaldo del estado salvadoreño, desafortunadamente es aquella que no refleja y ni se identifica en nada a la verdadera realidad humana que sobrevive la población. Con esto no debemos entender que el verdadero arte debe ser forzadamente cuestionador, o delatador de lo que destruye a la sociedad históricamente desprotegida, marginada, explotada y manipulada; de hecho el arte propiamente dicho consiste en esa necesaria identificación social, pero se hace acompañar de la técnica y la responsabilidad de la propuesta, es decir, se trata de una combinación de técnica, propuesta y compromiso humano.
Ese es en esencia el papel revolucionario de las artes, dado que lo revolucionario es sinónimo de transformación, generación de cambio, impulsador de realidades, procesador y socializador de todo aquello que nace en todo instante y de alguna manera recibe y vive la ciudadanía común, hechos que inevitablemente conforman la identidad cultural de los pueblos. En la mayor cantidad de países desarrollados, la muestra artística avanza a la par de la historia, pero porque la enseñanza artística está incluida en sus sistemas educativos desde los primeros a los últimos años de formación sistemática.
En El Salvador, la historia camina, pero con disfraces y maquillaje, el arte de igual manera, pero en alguna medida denuncia, cuestiona y protesta respecto a lo histórico, no hay dicotomía real entre ellos, y si la hubiere, solo la podríamos ver en aquella muestra artística que no delata, no critica y no propone nada más que disfrute visual, deleite superfluo, apropiado a la realidad cultural de las elites sociales y económicas de países en donde quienes mandan, dictan o imponen los criterios artísticos y conceptos de cultura, no se sienten ni se toman como responsables del perjuicio.
El arte por el arte es práctica común en el universo artístico nacional, la obra confusa y la comedia astracana en el teatro; el bodegón, paisaje o desnudo en la plástica; la dramaturgia mediocre, cargada de imagen literaria y ausente de la imagen escénica; el poema inútil, dadaísta o intimista; el cuento y la novela que no cuentan nada; la replica vulgar y tradición universal en la música clásica y popular; la danza en todas sus expresiones que no cuaja nada sobre la identidad nacional necesaria para el rescate de la auténtica cultura, todo esto es el producto artístico que consume el reducido y analfabeto público de arte en El Salvador, y esto es lo que en gran medida va construyendo un modelo de cultura artística desajustado de la realidad histórica en la conciencia joven del salvadoreño de cualquier estrato, eso a la larga, se convierte en identidad artístico cultural, justo lo que hemos sufrido a lo largo de la historia nacional, la razón de ser sobre la duda o la ignorancia popular respecto a lo que somos. La cultura salvadoreña, por su parte, está basada en conocimientos impuestos en los planes educativos oficiales, en los que prevalece el criterio de los pensadores o intelectuales cercanos al poder económico o que son miembros del poder estatal, en ellos se enseña que nuestra cultura es dependiente casi absoluta de la historia de otros países.
El conocimiento que la población salvadoreña tiene sobre la cultura, es pobre, confuso y nada incitador al nacionalismo necesario en la defensa y conservación de la identidad. Lo vemos en como se ignora al país cuando se habla de los orígenes de las culturas mesoamericanas, nunca se le trata como uno de los focos importantes del desarrollo primario de la cultura maya, sino que solo se le toma como una población descendiente de las culturas mejicanas, y esto, en la conciencia nacional o el pensamiento común, no tiene ninguna importancia, porque la población está siempre interesada en como sobrevivir a las inhumanas políticas estatales de desarrollo económico.
El desajuste que existe entre el consumo de la muestra artística o tradición cultural extranjeras con la cultura y el arte nacional, es en realidad terrible, porque daña la soberanía cultural salvadoreña. De hecho, las invasiones culturales que nos vienen a través de los medios de comunicación social tienen vía libre y se difunden por gigantescas cadenas de radiodifusoras, televisoras, revistas y periódicos que son propiedad de los grandes empresarios que algunos son parte o se identifican con las políticas de estado, constituyéndose en una fuerza poderosa de permanente penetración e inyección de altas dosis de enajenación cultural contra la autentica cultura salvadoreña, que cuenta con menos de una docena de medios de comunicación que en alguna medida la defienden y promueven. Así se ha venido deformando el gusto o la identidad con la música, teatro, literatura, pintura, escultura y la danza auténticamente salvadoreñas. Las costumbres, tradiciones, leyendas, mitos, lengua, vestuario y comportamientos propios de nuestra identidad son elementos extraños para la juventud educada antes, durante y después del conflicto armado, todo ello bien establecido con la reforma educativa ejecutada posteriormente a la firma de los acuerdos de paz. Con esta estrategia política se inicia oficialmente, la instauración de un modelo educativo que deforma o tergiversa los valores sociales, espirituales, mentales y culturales salvadoreños; que ignora, minimiza y hasta rechaza la creación artística nacional; que denigra y descarta la autenticidad de nuestra cultura; que menosprecia los derechos humanos de la población en general; que fomenta, promueve y privilegia todas las expresiones culturales, sociales, artísticas y hasta deportivas del mundo exterior, siendo éstas algunas de las causas reales de las expresiones juveniles del momento. Las autoridades oficiales que trabajan el área del arte y la cultura, no han estado interesadas en trabajar verdaderamente en la valoración, rescate, procesamiento técnico científico, promoción y difusión de nuestros hechos culturales, y mucho menos en promover el arte auténtico nacional, más bien enfilan sus presupuestos, recursos materiales, personal no idóneo, y bocetos de política cultural en el simple y hasta oscuro financiamiento de festivales, certámenes, conciertos y otros eventos que no llevan el componente real de trabajo por el desarrollo de la cultura y el arte, han caído en un activismo artístico intrascendental, su política estatal es no tener una política cultural con sus especificidades artísticas y sociales, no les importa y ni quieren entender que para lograr el desarrollo de las artes y la cultura hay que fundamentar verdaderos procesos de trabajo, y dejar ya de comprar servicios artísticos y culturales de personajes que solo persiguen el beneficio económico y social.
El concepto oficial de que la cultura es todo aquello que hace el hombre o que cultura es el hombre mismo a través de sus manifestaciones, es algo que certifica su postura inhumana, su condición de apátridas, su visión torcida de la realidad histórica y su menosprecio por los hechos culturales generados por los y las trabajadoras del arte nacional. Factores como el crecimiento económico, la defensa y práctica del libre mercado, la inversión extranjera, el acompañamiento a invasiones a otros países, obediencia torpe a las decisiones imperialistas, la evasión de las responsabilidades sociales del estado, el menosprecio e irrespeto a la constitución de la república, el maniqueísmo político, la impunidad, corrupción estatal, se constituyen actualmente en los bastiones gubernamentales que obligadamente engrosan el fenómeno de la cultura y hasta perfilan rasgos de identidad. Los hechos culturales que con la historia, conforman la cultura misma, no se renuevan, no se desarrollan, no se promueven y defienden. Pocos hechos nuevos se integran a ella, a no ser los hechos que cotidianamente aportan las conductas, comportamientos, actitudes, que se vuelven costumbres o tradiciones que no necesariamente deben ser parte de la cultura, sino discriminados al mundo de la subcultura o al hecho cultural de bajo nivel. Los trabajadores y trabajadoras del arte y la cultura, con sus bienes artísticos de cualquier rango, generan por lo menos, algunos hechos culturales que si se tradicionaran, impulsarían el desarrollo de las artes. De hecho, muchos artistas han emprendido la tarea de fundar academias o escuelas de arte que algo hacen por dinamizar el desarrollo de las mismas. Nuestros bienes culturales, de carácter patrimonial o no, cada día se transforman con la venia del estado, así vemos que desde la moneda, la arquitectura, la nomenclatura, los recursos de nuestra fauna y flora, recursos hídricos, geotérmicos y hasta el suelo, se deforman, se trastocan y se destruyen, dañando desde la identidad, hasta la soberanía nacional. Las instituciones que deberían producir y generar arte, se han quedado a ofrecer servicios artísticos sin el compromiso de desarrollo cultural que requieren las artes. Los edificios públicos en donde se difunden las artes cada vez son mas escasos, inadecuados, onerosos e inútiles para los generadores y productores de arte, donde de paso, debe rentar los espacios a precios que no le permiten mostrar sus creaciones y mucho menos desarrollarse como creadores de arte.
El producto artístico y el autor mismo, no son sujetos alejados de la ideología política, cualquiera que sean sus fines, el resultado siempre se convierte en hecho político, uno porque cuestiona y genera conciencia y el otro porque evade la realidad y enajena el concepto social del arte. Las artes no pueden ser tratadas como de izquierda o como de derecha, la verdad es que históricamente una de ellas se identifica con el pensamiento de vanguardia en la política y la otra está cercana a la expresión conservadora de la misma, las diferencia tácitamente a veces son el contenido, la forma y el compromiso humano de sus hacedores. Curiosamente, las realidades históricas de los países obligan a una de las expresiones a ser parte del discurso político y a la forma de lucha y a la otra a ser parte de las estrategias de entretenimiento, adormecimiento y hasta de evasión de las dolorosas realidades; es ahí donde la definición es mucho más clara y sus fines profundizan el contenido mismo. Por ello, podemos afirmar que las artes si han colaborado con las luchas justas de los pueblos, y en El Salvador no hay excepción; lo que define si un movimiento artístico se adhiere y permanece junto a un movimiento político y social determinado, es la forma en como lo entiende la política, es la actitud de los hombres y mujeres luchadores por la libertad y la justicia, ante los y las trabajadoras del arte y la cultura, de hecho en los y las artistas hay conocimiento específico de las disciplinas estéticas, y un pensamiento racional profundo, con capacidad de tratar las cosas con mucha sensibilidad y libertad, en cambio, en quien solo se dedica a la política o a la lucha por la libertad y la justicia muchas veces fallan el sentimiento y el entendimiento, lo intelectivo gravita en más en la idea y pensamiento que se necesita en la lucha misma. Si las artes se consideraran como herramientas válidas para que las luchas sociales y políticas sean más visionarias, integrales y de gran alcance humano, los políticos las adoptaran en sus estrategias de lucha, no las usaran nada más como elementos decorativos en el discurso político; si se aprovechara el alto nivel ideológico que estas pueden transmitir, los procesos de cambio fueran posible en el menor tiempo posible y los cambios mismos tendrían una solidez determinante difícil de revertir.

*Director del Centro de Investigación Cultural y Artística Razamaya boceto tresmil

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