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De po-Ética re-Volucionaria Nostalgia y Esperanza de Guerr(ill)a III

Rafael Lara-Martínez

Tecnológico de Nuevo México

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https://nmt.academia.edu/RafaelLara

Desde Comala siempre…

II.  Coda en intermedio

Mientras llora el páramo, el trópico enmudece…

La cuestión es la poesía.  La cuestión de la poesía es la palabra.  La palabra (Logos) es poiesis, creación y acción de la sociedad humana.  Cimiento del ser humano en cuanto persona.  Por esta actividad, Membreño exige que la poesía actual rompa con el paradigma “de inicios del siglo XX”.  Que la lengua se vuelque hacia un futuro distinto.

“Al servicio de la religión” y “al capricho del estado”, su facultad artística la somete a un designio opresivo.  Como ella lo afirma, no existe un compromiso por rescatar “la memoria histórica”.  Lo demuestra la consolidación de un canon literario monolingüe desde el siglo XIX y un silencio profundo, acaso en remedo del vacío que separa las palabras.  Si a menudo se citan la gesta de Anastacio Aquino entre los Nonualco, y la revuelta de 1932, entre los Izalco, se oculta el intermedio trágico que los enlaza.

Hacia mediados de 1880, se decreta la ley de extinción de ejidos.  Contemporánea de la formación de un canon literario nacional, este sustento económico de lo indígena queda en el olvido.  “Poesía para no olvidar”  reclamaría rescatar la voz poética de la época.  Si no ofrece denuncias, al menos anunciaría ese desacato legal al derecho indígena ancestral por sus tierras comunales.  Sólo de esa manera, se proseguiría la sugerencia de Membreño.  Al verdadero compromiso poético le concierne revelar el silencio ante la confiscación de los ejidos.  Preludio acallado del 32.

Si esta arista concreta el requisito clásico del “zoon político, animal político”, el olvido de la lengua materna especifica el segundo postulado esencial, a saber: “zoon logos ejon, animal dotado de lenguaje”.  No existe una sociedad humana sin una lengua materna que la respalde.  Por este axioma, el mismo compromiso poético también rescataría del olvido el (des)interés de “la ciudad letrada” monolingüe” por las lenguas indígenas del país.

Antes de 1932, 1880-1931, se constituye un canon literario hispano-céntrico.  Exalta lo indígena por razonas nacionalistas del estado.  Empero, ignora su derecho a la tierra, al igual que a una lengua materna dotada de poesía.  El débito único con el estado-nación descarta ambos prerrogativas esenciales: el idioma y la propiedad comunal.  De lo contrario, existiría una amplia documentación de la mito-poética náhuat-pipil, lenca, cacaopera, etc., en el Archivo General de la Nación o en la Biblioteca Nacional.  Después de esa fecha, el indigenismo persiste en el mismo silencio dual de una nación donde la lengua materna es nube sin lluvia, bajo el sol mestizo reseco.  En el siglo XX, al inventar un indígena sin lengua materna ni ejidos, la sociedad mestiza inventa el uniforme de sí misma.

Esta doble omisión —exaltación del indígena sin tierra ni lengua— se contrapone a la exigencia actual del compromiso.  Empero, la denuncia frontal no agota la petición.  Es necesario añadir una arista adicional que caracteriza la poética del compromiso.  En esta coordenada, intuitivamente, Membreño restaura la propuesta aristotélica, bajo un sesgo actual.  La oposición entra la prosa y la poesía no deriva de la simpleza de la rima, esto es, de un estilo.  Tampoco la determina el carácter más incisivo de la poesía, ni la distingue volverse “expresión de las contradicciones históricas”.

A la referencia objetiva de los hechos, junto a los poetas antologados, Membreño añade una obligación adicional.  La resume en los siguientes términos: “los poetas mártires”; “protagonistas sobrevivientes de la guerra”.  Según el adagio lezamiano, “el poeta es el primero en la inmolación”.  Esta nueva glosa hace de la experiencia viva el verdadero asiento de la historia.  Habría varias maneras de escribirla.  Objetivamente, la documenta la prosa académica, desde la distancia remota.  Vivencialmente, la transcribe la poesía o el ensayo literario.  Así, la oposición aristotélica clásica —historia versus poética— la actualiza la experiencia literaria salvadoreña.  Los hechos no declaran una “irrealidad sustitutiva” que reemplaza la vivencia sensible.  El tiempo objetivo lo archiva “un reloj con las cenizas de la amada por arena”.

El deber poético impone el “estar-ahí” vivo en la guerra ante el enemigo de clase.  Hay que “estar-ahí-ante-la-Muerte”.  El cometido lezamiano de la poesía lo consolida su vínculo a lo político.  Si tal sentencia vivencial divide la poesía de la historia —en el sentido académico restringido— el compromiso establece un diálogo con la mito-poética náhuat-pipil de la época de la guerra.  Es sabido que la segunda recolección de este legado sucede de manera paralela —sin plática conjunta— al asesinato de Roque Dalton en mayo de 1975 (véase la narrativa recolectada por Lyle Campbell).

Sin comentar esta co-incidencia olvidada, conviene resaltar que la categoría de testimonio vivencial guía los relatos náhuat-pipiles.  El hecho visual —i:x-, “ojo” (x = sh, como en mexica)— precisa el conocer —i:x-mati, “ojo-saber”— que precede todo análisis racional, y el antecedente ob-jetivo —i:x-pan, “ojo-locativo”— que se exhibe a la visión directa del futuro declarante.  En esta vivencia común —náhuat-pipil y comprometida— la mito-poética plantea su complemento al saber racional.  La escriben “plumas” (ne plumas) junto a los huesos (ne i-uh-u:mi-yu).  “Guía tu” lenguaje y “tu arado sobre los huesos de los Muertos” (W. Blake, “Las bodas del Cielo y del Infierno” (1790-3))

Al rigor científico del historiador profesional —del ginecólogo u oncólogo, por ejemplo— la poesía contrasta la vivencia del compromiso cotidiano —la preñez o el cáncer terminal, desgarre de sangre propia.  Pese a la neta distinción, ambas verdades son hechos que la lengua (Logos) registra en su estatuto diferencial.  La Verdad se multiplica en varios ejes que la recortan.  Si geográficamente Membreño distingue Europa (Verdad1) de El Salvador (Verdad2), la poética desdeña de esa jerarquía que somete la vivencia testimonial (Verdada) al análisis científico ajeno y posterior (Verdadb).  Al horizonte del espacio (1 vs. 2), se añade el escalafón vertical de disciplinas (a < b).  Al presente lo carcome el ideal técnico y científico de una sociedad post-sensorial, post-sentimental, post-corporal.  Empero, los opuestos siempre resurgen bajo el Sol y la Luna, ya que las “razones de tu llanto” provocan “mi revoloteo (reasons why you’d rather cry, I’d fly)” (The Doors, https://www.youtube.com/watch?v=KqJwO9A2ivI).  “La desavenencia entre la filosofía [la ciencia] y la poesía viene de antiguo” (Platón, “La República”, X: 607b).

III.  Recapitulación

…el ademán y las palabras de los Muertos…

En breve, la reseña de poetas la sintetizan las siguientes conclusiones.  Aclaro que estos corolarios definen la “poesía comprometida” del libro.  Pese a las ideas “descabelladas” que coronan mis sienes, certifico la larga cabellera de hippie pacifista, musgo del alma.  Por ello, ciño el análisis al estricto juicio analítico de la poesía compilada, sin teñirla de mi sub-jetividad.  La poética estipula:

1) El estar-ahí en la guerra; en la paz como en la guerra.

2) El fracaso de los Acuerdos de Paz (1992), ante todo al desintegrar los Comités Populares.

3) La paz es traición y continuación de la guerra.  La revolución queda en “cadáver sin rumbo de aurora” (Alberti).

4) La urgencia por renovar el proyecto revolucionario.

5) La necesidad de una nueva guerrilla.

6) La esperanza de fundar el socialismo por la vía armada.

La visión de la poesía como historiografía ofrece un contrapunto a la interpretación académica, a saber:

1) El pasado es el estar-ahí de la Muerte.

2) El rescate de la vivencia de los Muertos antecede la documentación bibliográfica.  Por axioma clásico, la historia proviene de “esas subterráneas raíces o escondidos manantiales […] donde penas tus huesos” (Rafael Alberti).

3) Escribe la vivencia del(a) transcriptor(a), a veces en compañía de los Muertos.

4) Antes que hecho objetivo es experiencia sensible.

5) El cuerpo tatuado es documento histórico escrito, como lo es el cadáver mutilado.  Su persistencia ósea todavía palpita.  “La vida que vives en la Muerte” (Alberti).

6) También la geo-grafía ofrece un pergamino de hechos vividos (véase: reclamo indígena actual de los centros ceremoniales).

Gracias a esta docena de coplas, se recapitula que ni la historia la monopolizan los historiadores profesionales; ni la poética, los poetas.  Hechos de lengua, los verdaderos escritores de la experiencia pretérita son los Muertos.  “La carne sufriente o dichosa” rebasa “las abstracciones de la historia” (Lezama Lima).  “Muere la vida a manos de la ausencia” sensible (F. López de Zárate).  Si estas sentencias concluyentes se interpretan en “nostalgia” del pasado o en “esperanza” del futuro, lo ignoro.  Queda abierta a la discusión de sus propias lecturas múltiples.

 

A continuar…

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