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De la con-ciencia a la ciencia

Rafael Lara-Martínez

Tecnológico de Nuevo México

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https://nmt.academia.edu/RafaelLara 

Desde Comala siempre…

 

II.  Aterrizaje

Para concluir, en un tono más artístico, hay que explorar los enlaces entre el desarrollo científico y algunas etapas del arte.  Podría referirlo el diálogo antedicho entre disciplinas.  Su reflejo lo manifiesta la oposición complementaria entre la historia y la poética, al oscilar de lo específico a lo habitual.  Más que describir influencias mutuas —tarea infinita— me interesa resaltar el formato, ahora único del “paper”  malpensado como ensayo.  A menudo se confunden los datos mismos con la hechura en ensayo el cual en verdad corresponde a un “paper académico”, más que a la tradición literaria de un bosquejo en tanteo.  “Ensayos generales sobre el barroco” (1987) del cubano Severo Sarduy ofrece un ejemplo clásico del vaivén entre el “discurso de la ciencia” y la “simbolización del arte”.

Si la secuela recíproca más obvia la declara el retroceso del calco en retrato ante la fotografía, el ensayo literario renuncia a la cronología lineal.  Ambas propuestas alternativas desmienten el sentido único del formato en boga.  Para la plástica, en Diego Rivera y Frida Kahlo, la tradición mexicana demuestra el vaivén re-volucionario entre el cubismo, el realismo y el surrealismo en pintura, esto es, la coexistencia de varios perfiles en diálogo continuo.  Acaso sus secuelas en la escritura auguran no una sola —reduccionismo en boga— sino múltiples maneras alternativas de re-presentar los datos primarios en obras a estilo diverso: realismo de lo obvio; abstracción de lo intangible; surrealismo de las ideas y sentimientos, etc.  Sin monopolio global, el arte propone la diferencia como esencial a la exposición de los datos e imágenes.

“El laberinto de la soledad” (1950) de Octavio Paz desglosa la segunda vertiente literaria, al mostrar la neta distinción entre el “paper” rectilíneo —de objetivos explícitos a su desglose y conclusión— y el ensayo literario a sesgo habitual.  La recta de la torre se contrapone a la diagonal del alfil.  Si la primera pieza prosigue rígida hacia adelante en “power-point”, el ensayo serpentea en improvisación jazzística.  Su recorrido no lo anticipa la obertura ni elude nombrar los obstáculos, errores de laboratorio acallados en el “paper”.  El resultado final los borra por obligación convencional.  En remedo de un acto de habla creativo, el ensayo ladea su trayectoria.  No en vano, la diagonal del alfil en francés lo glosa “la diagonal du fou”, es decir, la folia medieval o el desquicio actual: lo prohibido por la razón.  Habría un veto a referir las equivocaciones, los sentimientos psíquicos que provocan y las secuelas políticas.  Se prohíbe valorar lo irracional.  La simplificación global de la realidad objetiva obliga a reducir la pluralidad de estilos a la hegemonía del ensayo académico.

Uds. lo admiten, los datos objetivos del análisis no imponen un formato exclusivo.  En cambio, la convención social exige la hechura única de presentación: el “paper”.  Como la novela realista del siglo XIX —la “pop music” actual a eco sinfín— el estilo típico proviene del “contrato social”, más que de lo Real bajo análsis.  Este acuerdo descarta todo género disidente hacia los márgenes acallados de la disciplina.  Por ejemplo, la razón arbitraria prohíbe la escritura de la costumbre diaria, el diálogo cotidiano entre colegas.  La plática ya no le ofrece un formato adecuado a las ciencias, tampoco a las sociales.  Por tal veto, Platón jamás obtendría una amplia recepción editorial, ante el monopolio del “paper”.  A lo sumo, se le concederían programas televisivos o de radio, pese a su exigencia por estudiar el “cálculo”, “los números” y “las ciencias” para acceder a “la verdad en sí” (La República VII).

No obstante, dividida en estancos autónomos, las partes no conversan según la exigencia lógica (Logos) que vuelca los hechos en fórmulas matemáticas y en palabras (Logos).  La falta de un quicial sólido —sin madero que ordene el giro de puertas y ventanas— admite la existencia de vasos in-comunicantes.  Las diversas vasijas científicas sólo se conectan en la lengua (Logos) a rebasar en el algoritmo.  Ni en reposo ni en movimiento, las distintas disciplinas alcanzan el mismo nivel.  Antes bien, se resquebrajan en fractales donde cada área representa una totalidad en sí misma.  Según la tesis clásica, por parataxis, la realidad se parcela en una serie de imágenes y escenas separadas a pocos personajes.

Cada ciencia despliega un Aleph borgeano, un axioma del cual se derivan todos los corolarios.  Por ello, el cubismo narrativo —según la propuesta de Juan Rulfo— daría cuenta de esta partición en recuadros amurallados, carentes de cronología lineal.  Sin paradoja, conectados al internet, a menudo se asigna la ruptura entre disciplinas y vivencias.  En los mundos abolidos —a veces renacen por nostalgia— su enlace sólo confluye en la creencia, tildada de ideología.  Insustituible, este Logos de las ideas jamás desfallece.  Siempre se recicla, en soporte de quicio a cuyos goznes se adhiere todo vínculo ahora en carencia.

Bajo la falta de relación lógica, el surrealismo despliega el concepto clave de la unión entre las partes.  El “azar objetivo” señala la manera en que dos acontecimientos contemporáneos se enlazan en el desconcierto: científico el uno; ideológico el otro.  Por ejemplo, el saber del ginecólogo, sin lugar para la partera, se encadena a la experiencia de la mujer en el parto.  El saber y la vivencia se confrontan en discordancia, cual la anécdota antes referida de la minería y la salvaguarda del ambiente natural y humano.

Con una cultura mexicana literaria, Uds. conocen el “Poema circulatorio (Para la desorientación general)” (1973) de Octavio Paz.  Lo escribe a doble voz, en ADN, a vías opuestas y complementarias.  Semejaría el óleo “Las dos Fridas” (1939) de Kahlo —ya no la española e indígena dándose la mano— sino la ciencia y la política, la ciencia y el arte, etc.  Entrelazadas, ambas figuras y esferas se nutren de la misma sangre, de ese alimento ideológico llamado lengua (Logos).  La palabra sangrante hace de lo Real una Realidad que lo sustituye y oculta.

Esta disociación la encarnan “las bodas de” la ciencia y la política” —“las nupcias” de las matemáticas y la lengua (natural language): ”el bien” del saber contra “el mal” de la ideología en la palabra (W. Blake).  Escindidas en un mismo cuerpo social —zoon politikon y zoon logos ejon— las cónyuges guardan su distancia amorosa, para acercarse en el parque del interés.  Se habla de la cuántica en su teoría profunda, mientras vuelven “los tiempos de Mussolini” en “el laboratorio de Europa”.  Cual “país emergente”, brotan la “inteligencia artificial”, los drones y los clones, mientras 1492 recicla un estado libre a religión única en su reverso.  Ambas faces reposan juntas, en su ensueño flácido de certeza hacia lograr la utopía.  La ciencia certifica lo Real; la política, la Realidad.

Cohabitan en la misma comarca —bajo igual ciudadanía— como el “renacimiento conservador” acompaña la modificación genética en el silencio.  Vecinas desatentas se pretenden invisibles en su reclusión de convento.  Apenas lo confiesan, se miran de reojo en recelo mutuo.  Temen absorberse y perder su autonomía, aun si basta despertar del “living the dream” interminable para advertir la omni-presencia de la técnica.

Sin la exigencia de algoritmo, invade hasta los ronquidos sordos que contagian los sueños.  Ya nada la evade.  La alimentación diaria asegura su pureza orgánica; el agua potable, su limpieza y refinado.  Espejo de la palabra, el vestido de fibra natural recubre el cuerpo.  Revela la pertenencia dual, biológica y política.  La técnica —neutral en lo político— tapiza el mundo.  En su novedad de lengua/lenguaje (language), se inviste de derechos cartográficos borgeanos.  Absorbe el Mundo.  Sus honorarios procrean un universo indistinto bajo un manto sin trasparencia.

En co-incidencia coral disonante —ciencia y política— las paralelas autónomas dizque sólo se combinarían en el infinito, es decir, en la Muerte.  Mientras ese deceso individual y social no suceda, se insiste, el surrealismo ofrece la única cifra que vincula lo Real y la Realidad.  El azar objetivo certifica la co-existencia, pese a la demanda de divorcio.  A su lado pervive la poética como tendencia alternativa del pensar en cogollo chacho.

En efecto, las ficciones borgeanas reconocen el formato más adecuado para explicar esa fórmula matemática del silencio.  Sea el aludido “del rigor de la ciencia” —mundo recubierto de técnica—.  Sea la infinitud de “el zahir” —referencia ilimitada de lo tangible, “mango” extinto, actual y por nacer— cuanto más vasto implica lo intangible.  Sea el nominalismo a la post-Sapir-Whorf en “Uqbar, Orbis, Tertius”, donde la lengua inventa la identidad nacional y filtra el saber.  Sea la infinitud del “Aleph” o corolario sinnúmero de toda disciplina.  La discusión más trillada repite los argumentos de Uqbar: hay que buscar la lengua/lenguaje (natural/artificial language) que calque lo Real sin distorsión.  Esta reflexión borgeana inaugura ese terreno baldío que vincula lo Real científico a la Realidad política.  Vivimos recortados entre la exactitud de la ciencia y el constante error de la política.  Sólo las “ficciones” constatan su divorcio imposible.

En un mundo escindido en estantes independientes, asegurar  la co-existencia resulta necesario.  La dureza ósea de las ciencias —hard sciences— convive junto a la blandura carnosa (soft) de las humanidades.  Su “azar objetivo” encuentra la verdadera alianza en el don creativo del animal político, dotado de lenguaje (Logos).  La invención productiva supone que la ciencia futurista acepte su calificativo de ficción, al proyectarse hacia mundo posibles inexistentes.  Tal cualidad le pertenece a la palabra (Logos) desde el principio (Arkhe) fundador de la sociedad humana.  Como “un lance de dados que jamás abolirá el azar” (Mallarmé), la aplicación social de la ciencia en la técnica convivirá siempre con las artes, la religión, el amor.  Le prometerá nupcias a otras esferas que aún desdeña por su ideología.

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