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Cuerpo, mente y alma: conceptos cambiantes  Ralph M. Lewis, F.R.C.

 (Pasado Imperator de AMORC, De la Revista– El Rosacruz septiembre de 1953)
“La carne es malvada y corrupta”

¿Qué es la unidad? Solemos pensar que la unidad es una sola cosa, estado o condición. Sin embargo, la idea de la unidad surge al pensar en la multiplicidad. Cuando dos o más cosas se fusionan formando una sola, nos referimos a ello llamándole unidad. Hace miles de años el hombre empezó a indagar en su interior, quizás porque reflexionó en que difícilmente podría considerarse un ser formado de un solo elemento.

El hombre se dio cuenta de que en su ser se desarrollan funciones impresionantemente diferentes entre si: en consecuencia, concluyó que en él hay unidas tres sustancias, o cualidades. Además, la relación que guardan entre sí esas cualidades de su ser, es un misterio que no ha podido desentrañar todavía. En términos generales, esas tres cualidades diferentes del ser son llamadas cuerpo, mente y alma.

De esta trinidad concebida, el hombre ha tenido en menor estima a su cuerpo. De hecho, casi siempre lo ha desdeñado, pues sus religiones y filosofías le hacen someterlo con frecuencia a renunciación y a la automortificación. En otras palabras, muchas veces el hombre niega al cuerpo sus necesidades, y lo que es más: lo tortura. En la antigua escuela de filosofía órfica se enseñó que “la carne es malvada y corrupta”, que el cuerpo aprisiona al elemento divino, es decir, al alma, y que esta trata constantemente de liberarse. Interpretaron esa liberación como el regreso del alma a su fuente divina. Las escuelas socrática y platónica se vieron extremadamente influenciadas por esa idea acerca del cuerpo.

Las enseñanzas de del filósofo Filón

El filósofo de origen judío, Filón nació en Alejandría durante el primer siglo a. de C. En esa época las creencias religiosas estaban muy influenciadas por la cultura griega. Pero según Filón, Dios lo trasciende todo, es eterno, no obstante, dijo que la materia es coeterna con Dios, que coexiste con él. De ahí que se pensara en el dualismo: Dios, por una parte, y la materia, por la otra. Filón expuso que el logos desciende de Dios, que los dos aspectos principales del logos son la bondad y la potencia, o sea, el poder divino, y llamó a estas mensajeras o intermediarias de Dios.

Filón enseñó que hay también logos inferiores, diciendo que estos se agruparon convirtiéndose en materia. El alma (un logos superior) quedó encerrada en esa materia. Pensó que, como el cuerpo es materia, es malo en potencia, y expuso que el hombre se volvió pecador y malvado por haber usado mal su libre albedrío; en otras palabras, por dejarse llevar por sus sentidos y las tentaciones corporales. Declaró que solo a través de la contemplación y al meditar en sus cualidades divinas, el hombre podría elevarse por encima de la materia y del cuerpo. Las ideas de Filón dejaron huellas muy profundas en las teologías judaica y cristiana. El Nuevo Testamento refleja estas ideas.

¿Cuáles fueron las causas principales que originaron esos conceptos adversos sobre el cuerpo humano?, ¿en qué razones psicológicas se sustentan? Aun en las culturas más primitivas, el hombre pensó que el cuerpo es evanescente, esto es, que cambia constantemente: observó que se deteriora y pierde sus cualidades, al igual que la vida de las plantas. El cuerpo puede ser herido y destruido fácilmente, incluso por el hombre mismo. Por lo tanto, el cuerpo no da indicios de poseer una naturaleza permanente, inmutable ni eterna: comparado con los cuerpos celestes como el Sol, la Luna y las estrellas, parece ser una creación inferior.

Las enfermedades y los dolores del cuerpo parecieron destacar también su impureza en la mente del hombre primitivo. Pensó que aun los apetitos y las pasiones son ejemplos de la debilidad del cuerpo, que son comparables a las funciones del cuerpo de los animales, a los cuales siempre ha considerado inferiores a él.

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