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Cristianismo y religión

José M. Tojeira

A raíz del fin de las persecuciones y de la unión de la Iglesia con el Estado pasaron muchos siglos en que a la Iglesia le gustaba trabajar y apoyar desde el poder lo que analizaba o pensaba como bueno. La separación de la Iglesia y del Estado, sovaldi causó inicialmente un trauma a las Iglesias. Después, prescription poco a poco, las iglesias fueron encontrando nuevos modos de relacionarse con la sociedad. Aunque algunos añoraban la relación desde la cercanía con el poder o intentaban presionar como un poder de tipo ideológico, cada vez más rápidamente se comenzó a entender la posición pública de la Iglesia como fermento y signo de transformación y esperanza. La Doctrina Social de la Iglesia está, por ejemplo, inscrita en este modo de influir en la sociedad no tanto de un modo directamente unido al poder, sino a partir de la reflexión religiosa unida a la reflexión de la realidad. Las diversas teologías surgidas en torno al Vaticano II son diferentes modos de estimular al compromiso con toda persona y con el propio futuro de la humanidad. Pero no ya desde el poder, sino desde el discernimiento y el acompañamiento evangélico a las necesidades y esperanzas del ser humano y de sus sociedades.

Por eso cuando surge un presidente en Centroamérica, más en concreto en Guatemala, que pone como lema de su gobierno la frase “primero Dios”, conviene reflexionar sobre la relación entre religión y estado, entre fe personal y práctica política. Para empezar Guatemala tiene un mal récord en estos puntos. En el pasado la Iglesia Católica no fue capaz de continuar el diálogo que se había dado ente religiosos y políticos antes y durante la independencia. Es cierto que padeció ataques injustificados en el siglo XIX. Pero también es cierto que en medio de los avatares de los primeros años de la independencia acabó asumiendo mayoritariamente una posición defensiva y conservadora. Ya en este siglo otras Iglesias han tenido pastores al frente del gobierno Chapín y han sido un verdadero desastre. Con Ríos Montt y Serrano Elías  encontramos la presencia de un discurso religioso que pretendía en uno taponar y ocultar genocidios y en el otro una desatada corrupción. Que ahora uno más, apoyado por militares reservistas que estuvieron de alta en la época del genocidio, venga a hablarnos de Dios no resulta muy esperanzador.

El “primero Dios” es importante para tenerlo en la conciencia y para, desde la conciencia, tomar decisiones en esa obligación democrática que es la de favorecer al ser humano desde la política. En países como los nuestros, en los que hay terribles injusticias, violencia, corrupción y crimen lo que tiene que decir el político públicamente es “primero el ser humano”. Y el “primero Dios” decírselo a sí mismo continuamente para tener la valentía de optar siempre en favor del débil, del que no tiene protección, del empobrecido y condenado a la pobreza. Hoy se gobierna desde las leyes y desde los derechos humanos. La religión debe ser motor personal que lleva al comportamiento ético y responsable. Y desde las iglesias se debe trabajar la conciencia de fraternidad, justicia y paz, actuando siempre como una instancia moral externa al poder. Mezclar religión y poder político es simple y llanamente un error. Porque la religión, precisamente para tener una posición libre, que mire simultáneamente a la utopía del Reino de Dios y al caminar humanizante de los seres humanos, no puede asumir un poder que ata y distrae, cuando no se corrompe o ampara injusticias. El político cristiano, más que andar presumiendo de cristianismo, debe anunciar cómo va a ser su caminar para luchar contra la corrupción, la desigualdad, la violencia y su cultura, o el consumismo degradado que sufrimos en nuestros países.

No dudo que dentro de nuestros países centroamericanos necesitamos políticos con convicciones religiosas maduras y solidarias. Y por supuesto, en países de profunda tradición cristiana como los nuestros, es normal que la mayoría de ellos sean cristianos. Ojalá que sean practicantes y que lean con frecuencia el Evangelio y lo reflexionen con ese espíritu de pobres que nos pide el propio Jesús de Nazaret. Pero en sus declaraciones públicas deben abstenerse de poner a Dios como estandarte. Si a todos nos conviene poner nuestro amor y nuestra religión más en obras que en palabras, a los políticos le conviene mucho más. Nuestros países están demasiado necesitados de obras, de acciones, que enfrenten las desigualdades injustas generadoras de violencia y corrupción. Los políticos no deben negar su fe, como tampoco deben negar su conciencia. Pero exhibirla como principio de acción es bastante peligroso. Porque para empezar es muy probable que las ideas de Dios no sean tan unánimes entre los propios creyentes. Y porque si es cierto lo que dice San Juan, que “quien no ama a su hermano a quien ve no puede amar a Dios a quien no ve”, es mejor siempre demostrar el amor en la práctica a aquel a quien vemos, que comenzar, en países bastante exentos de fraternidad en el campo de la política, hablando de un amor que no se ve.

En política ayuda ser creyente si la fe en Dios y en su Cristo incluye ese amor al prójimo indispensable para ser cristiano. Porque implica que se está dispuesto a dar la vida por los enfermos, los marginados, los que sufren, los pobres y los despreciados u olvidados. Pero en la tarea política y desde el poder, eso de amar a pobres, excluidos y marginados hay mostrarlo en el día a día y no ampararse en frases que nos llevan a una conciencia individual que ni siquiera sabemos si está bien formada. Primero el ser humano y después sabremos si ha sido Dios realmente quien inspira al político. Especialmente en el campo religioso sería muy bueno para los políticos tener el mismo espíritu misericordioso, cercano a los pobres y solidario del Señor y al mismo tiempo aplicarse aquella frase de Jesús que pedía que no supiera la mano izquierda lo que hace la derecha. Jimmy Morales haría muy bien en decir al final de su mandato que su fe le ha ayudado a luchar con firmeza para erradicar la pobreza, la injusticia  y la corrupción, si ello fuera cierto y se ven resultados claros. Pero andar desde el inicio presumiendo de la cercanía con Dios ya lo hacían con demasiada frecuencia los fariseos.

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