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Construyendo poder y democracia popular

Oscar A. Fernández O
Oscar A. Fernández O

Oscar A. Fernández O.

Existen ciertas explicaciones que a partir de la actividad política actual, sildenafil se debaten en el plano teórico. Esta discusión, check en la que intervienen intelectuales de diversos lugares, interviene evidentemente en las acciones políticas concretas, ya que los funcionarios políticos, los ciudadanos, militantes y representantes, organizan explícita o implícitamente sus prácticas políticas en tales desarrollos teóricos. Así la democracia representativa liberal (burguesa) pasa por ser la concepción misma de democracia, sin admitir otras tesis sobre esa categoría; la perspectiva anarquista de disolución del Estado, pasa por ser la posición obligatoria de un movimiento social o político que coincide, con las diferencias del caso, en enfoques posmodernos y de extrema izquierda al mismo tiempo; o el ejercicio del liderazgo político, las derechas lo tildan con suma parcialidad, como dictadura populista.

Estos diagnósticos teóricos sumamente cuestionables, distorsionan las prácticas políticas, dispersan los esfuerzos de militantes revolucionarios guiados por principios muy generosos (aunque no hay que olvidar el dicho popular de que “el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones”), o niegan la posibilidad de funciones políticas necesarias para el desarrollo social. (Dussel: 2010)

Estamos obligados pues, a hacer algunas reflexiones de los temas que paralizan actualmente las voluntades políticas y que nos impide actuar más creativa, activa, conjunta y rotundamente.

En la era de la globalización, interdependencia económica y ampliación del libre mercado, y los nuevos valores y estándares del orden mundial, nos parece normal concebir al Estado y al gobierno sin ningún peso frente a la acción de los poderosos actores privados, los cuales han adquirido de manera exponencial, un peso desproporcionado en los últimos veinte años. Aquél ser humano que se definiera como el animal político es hoy el “animal económico”, al mismo tiempo que toda cuestión política es vista como técnica. El aplastante peso del “mercado global” aparentemente marca el fin de las ideologías, donde un liberalismo “remozado” y su concepto de sociedad civil trajeron el “fin de la historia” o como dicen algunos teóricos y políticos indefinibles: el más allá de izquierdas y derechas. ¿No les parece una ironía?

Ante la clásica deficiencia de pensamiento propio, pseudo teóricos e intelectuales,  algunos que se autodefinen de “izquierda democrática” -como si las izquierdas no son por naturaleza populares- abusando del pensamiento marxista, tratan de resaltar: 1. La preponderancia de la libertad económica de la sociedad; 2. La supremacía de la esfera privada sobre la pública; 3. La importancia creciente del “consenso” y la persuasión como instrumentos de legitimación política y conciliación de clases; 4. La consecuente percepción de la decadencia del papel y la utilización de la fuerza como instrumentos necesarios para la acción del Estado; y 5. La inviabilidad de la revolución, pues basta con hacer que el capitalismo sea “un poco más humano”.

Creo que la cuestión central, al decir de Chosmky, no es simplemente la manipulación informativa, sino algo de dimensiones mucho mayores. “Se trata de si queremos vivir en una sociedad emancipada o bajo una forma de totalitarismo autoimpuesto, en el que el rebaño desconcertado se encuentra, además, marginado, dirigido, amedrentado y sometido a la repetición inconsciente de eslóganes patrióticos e imbuido de un temor reverencial hacia el oligarca que le salva de la destrucción, mientras que las masas que han alcanzado un nivel cultural superior marchan a toque de corneta repitiendo aquellos mismos eslóganes que, dentro de nuestro país ya están degradados”. (Chomsky: 1993)

No olvidemos nunca, que ninguna decisión política es neutral. Todas obedecen a criterios ideológicos solapados bajo los discursos previamente diseñados en los laboratorios de imagen y propaganda de los emisarios políticos de estos estereotipos venidos a menos. O cambiamos las palabras, al mismo tiempo que el discurso ideológico y la agenda política, o ellas nos transformarán a nosotros.

Sin embargo, con el correr de la historia actual, varias corrientes de pensamientos políticos de izquierdas (especialmente socialdemócratas y socialistas), han llegado a desarrollar básicamente una misma idea política que se asocia con dos nociones interrelacionadas y contrarias a la vez: la política como actividad que se funda en la búsqueda del bien común y la política como una lucha por el interés y la ventaja.

Así, la política y el Estado giran alrededor de dos extremos dinámicos: la búsqueda de la comunidad, la solidaridad y el compromiso (consentimiento consciente), por un lado y del poder (fuerza) por el otro.

Pero hoy el Estado está dejando de ser el gran regulador de las relaciones sociales, buscando la concordia de la sociedad, en pos de objetivos comunes trascendentes como el progreso, el desarrollo social, etc., ya que esto puede concretarse sin su intervención, hacerse presente a través del mercado, sostienen sus teóricos y tecnócratas.

Sin embargo, las limitaciones de la autorregulación en el plano social, particularmente en el caso de las sociedades latinoamericanas, exigen constantemente apoyo mediante la intervención de la política y lo político. El mercado ha invadido la política, transformando el espacio, los modos de su acción y sus actores. Creyéndose dueños de la historia los grupos del poder han decretado su final: todo empieza y termina en el Dios mercado (Rauber, I: 2001)

Por eso, la construcción de un nuevo poder, el poder popular y la construcción del nuevo sujeto político, resultan aspectos capitales de un mismo proceso que, en la medida de su maduración, implicará acercamientos a tesis más universales en cuanto al programa de cambios sociales, cuestión que tomará más fuerza en la medida que se vaya logrando la articulación de los diferentes sujetos sociales y su vanguardia política, es decir, en la medida que éstos se vayan constituyendo en sujetos plenos y conformando colectivamente- el sujeto histórico de la transformación.

El verdadero poder popular ira apareciendo en escena, conforme confluyan luchas parciales, se unifiquen las fuerzas políticamente en lo esencial y avancen hacia la creación de un Estado diferente, contrario al Estado oligárquico-burgués. Desde este momento el poder popular unitario irrumpe en la escena, recrudeciendo el odio de la oligarquía y la extrema derecha, por lo que la defensa de nuestros avances se vuelve una prioridad nacional.

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